El verano es, para muchas familias, una época de desconexión, descanso y convivencia intensa. Sin embargo, esa misma convivencia —especialmente con los más pequeños— puede derivar en episodios de estrés, frustración o incluso pérdida de control emocional.
Y es que, cuando las rutinas se relajan y los horarios desaparecen, los niños se comportan… como niños. Para ayudar a los padres a mantener la calma, el conocido neuropsicólogo Álvaro Bilbao ha compartido cuatro estrategias que actúan como un verdadero “hackeo mental” para gestionar los momentos más tensos de las vacaciones.
Especializado en el desarrollo del cerebro infantil y autor de libros como El cerebro del niño explicado a los padres, Bilbao propone una mirada empática, racional y consciente al comportamiento infantil, que se vuelve especialmente valiosa durante el verano, cuando los conflictos y berrinches pueden multiplicarse.
1. La calma es contagiosa
La primera de las claves que destaca el experto es sencilla, pero difícil de aplicar en caliente: mantener la calma para que tus hijos también la mantengan. Bilbao recuerda que el cerebro infantil está en desarrollo y tiende a “contagiarse” emocionalmente de sus adultos de referencia. Por tanto, si un padre o una madre pierde los nervios, el niño no solo no se calmará, sino que probablemente se altere aún más.
El adulto es el termostato emocional del hogar. Por eso, el objetivo no debe ser frenar a gritos una rabieta o imponer autoridad con enfado, sino actuar con serenidad para ofrecer al niño un espejo de autocontrol y contención emocional.
2. Recuerda: solo son niños
La segunda técnica es tan necesaria como olvidada: tener presente en todo momento que los hijos son niños, y como tales, su comportamiento es inmaduro, impulsivo y a veces ilógico. Exigirles reacciones adultas, racionales o controladas es tan inútil como injusto.
Bilbao anima a los padres a aceptar la infancia tal y como es: una etapa de aprendizaje en la que los errores, las rabietas y los “no quiero” son parte del proceso.
3. Mostrar frustración sí, perder el control no
La tercera clave se centra en el manejo emocional adulto: no se trata de evitar el enfado o la frustración, sino de mostrar cómo se puede sentir todo eso sin perder el control. En otras palabras, es válido estar cansado, harto o irritado, pero lo importante es cómo se expresa.
Modelar una reacción emocional sana, verbalizando el malestar con respeto y sin gritar, es una herramienta pedagógica poderosa. “Estoy muy cansado y necesito un momento de silencio” puede tener más efecto que un grito o una amenaza.
4. Sé la solución, no parte del caos
Por último, Bilbao propone un cambio de enfoque fundamental: cuando un niño tiene un problema emocional, lo que necesita es un adulto que le ayude a encontrar la salida, no uno que se sume a su tormenta. Esto implica alejarse del juicio o el castigo inmediato y acercarse al niño desde la empatía y el acompañamiento.
Si un niño llora, grita o se descontrola, probablemente está teniendo un problema para el que no tiene herramientas. El papel del adulto, en ese momento, es actuar como regulador emocional, no como adversario.
Vacaciones en paz, con consciencia y humor
Las vacaciones pueden ser una oportunidad maravillosa para estrechar lazos familiares, pero también suponen un reto para la paciencia. Aplicar las estrategias de Álvaro Bilbao no solo ayuda a evitar conflictos innecesarios, sino que contribuye a construir un entorno emocionalmente seguro en el que tanto adultos como niños se sientan respetados y acompañados. Porque, al final, no se trata de tener hijos perfectos, sino de ser los adultos que necesitan mientras aprenden a vivir.