La víctima de Torremolinos: “Hay mucho machismo que limpiar en el PSOE”

En plena explosión de casos de acoso sexual en el PSOE, hablamos con una de las mujeres que prendió la mecha del #MeToo socialista. "Estoy dolida con Pilar Alegría", explica

Extracto del protocolo anti acoso del PSOE
Kiloycuarto

Victoria (nombre ficticio) es una de las militantes socialistas que, sin pretenderlo, ha forzado al Partido Socialista a mirarse al espejo. Durante años, sufrió el acoso y violencia de un compañero de filas en Torremolinos, Antonio Navarro. Lo hizo en silencio, salvaguardando los intereses del PSOE en un momento especialmente delicado en la política municipal. Cuenta que calló mientras se gestaba una moción de censura que acabaría arrebatando la alcaldía al gobierno local. “Me lo tragué”, resume. Rompió el silencio tiempo después, cuando su vida se volvió “insoportable”.

No fue una decisión sencilla. Cuando dio el paso, no tenía referentes. “Yo denuncié incluso antes del tema de Salazar”, explica. No sabía cómo iba a reaccionar su partido, ni si sería creída. Aun así, decidió hacerlo porque la alternativa era seguir viviendo sin libertad, sometida a un acoso que describe como constante y asfixiante. “No podía seguir viviendo con tranquilidad”, insiste.

El líder socialista de Torremolinos, Antonio Navarro.
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La primera reacción del PSOE en Málaga fue, según su relato, rápida. En apenas tres días, el partido elaboró un informe interno que calificaba los hechos denunciados como muy graves y contrarios a los principios socialistas. “Ahí sí sentí que actuaron”, reconoce. Ese informe proponía apartar al denunciado de todas sus funciones y cargos. Sin embargo, un mes después, el caso pasó a manos del Órgano contra el Acoso del PSOE, creado tras el estallido del caso Salazar.

Se corrió la voz de que había denunciado

El 8 de julio recibió un correo electrónico: el órgano especializado iba a instruir el expediente. Victoria lo vivió como una buena noticia. “Me alegré, porque pensé que personas expertas en la materia le darían un tratamiento más adecuado, más especializado”. El15 de julio mantuvo una reunión telemática con sus integrantes: dos mujeres y un hombre. Salió de ella tranquila. “Fue una reunión larga, me escucharon, me hicieron preguntas, pude hablar sin prisas. Me sentí protegida”.

Pero después llegó el silencio. Pasaron las semanas, el verano, septiembre, octubre. Nadie volvió a contactar con ella. “Mi decepción fue mayúscula”, relata. Asegura que el órgano sabía que su caso incluía un riesgo real para su integridad física. “En mi caso hay un elemento de violencia de género extrema, de riesgo físico. Eso estaba por escrito”. Aun así, no hubo avances.

En octubre decidió escribir de nuevo. Reiteró que se encontraba en una situación de “extrema vulnerabilidad” y advirtió de que, si no se resolvía en un plazo razonable, acudiría a la Fiscalía por su seguridad. Para entonces, además, la denuncia había empezado a trascender. “La gente me decía: ‘Oye, me han dicho que tú has denunciado’. Yo no lo contaba, pero ya se sabía, y eso me daba todavía más miedo”.

Solicitó medidas de protección ante la Fiscalía

El órgano tampoco reaccionó tras ese aviso. Finalmente, el 10 de noviembre, Victoria dio un paso más y solicitó medidas de protección ante la Fiscalía. “Mi partido no me las podía dar”, explica. A día de hoy, sigue a la espera de que se adopten. Sabe que al denunciado se le tomó declaración y cree que se acogió a su derecho a no declarar.

Uno de los aspectos que más la descolocó fue comprobar que el Órgano contra el Acoso no contactó con otra mujer que, según ella, había sufrido un acoso similar por parte del mismo dirigente con anterioridad. Victoria aportó su nombre y datos con autorización expresa. “Era una víctima anterior a mí, con un caso equiparable, y no la llamaron”. Esa mujer, asegura, ha decidido no denunciar ahora por miedo a verse expuesta. “Me comprende, pero no quiere pasar por lo que estoy pasando yo”.

Se sigue cruzando con su agresor

Mientras tanto, el denunciado sigue siendo concejal y diputado provincial, ya que se ha negado a entregar su acta. “Hoy por hoy, puede sentarse a mi lado en un pleno y lo ha hecho”, denuncia. El PSOE le ha pedido que deje sus cargos, pero no lo ha hecho. Para Victoria, esa situación es “gravísima”. “No hablamos de presunción de inocencia penal, hablamos de responsabilidad política y ética”.

Decepción con Pilar Alegría

Su malestar se intensificó al ver la reacción de algunas dirigentes socialistas cuando estallaron las primeras denuncias contra Francisco Salazar. Recuerda especialmente la imagen de la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, comiendo con él tras las primeras informaciones. “No me representa una mujer que se sienta a comer con un hombre denunciado. Me sentí dolida”, afirma. Para ella, ese gesto equivale a cuestionar la palabra de las víctimas. “Si crees a una denunciante, no tienes estómago para hacer vida normal con el denunciado”.

Pilar Alegría y Paco Salazar, en un restaurante céntrico de Madrid
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Victoria cree que el problema va más allá de su caso. Habla de un machismo estructural que sigue operando dentro del partido. “Hay mucho que limpiar”, sostiene. No utiliza la palabra a la ligera. Describe dinámicas de poder, corporativismo masculino y comportamientos que, asegura, eran conocidos. “Este hombre refuma machismo por todas partes. No sorprende a nadie”.

A su juicio, una de las claves para reducir estas situaciones es que haya más mujeres en posiciones de poder real. “El acoso se produce en contextos de abuso de poder. Si el poder está compartido entre hombres y mujeres, es más difícil que ocurra”. Defiende que las mujeres se sienten más seguras para denunciar cuando saben que serán escuchadas por otras mujeres.

Un protocolo que en vez de protegerte, te expone

El desgaste emocional es evidente. Victoria habla de miedo, de exposición, de sentirse sola frente a estructuras que no responden. “El protocolo en teoría está bien, pero si en la práctica no protege a la víctima, no sirve”. Considera que el Órgano contra el Acoso ha fallado estrepitosamente. “Ni ha funcionado ni ha cumplido su objetivo. Si en vez de protegerte te expone, hay que cambiarlo”.

Aun así, insiste en que volvería a denunciar. Y lanza un mensaje a otras mujeres que puedan estar pasando por situaciones similares, dentro o fuera de la política. “Que hablen con su entorno, que no estén solas, que se apoyen en su gente antes de dar el paso”. Advierte de que lo que viene después es duro. “La estrategia del acosador es cuestionar la legitimidad de la denunciante, como si aquí estuviera en juego la honra”.

Victoria no se define como valiente ni como símbolo. “Estoy sobreviviendo”, dice. Pero su testimonio ha obligado a su partido a mirarse de frente. Y ella espera, todavía, que esa mirada tenga consecuencias reales.

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