En un país plagado de fortalezas, algunas se han ganado fama por su belleza, otras por su historia, y unas pocas por su aparente invulnerabilidad. Sin embargo, en la ciudad de Málaga, se alza uno de los castillos más espectaculares y menos accesibles de la geografía española: el castillo de Gibralfaro, una imponente construcción militar que durante siglos ha custodiado desde lo alto a la capital de la Costa del Sol.
Lejos de la fama del castillo de Bellver en Palma o el de Loarre en Huesca, Gibralfaro destaca no solo por su ubicación estratégica, sino también por su espectacularidad arquitectónica y su relevancia histórica. Situado sobre un cerro de 130 metros de altura, este bastión ha sido testigo del paso de fenicios, musulmanes y cristianos, convirtiéndose en uno de los grandes símbolos patrimoniales de Andalucía.
Un pasado de faros, sultanes y reyes
El origen de esta fortificación se remonta a la Antigüedad. Mucho antes de que las murallas actuales dominaran el paisaje, los fenicios ya habían construido en esta colina un puesto con un faro para guiar a las embarcaciones que se aproximaban a la costa. De ahí proviene su nombre: “Gibralfaro” deriva del árabe “Jbel-Faro”, que significa monte del faro.
Pero fue durante el siglo XIV cuando el castillo adquirió su fisonomía actual. Bajo el reinado del sultán Yusuf I de Granada, la estructura fue ampliada y fortificada con el objetivo de proteger la cercana Alcazaba y ofrecer refugio a las tropas musulmanas. Sin embargo, su función defensiva no impidió que fuera conquistado por los Reyes Católicos en 1487, durante la toma de Málaga. Desde entonces, pasó a manos cristianas, y Fernando el Católico incluso lo utilizó como residencia real.
Tal fue la importancia del castillo que se incluyó su imagen en el escudo de armas de la ciudad, consolidando su condición de icono malagueño.

Un gigante de piedra sobre la ciudad
Visitar Gibralfaro no es solo acercarse a un castillo, sino ascender a un lugar donde la historia y el paisaje se funden. La fortaleza cuenta con ocho torreones y una doble muralla, que recorre en zigzag hasta conectarse con la Alcazaba a través del barrio de La Coracha. Esta muralla exterior, junto con la interna que rodea el recinto superior, convierten al castillo en una construcción difícil de penetrar, una auténtica fortaleza en las alturas.
El complejo se divide en dos áreas principales: en la parte más elevada se encuentra la Torre Mayor, de 18 metros de altura, desde donde se puede contemplar toda Málaga; más abajo, el patio de armas y la Torre Blanca completan un recorrido que fascina tanto a historiadores como a viajeros curiosos.
Vistas privilegiadas desde el cielo de Málaga
Uno de los mayores atractivos del castillo de Gibralfaro es, sin duda, su panorámica. Desde sus almenas, el visitante puede disfrutar de una vista inigualable del casco urbano de Málaga, su puerto y la línea azul del mar Mediterráneo. En días despejados, incluso es posible avistar en el horizonte la silueta de los montes del Rif marroquí, al otro lado del estrecho.

Este mirador natural, unido al peso de los siglos que cargan sus piedras, convierte al castillo en una parada obligada para quien visite la ciudad. Un lugar donde, más allá del sol y la playa, Málaga revela su alma más antigua y poderosa.
Una joya andaluza por descubrir
Aunque no siempre aparece en los primeros puestos de las guías turísticas, el castillo de Gibralfaro es una de las grandes joyas históricas de Andalucía. Su acceso, empinado y desafiante, forma parte de su encanto. Y es que a veces, para conocer los secretos mejor guardados de una ciudad, hay que mirar desde lo más alto.