Annie Ernaux, Nobel de Literatura: “Lo femenino es tan universal como lo masculino”

La ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2022, ha visitado la Filmoteca Española para presentar ‘Los años de Super 8′, un documental reconvertido en diario visual.

Annie Ernaux, en su visita a Madrid, en la Filmoteca Española
Annie Ernaux, Premio Nobel de Literatura 2022, en su visita a Madrid, en la Filmoteca Española

Gran expectación en la Filmoteca Española. Tras atravesar sus puertas, caminando entre sus butacas abarrotadas se abre camino una de las escritoras más relevantes del panorama actual. Lo de haber ganado el Premio Nobel de Literatura en 2022 viene solo a confirmarlo: es consecuencia, no causa. Annie Ernaux (Lillebonne, 1940) ha acudido a nuestro país junto a su hijo, David Ernaux-Briot, para presentar la película Los años de Super 8, montada a partir de sus grabaciones familiares. Además, acaba de publicar Lo que ellos dicen o nada (Cabaret Voltaire), una de sus primeras novelas, y la traducción catalana de El lugar (Angle), el libro sobre la muerte de su padre con el que se ganó la fama a mediados de los ochenta.

Ambos nos desean un feliz visionado y la sala principal del Cine Doré se oscurece. Ante los ojos de los espectadores se suceden imágenes mudas en las que se desarrolla una íntima vida familiar: una pareja (si bien el varón aparece en contadas ocasiones) y dos hijos que van creciendo y evolucionando a lo largo del metraje, que muestra mayoritariamente viajes familiares y alguna escena cotidiana. El trabajo de ensamblaje de los vídeos caseros de la familia Ernaux ha sido conjunto entre madre e hijo, pero fue la escritora quien le mandó un audio con la voz en off que acabaría convirtiéndose en la narración de su intrahistoria: de nuevo, lo pequeño, íntimo y privado llevado a categoría universal.

Póster de la película 'Los años de Super 8'

Póster de la película ‘Los años de Super 8’, de Annie Ernaux

En el documental, la autora parte de su divorcio para enarbolar una conjunción narrativa sobre la vida y sociedad de principios de los años 70. Sus viajes, la intimidad que acaparaba la sala cuando el silencio tomaba las riendas del hogar familiar y las páginas de un diario reconvertido en hoja de ruta universal se quedan mudas cuando la propia Ernaux narra: “Parezco una extraña contemplando su propia vida”.

“Mi madre es portadora de la memoria de esa época, por eso le propuse que hiciéramos una película. Tardamos tiempo en ponernos de acuerdo, aunque ‘sobre nada’, ya que ella ha tenido total libertad en su texto. Yo no he intervenido en absoluto”, explica David Ernaux-Briot en el pequeño coloquio que se produce tras el visionado. “Mi madre sería guionista, porque es un texto literario, y yo director”. Sin embargo, el cineasta es consciente de que el alcance la obra de su madre va más allá de la vida familiar: “En el interior de una escena singular hay un enorme fragmento de lo colectivo. Por eso no he hecho que Annie Ernaux intervenga, sino que he reunido o convocado una época”.

Carácter colectivo

“Quería escribir sobre mi origen social y sobre cómo había pasado a un mundo más burgués”, explica. Rememora “los pantalones de campana” que vestía en la cinta y cómo el guion del documental, escrito por ella, es un viaje doble por la memoria política de una familia. Londres, España, la Moscú soviética y la Chile de Salvador Allende son algunas de las postales de una memoria fotográfica que bebe de lo ajeno para retratar lo íntimo.

Sin embargo, a pesar de que su vivencia personal se ha universalizado (de forma transgeneracional), ella es tajante sobre este punto: “Nunca he pensado en contar mi vida. Escribía la vida, atravesada por cosas similares: nacimiento, infancias, dolores, sexualidad… todo tipo de experiencias humanas. La observación es mi terreno de escritura, y está llena de interrogantes; cosas que me han ocurrido y no puedo guardar para mí. La escritura es mi herramienta; es una herramienta de conocimiento. A través de los otros acabo llegando a mí misma”.

“Nunca he pensado en contar mi vida. Escribía la vida”

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, con la escritora Annie Ernaux en la Filmoteca Española

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, con la escritora Annie Ernaux en la Filmoteca Española

Respecto a la película, que para Annie Ernaux “pedía existir”, afirma que no retrata la vida de una familia, sino las ideas que subyacen: “”Una familia no tiene historia, más allá de los eventos internos, pero al mismo tiempo en esta familia está reflejada la historia de los años 70. De la misma memoria de la que tiré para escribir Los años he tirado para narrar esta época”. La única “preocupación” de la autora cuando abre su cuaderno es “relacionar la escritura con lo real: nunca escribir una frase porque es bella, sino únicamente porque es cierta. Lo que me sostiene desde que escribo es eso: es el sentir, el saber, que es exactamente lo que siento. ¿Entonces cuál es el criterio? Es una sensación”. Saber que lo que relata es exactamente lo que siente, lo que la sostiene a la hora de abordar el papel. “Creo que las palabras son como piedras y, cuando ya no tengo fuerzas para moverlas, sé que es momento de pasar a otra frase”.

