A poco más de una hora de Málaga y Granada, me esperaba uno de esos lugares que obligan a replantearse la historia oficial: los Dólmenes de Antequera, monumentos levantados 6.500 años antes que las pirámides de Egipto. Aquí, en silencio, la Prehistoria no es pasado: es presencia.
Menga: la fuerza bruta convertida en templo
Caminar hacia el Dolmen de Menga es avanzar hacia el interior de una montaña dominada por el ser humano. Construido hace unos 6.000 años, Menga es el más antiguo y monumental de los tres, y también el más desconcertante. Nada más entrar, siento que no estoy en una tumba, sino en una catedral primitiva.

Sus gigantescos bloques de piedra —algunos superan las 180 toneladas— sostienen una cubierta que desafía cualquier lógica técnica de su tiempo. Pero lo que realmente me deja sin palabras es su orientación: Menga no mira al sol, como dicta la tradición megalítica, sino a la Peña de los Enamorados, una montaña sagrada con forma de rostro humano. Aquí entiendo que la arquitectura ya era, desde sus orígenes, espiritualidad y paisaje unidos.
Viera: el diálogo con el sol
A escasos metros se encuentra el Dolmen de Viera, más sobrio, más lineal, pero igualmente revelador. Su corredor estrecho conduce a una cámara final que parece diseñada con una precisión casi científica. Viera fue construido después de Menga, y se nota un cambio de mentalidad.
Este dolmen está perfectamente alineado con los equinoccios. En determinados días del año, el sol penetra hasta el fondo del monumento, iluminando el espacio funerario. Al recorrerlo, tengo la sensación de estar dentro de un calendario de piedra, una herramienta para comprender el tiempo, las estaciones y el ciclo de la vida. Si Menga impresiona por su potencia, Viera convence por su exactitud astronómica.
El Romeral: el nacimiento del símbolo

El tercer gran monumento es el Dolmen de El Romeral, ya perteneciente a la Edad del Cobre. Aquí todo cambia. La técnica constructiva es diferente: una falsa cúpula formada por la aproximación de hiladas anuncia una nueva forma de entender el espacio y la muerte.
El Romeral es más íntimo, más ceremonial. Está orientado hacia El Torcal de Antequera, y no hacia un punto astronómico concreto. Al entrar, siento que este lugar no pretende impresionar, sino envolver y ritualizar. Es el dolmen del pensamiento simbólico, de una sociedad más compleja que ya no solo observa el cielo, sino que interpreta el paisaje.
Tres dólmenes, una misma historia
Los tres dólmenes forman un relato completo sobre la evolución de las sociedades prehistóricas: de la fuerza titánica de Menga, a la observación solar de Viera, y finalmente al simbolismo arquitectónico de El Romeral. No es casualidad que la UNESCO los haya declarado Patrimonio Mundial. No son simples tumbas, sino una visión del mundo tallada en piedra.
@senderosenfamilia 📍Visitamos el conjunto arqueológico de los dólmenes de Antequera, en la provincia de Málaga, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco🌏La entrada es totalmente gratuita 💶 Y podrás ver el Dolmen de Menga y el Dolmen de Viera, y el Tholos de el Romeral. #antequera #malaga #dolmen #historia #gratis #familia #unesco #patrimoniodelahumanidad
El Torcal: la visita imprescindible
Antes de marcharme, me acerco a El Torcal de Antequera, a pocos minutos en coche. Sus formaciones kársticas, casi irreales, parecen dialogar con los dólmenes. Caminar entre estas rocas es entender el paisaje sagrado que inspiró a quienes levantaron estas catedrales prehistóricas.


