Carmen Pellicer, un ejemplo de líder que peina canas

Ahora, cumplidos los 60, peina canas y es abuela, y afronta esta nueva etapa profesional de su vida con nuevas preocupaciones e ilusiones, su legado y su posible relevo

Carmen Pellicer

Carmen Pellicer. Artículo14

Quien considere que emprender es cosa solo de jóvenes, se equivoca. Carmen Pellicer cambió de vida a los 40. Una crisis vital la llevó a abandonar un trabajo estable como profesora de instituto y emprender con unas amigas. Contaba con el apoyo de su marido, sus cuatro hijos ya habían crecido. Tenía las ganas y las fuerzas necesarias. Era el momento idóneo.

“Ya había creado una asociación con un grupo de compañeras que compartíamos el interés por la formación, había publicado libros de texto, había dado conferencias y charlas como algo complementario y en 2003 decidí dejar mi empleo, crear una sociedad limitada y con otra compañera dedicarme a trabajar por nuestra cuenta. Pedimos un crédito grande y creamos una consultora de formación”. Se lanzó a la piscina sin saber si la aventura saldría bien. Dos décadas después, Carmen Pellicer, presidenta de Fundación Trilema y directora de Cuadernos de Pedagogía, cuenta con casi 400 trabajadores a su cargo.

Ser mujer emprendedora nunca lo vio como un obstáculo. Porque lo suyo es abrir caminos. “Soy licenciada en teología, fui la primera mujer que lo estudió en los años ochenta en Valencia. Me acostumbré a ser asertiva pero cuando llegó el momento de crear la empresa, éramos mujeres con una cultura diferente”, cuenta con el mismo entusiasmo del primer día. La flexibilidad estaba en su ADN y sin darse cuenta lo trasladó a la empresa. “Invitamos al profesor de Harvard, David Perkins, a unas jornadas sobre enseñanza en Valencia y cuando vino a visitarnos al despacho nos preguntó por nuestros horarios. ¡No teníamos! No necesitábamos controlar las horas de entrada y salida, cada una se autogestionaba. El nivel de compromiso era muy alto. Los inicios tienen esa belleza de entusiasmo. Y coincidió que la mayoría éramos mujeres con hijos, algunas compatibilizando el emprendimiento con otro trabajo y sin una infraestructura grande, arriesgábamos mucho pero creíamos en lo que estábamos haciendo”, comenta.

Carmen Pellicer.

Carmen Pellicer.

Cada década que ha pasado al frente de la empresa ha sido diferente.

A los 40, el reto de los inicios.

“A los 40 todavía puedes cambiar radicalmente tu futuro profesional y cambié de vida y de perfil profesional. Tienes margen y por delante hay más tiempo que por detrás, tienes una madurez, ilusión y fuerza. Mi experiencia fue sacrificarme mucho porque los inicios son difíciles”.

A los 50, la recogida de frutos

Cuando cumplió 50 empezó a recoger los frutos de todo el esfuerzo dedicado en años anteriores. “Los cincuenta son ideales, es la década prodigiosa. Si la salud te acompaña, tienes mucha energía y tiempo por delante, ha sido una década donde he visto muchos frutos del trabajo realizado previamente, muy enriquecedora”.

A los 60, el relevo.

Ahora, cumplidos los 60, peina canas y es abuela, y afronta esta nueva etapa profesional de su vida con nuevas preocupaciones e ilusiones. “Te preocupan otras cosas: qué voy a dejar atrás, como consolidar el proyecto y empezar a preparar la salida de la empresa. Tienes que ser responsable y dejar de ser imprescindible. Que el proyecto no sea personalista y que tú no seas imprescindible para que el proyecto crezca sin ti”.

Su experiencia vital ha marcado su propio liderazgo al frente de la empresa. “No es lo mismo ser hombre que mujer, ser madre o no serlo, pasar por crisis y no haberlas pasado, mi experiencia como mujer y madre conciliando con una pareja que me ha apoyado. En este trabajo en el que viajamos mucho, pasamos muchas noches fuera de casa, no es una vida a nivel personal nada fácil. Esto nos hacer ser mucho más comprensivos, me pesa la experiencia de ser cuidadora, yo he pasado ahora por la muerte de mi madre y eso me ha marcado y si viene alguien a decirme que su madre está enferma el convenio me da igual, porque es una experiencia que me ha marcado vitalmente. No me gusta caer en el estereotipo de que lideramos mejor o peor por ser hombre o mujer, es la experiencia que llevas detrás. Creo mucho en que la dirección no puede ser personalista, deben ser equipos que lideren y que incorporen distintos perfiles y experiencias para que tomen decisiones con más sabiduría”.

A sus cuatro hijos nunca les ha preguntado si valió la pena el sacrificio. “Nunca les he preguntado directamente, pero creo que el proyecto de familia ha valido la pena. Ahora soy abuela y es una experiencia también bonita y que también me afecta. Cuando crees que ya no tienes que preocuparte por el futuro de los tuyos llega una nueva generación de la que preocuparte. Entras en el último tercio de tu vida y ya valoras más lo que supone el disfrute personal, estar con los tuyos, es otro momento de conciliación y de nuevo te preocupa el futuro. Educar depende mucho de cuánto amas a los que educas. Y yo ahora pienso en la educación de mi nieta”.

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