En 1997, Julia Roberts se ganaba (una vez más, claro) el corazón de medio mundo como Julianne Potter, una crítica gastronómica que, a pocos días de que su mejor amigo se case, decide que lo ama y que quiere impedir la boda. Caótica, divertida, carismática y egoísta, este personaje protagonizó uno de los finales más inesperados de la comedia romántica.
Ahora, casi 30 años después, la historia tendrá una secuela pero no será una continuación al uso. La nueva entrega estará escrita por Celine Song, la directora y guionista de Vidas Pasadas (Past Lives), una película que cautivó por su sensibilidad y por su manera honesta de retratar los amores que no fueron. La elección, lejos de ser casual, apunta a una propuesta más introspectiva, menos enfocada en el “felices para siempre” y más interesada en los matices emocionales que dejó el primer filme.
¿Dónde está Julianne ahora? ¿Qué pasó con Michael y Kimmy? ¿Volvió a ver a George, su mejor amigo, ese que le dijo en la escena final: “Quizá no habrá matrimonio, quizá no habrá sexo; pero por Dios seguro que habrá baile”? Preguntas que, si todo va bien, pronto tendrán respuesta.
Aunque todavía no hay confirmación oficial del reparto original, fuentes de la industria señalan que Julia Roberts está interesada en volver a interpretar a Julianne. El regreso del resto del elenco, incluidos Dermot Mulroney (Michael), Cameron Diaz (Kimmy) y, especialmente, Rupert Everett (George), es también motivo de especulación y entusiasmo en redes sociales. Porque sí: nadie ha olvidado aquella escena en el restaurante -con el reparto al completo- cantando I Say a Little Prayer.
La clave del proyecto es que no pretende hacer una copia nostálgica del original. No será una historia de vestidos morados ni de persecuciones en aeropuertos. Será una secuela para una generación que ya no es la misma. Que vivió amores que no terminaron bien, que tomó malas decisiones, que dejó pasar oportunidades y que aprendió -con el tiempo- a perdonarse por todo eso.
El cine romántico de los 90 era más luminoso, más inmediato, más idealista. La mirada de Celine Song, en cambio, nos dice que a veces el amor más importante no es el que tuvimos, sino el que dejamos ir. Y ahí es donde este proyecto se vuelve interesante: en la posibilidad de revisitar a Julianne sin maquillarla, sin convertirla en una heroína, sino dejando que envejezca, que evolucione, que nos cuente su verdad.
¿Qué tipo de historia podríamos ver? Quizá Julianne sea ahora una mujer de mediana edad que vive sola, que mira hacia atrás y se pregunta qué significó realmente aquella boda. Tal vez se reencuentre con Michael. Tal vez no. Puede que siga siendo amiga de George, o que lo haya perdido por el camino. Quizá se cruce con alguien nuevo. O tal vez la historia no trate de encontrar el amor otra vez, sino de entender por qué no lo encontró entonces.
Lo cierto es que el anuncio ha despertado entusiasmo, pero también nervios. Porque La boda de mi mejor amigo es una de esas películas que muchas personas guardan como un pequeño tesoro emocional. Y tocar algo así no es fácil. Pero si alguien puede hacerlo con respeto y sin caer en clichés es alguien como Celine Song, que con su ópera prima demostró que hay otra forma de hablar del amor: más silenciosa, más madura, más honesta.
Lo que está claro es que esta secuela no será una comedia romántica al uso. Y eso, en un mundo saturado de remakes vacíos, podría ser justo lo que necesitamos.