En una sala de audiencias de la Corte d’Appello de Roma, el escritor Roberto Saviano ha escuchado la sentencia que lleva esperando casi dos décadas. Los jueces han confirmado la condena por amenazas mafiosas contra Francesco Bidognetti, uno de los capos históricos del clan de los Casalesi, y su abogado Michele Santonastaso. Una amenaza lanzada en 2008 durante el llamado “maxiproceso Spartacus” que marcó un antes y un después en la vida del autor de Gomorra.
La sentencia confirma las penas impuestas en primera instancia: un año y medio de prisión para Bidognetti y un año y dos meses para su letrado. Aunque las penas son simbólicas —ambos condenados no cumplirán prisión efectiva—, el fallo tiene una gran carga moral y jurídica: reconoce el carácter mafioso de la amenaza y su intento deliberado de intimidar a Saviano y a la periodista Rosaria Capacchione, también presente en la sala.
“Me han robado la vida, y yo me la he dejado robar”, dijo Saviano, roto en lágrimas, tras abrazarse largamente con su abogado. Su emoción, incontrolable, llenó la sala. “Quiero subirme a una moto, quiero caminar por la calle…”, expresó con tristeza, sabiendo que la condena no le devuelve la libertad de la que fue despojado hace años.

En marzo de 2008, Santonastaso leyó en un tribunal un texto firmado por Bidognetti en el que se señalaba directamente a Saviano y Capacchione como responsables de la condena que recaería sobre los mafiosos si el juicio concluía desfavorablemente para ellos. “Se trató de una estrategia para intimidar y condicionar no solo a los periodistas, sino a los jueces que debían dictar sentencia”, subrayaron los magistrados.
Testigo protegido
Desde entonces, la vida del escritor napolitano cambió radicalmente. A sus 29 años, fue evacuado por la policía y colocado bajo protección permanente. Una existencia marcada por la reclusión, el miedo y una visibilidad no siempre deseada. En varias entrevistas, Saviano ha reconocido que si hubiera sabido lo que le esperaba tras la publicación de Gomorra, quizá no habría escrito el libro.
En un artículo publicado el mismo día en Corriere della Sera, Saviano reconocía: “Esta es la sentencia más importante de mi vida”. Y añadía: “La Justicia, con su lentitud, se convierte a menudo en cómplice involuntaria de las mafias. Los retrasos transforman el crimen en una inversión de bajo riesgo”.
Rosaria Capacchione, veterana periodista de investigación y también amenazada en 2008, se mostró más contenida: “Demasiados años. Pero desde el punto de vista histórico, esto marca un cierre”. La reportera —que tras su etapa en Il Mattino fue senadora por el Partido Democrático— también ha vivido bajo protección y ha denunciado los intentos de descrédito por parte de algunos sectores políticos.

Roberto Saviano, en cambio, ha sido blanco frecuente de ataques desde la derecha italiana. Políticos como Matteo Salvini han llegado a cuestionar públicamente su necesidad de vivir con escolta, tildando su situación de “privilegio”. El escritor replicó en su intervención: “Quienes han puesto en duda mi protección han sostenido la estrategia criminal de quienes creen que la escolta es un premio, cuando en realidad es una tragedia”.
El juicio se había convertido en una obsesión personal para el autor. “Estoy yo en el banquillo. No he tenido la fuerza de protegerme”, escribió en su columna. Y lanzó un mensaje a los periodistas: “No lo hagáis solos. Haced red. No pongáis en juego solo vuestro cuerpo”.
Con la confirmación judicial, Saviano no recupera su vida anterior, pero al menos obtiene una reparación simbólica. “No cambia nada, pero demuestra que no estábamos locos. Que lo que ocurrió fue real, y grave”, dijo, visiblemente afectado. La batalla judicial aún no ha concluido: la sentencia podrá ser recurrida en Casación.