Isabel Coixet, sobre sus collages en el Thyssen: “Puedo morirme después de esto”

La cineasta catalana irrumpe en el Thyssen con una exposición secreta y fragmentaria, 'Aprendizaje de la desobediencia', que desvela su universo íntimo entre retazos, texturas y desgarros visuales

Isabel Coixet.
KiloyCuarto

Hay exposiciones que llegan con la fanfarria de lo esperado y otras, como la de Aprendizaje de la desobediencia, que se cuelan de puntillas, como si pidieran permiso para existir. La nueva muestra del Museo Thyssen es de esas joyas que uno encuentra al final de un pasillo, en un rincón casi escondido del edificio, como un postre olvidado que se sirve después de la sobremesa. Es, según su autora, lo que “te dan cuando ya no tienes hambre”. Y ella feliz de que así sea.

Pero el sabor que deja no es menor. En ella, Isabel Coixet, una de las voces más singulares del cine europeo, despliega por primera vez su obra como collagista. Lo hace con la inseguridad desarmante del que no busca ser admirado. “Llegué aquí con mi carpeta y me sentía absurda”, confiesa la directora en alusión al director del museo, Guillermo Solana, a quien le enseñó sus recortes, “pero ahora siento que soy una absoluta impostora, y estoy muy cómoda siéndolo”.

La exposición, que ha sido comisariada por Estrella de Diego y apadrinada por el director artístico del museo, Guillermo Solana, presenta una selección de obras realizadas durante años en la sombra. Un trabajo sostenido y sistemático que, como señaló De Diego, “no es una mera afición plástica, sino una práctica paralela al cine, con un lenguaje propio, una dedicación decidida al medio del collage”.

'Vous savez, je suis de ceux qui préfèrent se taire que ne rien dire', 2015. Collage sobre papel. Isabel Coixet
‘Vous savez, je suis de ceux qui préfèrent se taire que ne rien dire’, 2015. Collage sobre papel. Isabel Coixet

Solana lo resume con precisión: “Los mejores hallazgos son los menos esperados, y la vida, como los collages de Isabel, es una serie de encuentros y coincidencias”. Fue precisamente así como se gestó la muestra: por una intuición. Coixet llamó a Estrella de Diego y le enseñó sus recortes, y ella aceptó el reto con devoción. “Gracias, Isabel, por dejarlo en mis manos; lo he tratado lo mejor que he podido”, dice.

Lo cierto es que Coixet llevaba años trabajando en unos collages de papeles y fotos que recuerdan a los planos preparatorios que utilizaban algunos directores de Hollywood, que no dejaban nada al azar. Hay una continuidad entre lo que la cineasta exige de los espectadores en sus películas y el lugar narrativo donde colocan sus collages a los visitantes. Estas obras conectan con la gran tradición vanguardista del género –de Hanna Höch a Kurt Schwitters– y vinculan a Coixet con una cierta precariedad, con ese modo de trabajar con poco que, de alguna manera, la realizadora persigue también en su cine. Aunque ella niega “perseguir nada”.

La urraca y el cine

El título, Aprendizaje de la desobediencia, recoge el espíritu de una creadora que se ha movido siempre al margen de los moldes. “Empecé sin pensar, porque tengo un poco de diógenes”, dice entre risas. “Mi animal espiritual es la urraca o el cuervo, me gusta acumular papeles, fotos, revistas, cosas absurdas… y de ahí nace el collage”. Un título de propiedad de una casa en Catania de los años veinte, una hoja parroquial con una imagen de Mussolini, una flor desmembrada… Todo cabe en ese archivo íntimo que siempre ha acumulado, pero ahora con una excusa.

'Il me connaît mieux que moi-même', 2023. Collage sobre lienzo. Isabel Coixet
‘Il me connaît mieux que moi-même’, 2023. Collage sobre lienzo. Isabel Coixet

Coixet habla del collage como un cine sin cámara. “En los autorretratos está el cine”, explica. Para ella, cada pieza es una narración por fragmentos, una forma de desorden deliberado. “Cuando resignificas un material de forma lineal, estás siendo obediente. Y yo quiero ser desobediente”. Esa desobediencia —más intuitiva que ideológica— tiene también una textura: “La textura tiene algo espacial, tiene que ver con cómo se construye una película”. El montaje como forma de ver, de romper el encuadre.

“De niña odiaba las manualidades. Pensaba que no tenía ningún sentido hacer cosas con las manos. Mi madre temblaba cuando llegaba el Día de la Madre porque sabía que mi regalo iba a ser una chapuza. Yo quería leer, ver películas y contar historias. Mi hija me dice que yo soy más del ‘ser’, y ella del ‘hacer’. Pero qué hay de malo en el ser, me pregunto yo”. Isabel Coixet siempre ácida, irónica, algo cínica.

