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‘Parthenope’, la primera heroína de Paolo Sorrentino, es un hermoso florero

Paolo Sorrentino firma una carta de amor a la juventud, a la belleza y a Nápoles en la película, que narra la historia de vida de una mujer protagonizada por la debutante Celeste Dalla Porta

Un fotograma de 'Parthenope', de Paolo Sorrentino
Un fotograma de 'Parthenope', de Paolo Sorrentino

Paolo Sorrentino está tan profundamente –y tan obviamente– obsesionado con la belleza y la juventud que hasta tiene en su filmografía sendas películas llamadas La gran belleza (2013) y La juventud (2015). Y el contexto en el que más le interesa explorar esos conceptos, en concreto, son las formas femeninas. Después de todo, otro rasgo común acerca de casi todas las ficciones del italiano es que comparten una perspectiva agresivamente masculina. En sus películas, las mujeres son a menudo reducidas a la condición de juguetes desechables, figuras lujuriosas que provocan obsesiones malsanas y misterios que resolver.

Y Parthenope, su nuevo trabajo, es el primero de su carrera que tiene un personaje femenino en su centro. También es su segundo panegírico consecutivo en honor a su ciudad natal, Nápoles, pero si Fue la mano de Dios (2021) se sostenía sobre recuerdos de infancia del director, algunos gratos y otros terribles, esa intimidad y esa voluntad de exorcismo personal han sido sustituidas en Parthenope por pura ostentación.

La actriz Celeste Dalla Porta es la protagonoista de 'Parthenope' de Paolo Sorrentino

La actriz Celeste Dalla Porta es la protagonoista de ‘Parthenope’ de Paolo Sorrentino

El clímax de la fantasía masculina

Su título es igual que el nombre de su protagonista, también el mismo que los griegos originalmente dieron a Nápoles en el siglo VII A.C. en honor a la sirena Parténope, que según la mitología griega se ahogó en el mar y cuyo cuerpo apareció en la playa. Queda claro, pues, que Sorrentino ha concebido el personaje como símbolo de la ciudad, una criatura bella, perdida, determinada e inexplicable. En la práctica, no obstante, la Parthenope de Parthenope es, sobre todo, una fantasía masculina hecha carne.

Prácticamente desde que la conocemos, su mera presencia hace enloquecer a los hombres y también a algunas mujeres. Avanza por la vida con la actitud majestuosa de quien sabe que todos ansían poseerla, y nadie es capaz de retenerla. Se supone que la sucesión de escenas por las que se pasea son una reflexión sobre los sinsabores que conlleva llegar a la edad adulta y cómo nuestra perspectiva de las cosas cambia con el tiempo, y el problema en ese sentido es que Parthenope resulta tanto más inescrutable cuanto más tiempo pasamos contemplándola.

La película la contempla a lo largo de siete décadas, pero lo cierto es que pasa la mayor parte de su metraje acompañándola en los días idílicos de su juventud –por supuesto–, que en buena medida pasa luciendo su diminuto bañador, fumando cigarrillos y expresándose verbalmente a través de aforismos, a veces mientras mira al mar con una expresión perpleja o beatífica en el rostro. Al parecer estudia Antropología, y obtiene las mejores calificaciones a pesar de no pasar ni un segundo de su tiempo en pantalla estudiando; también coquetea con el mundo de la interpretación, y llegado el momento sufre una tragedia suficientemente devastadora como para marcar el resto de su vida.

Gary Oldman es otro de los protagonistas de 'Parthenope', de Paolo Sorrentino

Gary Oldman es otro de los protagonistas de ‘Parthenope’, de Paolo Sorrentino

Sin embargo, a Sorrentino no le interesa explorar nada de eso, ni nada que amenace con dotar al personaje de una verdadera personalidad. El viaje a ninguna parte al que la somete se divide en una serie de episodios protagonizados alternadamente por un brote de cólera, una ceremonia sexual entre los herederos de sendos clanes mafiosos, una actriz decrépita que se niega a mostrar su rostro a causa de todas las cirugías plásticas fallidas a las que se sometió en el pasado, un obispo lascivo y del todo repugnante con el que –no se sabe por qué– decide tener sexo y un escritor alcohólico que resulta ser el novelista estadounidense John Cheever (Gary Oldman).

En lugar de ilustrar la educación sentimental de Pathenope, esa sucesión de interludios funcionan sobre todo como la excusa que Sorrentino encuentra para ir acumulando escenas diseñadas según su gusto por el amaneramiento estilístico, la puesta en escena solemne y la imaginería decadente, grotesca y kitsch, para deslumbrarnos a base de atuendos vistosos, localizaciones impresionantes y florituras visuales. El esfuerzo de Parthenope por transmitir sensualidad y profundidad filosófica es evidente en todo momento, pero el único recurso que encuentra para lograr ese objetivo es parecerse a un anuncio de perfume caro.

‘Parthenope’ es una carta de amor de Paolo Sorrentino a Nápoles

‘Parthenope’ es una carta de amor de Paolo Sorrentino a Nápoles

La tendencia al esteticismo vacío es, recordemos, algo de lo que los detractores del cineasta lo han acusado prácticamente desde el principio de su carrera, e incluso cuando estrenó la que probablemente sea su mejor película, La gran belleza, con la que Parthenope presenta obvias similitudes conceptuales. Pero el protagonista de aquella obra maestra, el escritor Jep Gambardella (Toni Servillo), se paseaba por Roma apenas capaz de ocultar una vida de reproches y resignación, y derrochando una melancolía absolutamente contagiosa; mientras hace lo propio por Nápoles, en cambio, Parthenope solo transmite la más rutilante nada. ¿Tendrá esa diferencia algo que ver con el hecho de que el bueno de Jep, en cuanto que protagonista masculino, estuvo menos sujeto a los aspectos más lascivos de la mirada de su creador?

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