Mujeres no objeto

La píldora anticonceptiva

La píldora anticonceptiva revolucionó la vida de las mujeres al darles, por primera vez, el control sobre su maternidad. Entre avances médicos y polémicas sociales, esta pequeña cápsula se convirtió en símbolo de libertad y cambio

píldora anticonceptiva
Imagen de Kiloycuarto.

Cuando se pregunta por los inventos que más han transformado la vida de las mujeres en el último siglo, la píldora anticonceptiva aparece siempre entre los tres primeros, y no por casualidad. Su aparición permitió por primera vez separar sexo y maternidad, deseo y destino, y ofreció a millones de mujeres el control sobre algo que durante siglos se había considerado inevitable: la fecundidad. Fue una pequeña revolución encapsulada.

El primer anticonceptivo oral combinado se comercializó en Estados Unidos en 1960. Se llamaba Enovid y combinaba estrógenos y progestágenos. Había sido aprobado inicialmente como tratamiento para desórdenes menstruales, pero pronto se hizo evidente su verdadera utilidad: prevenir la ovulación. A partir de ahí, todo cambió.

Pero la historia de la píldora arranca unos años antes. En plena Segunda Guerra Mundial, el químico Russell Marker descubrió cómo sintetizar progesterona a partir del ñame silvestre, una planta mexicana. Aquello abarató enormemente su producción. Más tarde, el fisiólogo Gregory Pincus y el ginecólogo John Rock, con el apoyo económico de la activista Margaret Sanger, llevaron a cabo los primeros ensayos clínicos. En 1956 ya tenían un compuesto eficaz. En 1960, la FDA autorizaba su venta como anticonceptivo.

La acogida no fue unánime. En Estados Unidos hubo que esperar a 1965 para que las mujeres casadas pudieran acceder legalmente a la píldora, y a 1972 para que lo hicieran las solteras. En España no se legalizó hasta 1978, con la llegada de la democracia. Durante años fue vista con recelo por médicos, sacerdotes y sectores conservadores, que la relacionaban con el aumento de la promiscuidad, la pérdida de valores tradicionales o el descenso de la natalidad.

Pese a todo, la píldora cambió el mundo. Permitió que  las mujeres planificaran su maternidad, estudiaran, trabajaran, decidiran. Muchas jóvenes pudieron por fin vivir su sexualidad sin el temor permanente al embarazo. Algunos economistas han hablado incluso de “la revolución tranquila”: la píldora facilitó la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral.

La píldora no estuvo exenta de polémicas. Su alta carga hormonal generó efectos secundarios —náuseas, sangrados, aumento de peso— y se investigó su relación con algunos tipos de cáncer. Surgieron movimientos de crítica, sobre todo en la década de los 70, que denunciaban que las mujeres asumían en solitario los riesgos y la responsabilidad del control reproductivo. Con los años, las dosis hormonales se ajustaron y aparecieron nuevas fórmulas más suaves. También se desarrollaron otras opciones: anillos vaginales, parches, implantes subdérmicos.

En paralelo, surgió la píldora del día después, un anticonceptivo de emergencia que impide o retrasa la ovulación si se toma en las horas siguientes a una relación sin protección. En España se puede adquirir sin receta desde 2009. Se considera una herramienta útil para evitar embarazos no deseados, sobre todo en adolescentes, pero no como método habitual debido a su alta carga hormonal.

Actualmente, más de cien millones de mujeres en el mundo utilizan la píldora como método anticonceptivo. Forma parte de la lista de Medicamentos Esenciales de la Organización Mundial de la Salud. Aun así, no han desaparecido los prejuicios: persisten mitos sobre su efecto en el peso, el deseo sexual o la fertilidad. Y muchas jóvenes denuncian la presión de tener que ser ellas, todavía, quienes se ocupan de la anticoncepción.

La píldora dista mucho de la perfección. No protege contra enfermedades de transmisión sexual, no sirve para todas las mujeres, y no está exenta de riesgos. Pero su aparición marcó un antes y un después. Por primera vez, muchas mujeres perdieron el miedo a su propio cuerpo. Pudieron decir: hoy no. O: todavía no. O incluso: nunca.

Y eso —en un mundo que durante siglos les negó toda decisión sobre su propia carne— fue, efectivamente, la revolución. 

Espido Freire, autora de “La historia de la mujer en 100 objetos” ed.Esfera Libros, ha seleccionado 31 para una saga veraniega en Artículo14 donde hace un recorrido por algunos de los objetos que más han marcado a las mujeres a lo largo de su historia.

TAGS DE ESTA NOTICIA