El desclasamiento

Annie Ernaux escribió que su objetivo era “vengar a su raza”. Ahora añade: “Vengar a mi raza y vengar a mi sexo es una misma cosa”. En la película aborda también esta clasificación, esta raza y este sexo que es también una clase social: ella entra de nuevo, junto a su marido Philippe, en la nueva vida burguesa. Y ahí aparece la vergüenza de clase. “¿Por qué hay, en la Francia actual, tanta desilusión que conduce a extremos? Porque ya no hay esperanza de una vida mejor”. La escritora reconoce que es el alba de su reflexión, una reflexión que es a la vez política, literaria y feminista. “Esta película representa todo ello.

“Vengar a mi raza y vengar a mi sexo es una misma cosa”

La francesa, aunque reticente, se vio obligada a hablar de su escritura, su obra y el cambio de época que reflejó en sus libros. Los años, Pura pasión y Memoria de chica son paradigmáticos de una nueva formad de estar en el mundo. “Tenía 48 años y me preguntaba: ¿tengo que estar en casa? ¿Tengo que dejarlo todo y ocuparme de mis hijos? Y a la vez, sabía que las mujeres con amantes eran maltratadas por la sociedad. Por eso pensé que tenía que escribir el cambio, el devenir de las mujeres. No es el mundo de las mujeres el que ha cambiado, es el mundo en general”, relata, a la vez que define su forma de escribir como “bricolaje intelectual”.

'El acontecimiento', de Annie Ernaux

‘El acontecimiento’, de Annie Ernaux

La universalidad de lo femenino

En Mira las luces, amor mío, Ernaux llevó la trama de la novela a los pasillos de un supermercado, forjando la idea de que “en la literatura no hay jerarquía”, pues “todo puede ser escrito”. “En los años 80 iba al Carrefour y recuerdo haberme dicho: ‘¿por qué no se habla de los supermercados en los libros si vamos todas las semanas?’. Me pareció muy curioso”, explica. Todos los temas importan para la francesa, de la clase social a la vergüenza, de la maternidad a la política. “Para mí, lo femenino es tan universal como lo masculino. Diciendo esto, suprimo la dominación masculina y su preeminencia. Lo femenino contiene lo que puede ser universal”.

Tanto en Los que ellos dicen o nada como en Los armarios vacíos, con su particular estilo de “autosociobiografía”, retrata las crisis adolescentes. ¿Cómo se hace retrato fiel a la adolescencia cuando han pasado tantos años desde su adolescencia? “He sido muchos años profesora en un instituto con chicos de esa edad, y veía esa transfusión en cierta forma, ese intercambio entre lo que yo había podido ver entre adolescentes y el meterme en su piel. De todas formas, es algo que escribí cuando tenía 35 años; estaba más cerca de la adolescencia que ahora, aunque mi madre destruyó mis diarios de los 16 a los 22 años, así que no guardo nada preciso de esa edad”.

A la vez, en estos relatos concretos parece que el amor va siempre acompañado de lo violento, lo irracional, como si el amor no guardara espacio para la ternura o la delicadeza. “En este plano no puedo dar explicaciones, porque todo eso es independiente de mi voluntad; es mi visión de las cosas. Constato que es así, estoy de acuerdo. Muy a menudo he oído esta observación sobre mi escritura. Como que no hablo de mis hijos en mis libros, que es una reflexión bastante sexista. ¡Nunca le reprochan a un hombre no hablar de sus hijos!”, contesta, ciertamente cansada de las mismas observaciones.

Y aunque tanto en el documental como en su escritura se trasluce cierta amargura, cierto peso de la crianza y la soledad, Annie Ernaux es clara a la hora de negar un ataque a su exmarido, ya difunto: “La idea de venganza me es totalmente extraña y ajena. Quería vengar a mi raza pero tiene un sentido totalmente diferente, es algo global. De lo que hablamos aquí es restablecer la dignidad del mundo en el que yo nací, de donde yo provengo”.

'La mujer helada', obra de Annie Ernaux

‘La mujer helada’, obra de Annie Ernaux

La escritora reconoció también, como escribía en Los años, cómo cambia la dimensión vivida de la historia: “Todavía me veo atravesada por el tiempo, y por otro tiempo. Se le puede dar el nombre de vejez”. Sus percepciones cambian, aunque sus pensamientos permanezcan, a medida que se hace mayor. Y de nuevo, preguntada por el pudor, Annie Ernaux saca su garra: “No me lo planteo. El pudor sería no exponerme. Y además, cuando escribo no soy yo, no me exhibo desnuda en la calle. La palabra pudor no tiene cabida si se escribe buscando algo de la verdad, de la realidad. De igual manera, siempre se plantea esa pregunta a las mujeres y no a los hombres. ¿Por qué? Habría que investigarlo”, concluye, entre ovaciones.

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