El anacronismo andante

“Todos somos anacronismos andantes”, aseguró durante la presentación. “Sigue conviviendo en mí la niña de seis años que odiaba las manualidades, la adolescente que odiaba todo en general, y la mujer que soy hoy… que sigue odiando todo”. Esa memoria fragmentaria, líquida y persistente, es el combustible de su trabajo: “Para mí la memoria es… la memoir, c’est moi”.

Isabel Coixet, en su exposición en el Museo Thyssen, 'Aprendizaje de la desobediencia'
Isabel Coixet, en su exposición en el Museo Thyssen, ‘Aprendizaje de la desobediencia’

Y al igual que en su cine, los collages no huyen del humor, la ironía ni la provocación visual. Flores que dinamitan su propio romanticismo, frases que rozan el nihilismo o el chispazo político (“My homework is to practice civil disobedience”, leía uno; “Your prayer will be answered never”, otro). En uno aparece Annie Ernaux; en otro, múltiples variaciones de una misma figura femenina sobre fondos rojos: “Creo que soy la persona a la que el rojo le sienta peor de la historia, pero lo uso todo el rato. No en mi cine, nada de sangre, nada de prendas rojas, qué horror. Pero sí en un fondo”.

¿Cine colateral?

Guillermo Solana planteó una pregunta que sobrevoló toda la presentación: ¿hay relación entre estos collages y su obra cinematográfica? Coixet lo duda. “No lo sé. Sé la mochila que llevo detrás de la cámara, y no es diferente de la que llevo cuando hago estas cosas”. Aun así, reconoce que frases e intuiciones han saltado de un soporte al otro. “Hay dos frases que he utilizado en dos películas, como esa idea de que ‘todo el mundo ha tomado ya una foto de todo’. Es una idea que me obsesiona. Cada vez hago menos fotos. Me causa horror ese momento de la gente en Ibiza aplaudiendo una puesta de sol y haciéndole fotos que jamás van a ver. Debería estar prohibido hacer fotos al atardecer, igual que rodarlo. Me ahoga la sobredosis visual”. Frente a eso, el collage ofrece resistencia: “Es una forma de fijar cosas que no se pueden fijar de otra manera”.

Lo que sí parece evidente es que hay una sensibilidad común: “Encuadrar, romper el encuadre, elegir un punto de vista”, describe. “He estado toda mi vida detrás de una cámara. El mundo, para mí, tiene un encuadre de 35 mm”.

'Guérillero de canapé', 2014. Collage sobre papel. Isabel Coixet
‘Guérillero de canapé’, 2014. Collage sobre papel. Isabel Coixet

“Pollock, Proust e Isabel Coixet”

Entre bromas y confesiones, dejó caer una frase que condensa la emoción que la exposición ha despertado en ella: “Uno de los grandes highlights de mi vida es que en el Thyssen pusieron ‘Pollock, Proust e Isabel Coixet’ como protagonistas. Me puedo morir después de esto”.

El cine, la fotografía, la escritura, los collages… ¿Quiere Coixet que la percibamos como una sola cosa, como una forma de estar y habitar el mundo? ¿Qué quiere decirnos con sus collages? “Prefiero no pensar, prefiero no sufrir. Evidentemente sí que me gustaría que las personas que vean mi… evito deliberadamente decir la palabra ‘obra’, porque una obra nunca es del todo tuya, pero sí que me gustaría que quienes vieran mis collages sintieran cosas, aunque no sean las que yo quiero”, responde con cierto desdén. “Siempre recuerdo una frase de Billy Wilder que me ha acompañado desde los 14 años: “Hay personas que tiran dardos y alrededor de ellos dibujan la diana. Otras personas saben dónde está la diana y tiran dardos”.

Es la primera vez que se muestran sus collages en un museo. No había un plan. Fue, como casi todo en su carrera, una deriva feliz. “En mi mapa mental los collages ocupan cada vez más espacio. Acabo de terminar una serie. Ahora quiero terminar el montaje de una película que rodé en Italia… y después, seguir haciendo collages”.

Guillermo Solana, Isabel Coixet y Estrella de Diego en la presentación de la exposición 'Aprendizaje de la desobediencia' en el Museo Thyssen
Guillermo Solana, Isabel Coixet y Estrella de Diego en la presentación de la exposición ‘Aprendizaje de la desobediencia’ en el Museo Thyssen

A veces el arte no necesita más relato que su propia presencia. O como dijo ella misma, riendo: “Sé que ahora todos los artistas se quejan de que tienen que tener un relato, pero en la ausencia del relato está el relato”. En esa grieta, entre lo dicho y lo oculto, entre el cine y el papel, entre el encuadre y su ruptura, habita Isabel Coixet. Guerrillera de canapé, recolectora de fragmentos, impostora por elección. Y maestra de ese arte delicado de narrar sin necesidad de explicar.

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