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‘Babygirl’: Nicole Kidman en busca del placer sexual

El erotismo ha escaseado seriamente en la pantalla grande a lo largo de las dos últimas décadas, y aquí está 'Babygirl' para contribuir a subsanar esa carencia

'Babygirl' ha devuelto el erotismo a las salas de cine
'Babygirl' ha devuelto el erotismo a las salas de cine

A primera vista, Romy aparenta tenerlo todo en la vida. Es la CEO de una compañía robótica de referencia y vive a caballo entre varias casas imponentes con sus dos hijas adolescentes y su afectuoso marido, Jacob, con el que parece haber logrado mantener viva la llama. Sin embargo, a la protagonista de Babygirl le falta algo.

En los primeros compases de la película, minutos después de practicar con su esposo lo que parece ser sexo mutuamente gratificante, ella corre hacia el baño y una vez allí, tumbada en el suelo frente al ordenador, se masturba con furia estimulada por una web pornográfica y, mientras su cuerpo sufre embistes, emite un gruñido casi animal; cuando un par de escenas más tarde conoce a Samuel, uno de los nuevos becarios de su empresa, él se da cuenta inmediatamente de que ella, tras su fachada gélida e impenetrable, oculta una necesidad urgente de perder el control y dejarse llevar; y al embarcarse en una relación carnal basada en la dominación y la sumisión con ese joven que bien podría ser una proyección de sus fantasías más profundamente reprimidas, Romy emprende una odisea en busca de su propia identidad sexual, de las riendas de su placer, y de ese orgasmo compartido que tanto tiempo lleva codiciando. El erotismo ha escaseado seriamente en la pantalla grande a lo largo de las dos últimas décadas, y aquí está Babygirl para contribuir a subsanar esa carencia.

Lejos de la mirada masculina

En realidad, su premisa no es muy distinta de la de varios de esos thrillers eróticos dirigidos en los 90 por directores como Adrian Lyne; la principal diferencia, eso sí, es que la mayoría de esas películas adoptaban una mirada masculina al tiempo que criminalizaban o bien castigaban los comportamientos de sus personajes femeninos, pero aquí la directora holandesa Halina Reijn se esfuerza por convencer a su heroína de que todos sus deseos son legítimos, de que no tiene nada de malo que una persona en su posición de autoridad sienta el impulso de someterse a los dictados de alguien laboralmente subordinado a ella, y se sienta excitada al poner en peligro todos los aspectos de su vida perfecta mientras emplea los despachos insonorizados de su empresa para sus asuntos prohibidos.

Romy no está segura de si está abusando de su poder o si, por el contrario, es víctima de la manipulación de un hombre que podría destruirla, y esa incertidumbre –combinada con sus anhelos de juventud, que trata de satisfacer a través del bótox y la crioterapia– la está volviendo loca.

'Babygirl' ha devuelto el erotismo a las salas de cine

‘Babygirl’ ha devuelto el erotismo a las salas de cine

A lo largo de la película, Reijn se niega a etiquetar lo que ella y Ruben sienten tanto acerca de sí mismos como el uno del otro. Ninguno de los dos tiene del todo claro lo que anda buscando, y contemplarlos practicando juegos de cama es como observar dos animales en celo que se huelen mutuamente mientras deciden cuándo y cómo acometer. Mientras traza la evolución de su relación, Babygirl reflexiona sobre asuntos delicados como las dinámicas de poder laboral y sexual, los roles de género, los vestigios del patriarcado en el mundo empresarial, la ansiedad que envejecer causa especialmente a las mujeres, las zonas grises del consentimiento y cómo el feminismo puede usarse como coartada para actitudes moralmente reprochables.

Y lo hace combinando dosis adecuadas de sensualidad, intriga y humor con la irresistible química que sus dos actores protagonistas comparten. En la pìel de Ruben, Harris Dickinson se muestra alternadamente opaco y magnético, viril y al mismo tiempo pueril. La película, en todo caso, pertenece a Nicole Kidman, y el que ofrece aquí es uno de los mejores trabajos de su carrera por la extrema vulnerabilidad de la que dota a Romy, y por cómo deja que emociones como el ardor, la repulsión o el miedo –o combinaciones de las tres– se le dibujen sucesivamente en el rostro.

Halina Reijn lanzará el thriller erótico “Babygirl”

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Babygirl es demasiado lúdica como para dar lecciones o emitir juicios, y demasiado compleja como para ofrecer resoluciones. Contempla a sus personajes con curiosidad e indulgencia, y en todo momento deja claro lo mucho que Reijn los aprecia y respeta. De hecho, los aprecia y respeta tanto que se resiste a usarlos para ahondar en las cuestiones más comprometedoras y controvertidas que su propio guion plantea. A pesar de su deliberada ambigüedad moral, la película está demasiado claramente diseñada para celebrar tanto a Romy como sus inclinaciones sexuales como para ser tan transgresora como cree.

De hecho, y pese a que en una de sus escenas nos muestra a Romy gateando y lamiendo leche de un platillo, resulta sorprendentemente reconfortante tanto con sus personajes como con nosotros, y dispuesta a dejar claro en todo momento que, pase lo que pase, todo estará bien; quizá sea por eso que, aunque lo que Romy experimenta sin duda es significativo, se hace difícil percibirlo como algo realmente excepcional. Por otra parte, tal vez lo que Babygirl intenta es precisamente eso: demostrar que, por mucho que nos empeñemos en lo contrario, el sexo no es tan importante después de todo.

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