Si algo tiene Madrid —que late más fuerte que cualquier estatua monumental— es su necesidad incesante de reconfigurarse como un museo a cielo abierto. El arte ya no es una excusa para pasear con café en mano, ni un plan elegante de fin de semana; es una forma ineludible de vivir, discutir y a veces, sencillamente, sentir. Frente a la habitual lista de exposiciones recomendadas por guías que parecen más inclinadas a enamorar a turistas que a provocar a quienes venimos a destrozar nuestras certezas, les propongo hoy otra lectura: ¿qué hay aquí que no podamos ver ya en nuestro reflejo?
Entre las propuestas de esta temporada, la capital acoge una colección de experiencias que, si no te obligan a replantearte el aire que respiras, al menos merecen tu atención sin anestesia. Tomen nota.
El diálogo imposible: Picasso y Klee
Ver juntos a Pablo Picasso y Paul Klee —dos colosos cuya obra se parece tanto como un volcán a un poema de amor— no es simplemente una lección de historia del arte. Es una conversación intermitente entre fuego y silencio. Las pinceladas que Picasso lanza como dardos y el gesto abstracto de Klee, suave como un pensamiento a medianoche, se enfrentan y se atraen en esta muestra. No es un pacto de amistad, ni una cohabitación amable: es una batalla silenciosa por dictar qué entendemos por modernidad.
Y la ciudad —la misma que a veces se enreda en su propio ego cultural— acierta al traerlos juntos. Porque si algo nos falta en tiempos de scroll infinito es ver cómo se contraponen los opuestos sin reducírselos a selfies bonitos.

Nike. Design in Motion—TeamLabs Madrid
Y aquí es donde el centro quizá levanta una ceja: ¿una exposición sobre una marca de zapatillas entre obras de arte? Sí, pero no te equivoques. NIKE. Design in Motion —que se expone en TeamLabs Madrid— no es un escaparate comercial disfrazado de cultura, sino un laboratorio de sensaciones.
La muestra traza un recorrido por más de seis décadas de diseño, desde prototipos que parecían locuras —y que terminaron revolucionando el calzado deportivo— hasta colaboraciones con artistas, deportistas y visionarios culturales. Aquí, el arte no está solo en el producto final, sino en cada boceto, cada pensamiento sobre el cuerpo y el movimiento. Porque el diseño es un gesto ético tanto como estético: nos obliga a pensar cómo habitamos nuestros cuerpos en un mundo que constantemente redefine lo que significa ser activo.
No es casualidad que esta exposición se sitúe en el corazón de Madrid: una ciudad que nunca ha dejado de moverse —ni física ni intelectualmente—, y que convierte lo cotidiano en campo de batalla creativo.
Joan Miró: Solo Show—Alzueta Gallery
Cuando pensamos en Miró, traemos a la mente lo lúdico, lo surreal, lo aparentemente ligero. Pero en esta Solo Show en la Alzueta Gallery, esa apariencia se deshace como un espejismo. La exposición ahonda en la densidad de sus formas, en la gravedad lúdica de sus símbolos y en esa capacidad casi parasitaria que tiene Miró de extraer lo cotidiano para recomponerlo en un idioma propio, tan familiar como inquietante.
Ver Miró no es refugiarse en lo bello: es entender cómo lo inocente puede ser profundamente subversivo. Porque sus colores no son meras notas; son detonadores. Y sus líneas no flotan, sino que señalan hacia aquello que a menudo preferimos no mirar: el misterio, la ambigüedad, el deseo.

Maruja Mallo: Máscara y compás (Reina Sofía)
Y entre estas conversaciones estéticas, la retrospectiva de Maruja Mallo en el Reina Sofía tiene un peso que va más allá de la admiración histórica. Recuperar a Mallo del polvo del olvido no es solo equilibrar estadísticas de género en los museos: es reescribir un archivo donde la audacia no se mide en récords de venta, sino en la coherencia implacable de una visión que desbordó su tiempo.
Hoy por hoy tenemos la suerte de que la capital nos ofrece exposiciones que van más allá de lo meramente esperado o convencional. Líneas de fuga, zonas de fricción, espejos que residen donde menos lo esperamos: entre una zapatilla que marcó épocas, un collage emocional de formas surrealistas y un diálogo silencioso entre dos gigantes del arte moderno. Ya lo saben, en Madrid, este invierno artístico no viene a consolarnos, viene a decirnos que el arte no es una pausa del mundo: es la manera más cruda de enfrentarnos con él. Aprovechen y disfrútenlas. Mis favoritas, dicho sea de paso: Nike y Miró (como no podría ser de otra manera esta última).

