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Mati Diop explora la herencia del colonialismo y el expolio de la cultura africana en ‘Dahomey’

La directora de ‘Atlantique’ se adentra con una mirada tan incisiva como sencilla y poética en el complejo debate de la restitución de tesoros artísticos a sus países de origen

Mati Diop explora la herencia del colonialismo y el expolio de la cultura africana en 'Dahomey'
Mati Diop explora la herencia del colonialismo y el expolio de la cultura africana en 'Dahomey'

Habrá quienes a priori se pregunten por qué la directora franco-senegalesa Mati Diop decidió, tras conseguir tanto éxito internacional como el que le proporcionó Atlantique (2019) -y numerosos galardones, como el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes-, que su película inmediatamente posterior sería algo tan aparentemente menor como un documental de apenas 68 minutos. En cuanto la vean, sin embargo, sus dudas al respecto habrán quedado disipadas al respecto.

Dahomey es un híbrido fascinante, que aborda el formato documental con un enfoque nada convencional y, al mismo tiempo, exhibe una lucidez extraordinaria al reflexionar sobre los abusos cometidos históricamente por Europa en África y el papel de los museos como espacios que celebran ese colonialismo pero también promueven la educación y de creación de una identidad cultural. Con este segundo largometraje, la cineasta vuelve a manifestar los mismos intereses temáticos ya explorados en aquella ópera prima, un romance sobrenatural ambientado en una Dakar fantasmagórica donde los jóvenes solo pueden imaginar un futuro digno para sí mismos al otro lado del océano, y la misma habilidad para hacerlo incorporando lo poético a lo político y sin caer en el didactismo.

'Dahomey', de Mati Diop, ganó el Oso de Oro de la Berlinale 2024

‘Dahomey’, de Mati Diop, ganó el Oso de Oro de la Berlinale 2024

Oso de Oro a la Mejor Película en la pasada Berlinale, Dahomey observa el proceso que se inició en noviembre de 2021 con la repatriación a su legítimo hogar (parte de territorio que hoy ocupa Benín) de 26 de los 7.000 objetos ornamentados que los franceses expoliaron del reino de Dahomey en 1892 y que 130 años después permanecían en el Musée du quai Branly de París. La restitución se produjo después de que Emmanuel Macron, presidente de Francia, anunciara en 2017 que su país devolvería todos las piezas del patrimonio africano que se había apropiado injustamente.

La película, decimos, dura poco más de una hora, pero ese tiempo le basta para cruzar continentes y considerar los efectos actuales del colonialismo desde múltiples ángulos mientras transita con naturalidad entre lo mundano y lo metafísico. Funciona al mismo tiempo a modo de retrato procedural del proceso de embalaje, transporte, desembalaje y exhibición de los citados artefactos, de apasionado debate académico sobre lo que esa repatriación significa -o sobre si realmente significa algo- y de historia de fantasmas protagonizada por una enorme estatua que representa al primer monarca de Dahomey, Gezo, y que habla con voz espectral sobre su tiempo en el exilio y su miedo al futuro; su presencia aporta hipnóticas dosis de onirismo a una película que por lo demás habla de un abuso que Occidente cometió no hace tanto y por el que siguen siendo reacios a rendir cuentas.

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Los Bronces de Benín son el conjunto de obras saqueado por Francia más conocido, que han permanecido en manos de los franceses hasta 2017

A lo largo del metraje, Diop confirma su habilidad para extraer poesía de los rostros de las personas, ya sean los trabajadores involucrados en la reubicación de las reliquias, las multitudes entusiasmadas que celebran el regreso de sus tesoros culturales con vítores y bailes o quienes se quedan boquiabiertos al descubrirlos una vez expuestos en su nuevo hábitat. Y mientras tanto logra destacar la humanidad hasta de los objetos mismos, haciéndolos cobrar vida y reconociendo tanto la historia y la personalidad que acarrean como el trato que merecen -y no han recibido-y todo lo que tienen que decir a quien los contempla.

Durante su último tercio, la película se convierte en un debate público protagonizado por estudiantes universitarios que discuten sobre el significado de la restitución. Algunos consideran que la cantidad de artefactos devueltos es insignificante y, por tanto, un insulto; otros ven la operación como un gesto destinado a mejorar la imagen de Francia, y hay quienes lo ven como un acto político por parte del presidente beninés Patrice Talon.

¿Qué importancia tiene la memoria cultural cuando tanta gente vive en la pobreza?, se pregunta una joven, antes de que alguien recuerde con amargura que la conversación se está manteniendo en francés. El patrimonio de una nación no puede reducirse a las riquezas materiales, se argumenta de distintas maneras durante de la magistral secuencia, que asimismo funciona a modo de propuesta de diferentes formas de plantear la acción anticolonialista. Lo que Diop muestra a través de ellas, lo que celebra esta película rebosante de imaginación e ideas y alejada en todo momento del sermón, es el impulso de una juventud apasionada y comprometida, decidida a confrontar los fantasmas del pasado para poder construir un futuro mejor.

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