Jane Fonda habla, no como actriz, sino como una veterana que ha sobrevivido a Vietnam, a Nixon, al machismo de Hollywood, a los ochenta y a sí misma. Esta vez, el destinatario ha sido Donald Trump. Otra vez, habría que decir.
“Trump ha hecho un pacto con el diablo”, ha manifestado la protagonista de clásicos como Descalzos por el parque o Barbarella. Y el diablo, aclaró, es la industria de los combustibles fósiles. Así, sin matices. Con la contundencia de una mujer que ya ha probado todas las formas de la paciencia y ha elegido la impaciencia como postura vital.
La escena tuvo lugar el pasado 22 de abril en el jardín norte de la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, durante un acto organizado por Greenpeace y Earth Alliance. Junto a ella estaban activistas medioambientales, jóvenes líderes del Fridays For Future y algunas figuras como la actriz Rosario Dawson y la indígena ecuatoriana Nemonte Nenquimo, símbolo de la defensa amazónica. El evento sirvió para lanzar un manifiesto internacional contra el retroceso climático que, según Fonda, “ya no se mide en grados, sino en vidas”.
Vestida de activista -que es otro de sus personajes, pero quizá el más auténtico-, Fonda se presentó con la Tierra a cuestas y la conciencia por delante. “Nos está matando”, dijo.
La declaración de guerra
En su declaración final, micrófono en mano y con el cielo neoyorquino cargado de gris, Fonda soltó una frase que sonó más a advertencia que a consigna: “No quiero que mis nietos me recuerden como alguien que lo supo todo y no hizo nada. Quiero que me recuerden gritando hasta el final”.
No es la primera vez que la icónica actriz lanza dardos contra Trump. En los últimos premios Oscar, subió al escenario y pronunció unas palabras en las que, sin mencionarle directamente, nadie necesitó subtítulos para entender a quién se refería. En las redes sociales, su discurso se convirtió en una declaración de guerra con la misma velocidad con que ella, en otra época, se convirtió en icono antibélico.
Jane Fonda, una vez más, no está busca redención. Busca justicia y no quiere reconciliarse con el sistema, sino derribarlo, según asegura, antes de que nos lleve a todos por delante. A sus 87 años, todavía sabe cómo gritar sin perder el aliento.