La mujer y el mundo el toreo han tenido tradicionalmente una relación bastante complicada, y es que el toreo, como muchos otros aspectos de la vida, estuvieron hasta hace poco muy plagados de machismo. Ahora bien, eso no quiere decir que no hubiese grandes mujeres que, luchando por sus derechos, lograsen hacerse un hueco en ese mundo tradicionalmente masculino. Este es el caso de Juanita Cruz, una joven mujer que logró, a principios del siglo XX, y con una valentía indiscutible, cumplir su sueño de ir a lidia con el mismo orgullo y porte que cualquier torero.
Juana Cruz de la Casa, conocida en los ruedos como Juanita Cruz, nació en el año 1917 y desde muy joven mostró una afición por el mundo de la tauromaquia. En 1932, con poco más de 15 años, estoqueo su primer becerro en la plaza en la plaza de toros de León. Los asistentes afirman que aquello fue un espectáculo, y hasta la prensa nacional se hizo eco. Pero aquí comenzaron los problemas de Juanita, que vio como el ministro de Gobernación, Casares Quiroga, invocaba la normativa de 1908 por la cual las mujeres no podían torear.
En ese momento, las expectativas de la joven torera no eran buenas, pero en ningún momento se rindió. Con el valor propio de la profesión que quería, se lanzo a la lidia, pero a una legal. Junto con su apoderado, y luego marido, Rafael García, comenzó una ardua lucha de reclamaciones contra la legislación, defendiendo su derecho a ser libre y ejercer la profesión que deseaba, independientemente de las críticas o intentos de menoscabo.
En 1933, y con poco más de 17 años, tomó la decisión firme de hacer frente al gobierno y a los estereotipos. En ese año, dirigió una instancia al ministro por la cual pedía que se derogase la norma que impedía a las mujeres torear a pie, y lo hacía utilizando las armas que el nuevo régimen republicano había traído. Es decir, la Constitución y la igualdad- más normativa que efectiva- entre hombres y mujeres.
De acuerdo con su escrito, esta norma de 1908 era anticonstitucional, pues en la Carta Magna de la República se recogía en el artículo 124 que “No será fundamento de privilegio jurídico el sexo”. Además, el artículo 33 afirmaba que “Toda persona es libre de elegir profesión”.
Aunque en un comienzo no se le hizo caso, Juanita siguió toreando a través de permisos especiales de los gobernadores, pues algunos le dieron su apoyo. Aún así, no sería hasta el año siguiente, 1934, con el cambio de gobierno, cuando Rafael Salazar, del Partido Radical, tomaría en cuenta su solicitud y se permitiría que las mujeres toreasen.
Juanita iniciaría entonces una exitosa carrera en España, aunque siempre torearía en territorio nacional novillos, es decir, toros de menos de 3 años. De hecho, en 1936 lograría participar en los festejos de las Ventas, en Madrid, plaza inaugurada hacía poco. Su habilidad causó sensación.
Aunque siempre hubo críticas, y numerosos periódicos como Torerías llegaban a dudar de su feminidad, muchos otros se entregaron al talento de la joven. De entre estos, tal vez destacan las afirmaciones de El Noticiero Universal, que recoge la Biblioteca Nacional de España, en la que se carga contra aquellos toreros que la menospreciaban por ser mujer “¡Cuántos toreros que presumen de machos debieran tomar nota de esta señorita!”
Pero le atrapó la guerra. Tras el inicio de la Guerra Civil, Juanita se fue a Hispanoamérica, donde lograría tener una exitosa carrera en el mundo de la tauromaquia, pues las plazas allí eran más proclives a permitir la participación de mujeres. Tomaría la alternativa- su bautismo como torera- en 1940, y desde entonces su fama crecería aún más.
Pero no ocurriría así en España. El nuevo régimen surgido tras la Guerra Civil no era proclive a la participación de las mujeres en los festejos, y menos aún, de las filiaciones republicanas de Juanita Cruz. Y es que cuando Serrano Suñer, ministro de Gobernación del Régimen de Franco en los primeros años, pregunto sobre el caso al recibir las peticiones de Juanita de torear, sus asesores le contestaron en tono de burla “Si es roja, señor ministro, y enemiga de Franco”.
Por desgracia, nunca podría volver a torear en España, pero como siempre, su carácter no se amedrentó. Cuando le informaron de que en España no le dejarían ejercer su profesión, afirmó a su marido “Vaya, ya me lo han ganado estos toreros, y ha tenido que haber una guerra civil para que me vencieran”. Olé por Juanita Cruz.