En una provincia marcada por fortalezas medievales, campos de lavanda y aldeas detenidas en el tiempo, Roblelacasa se presenta como uno de los secretos mejor guardados de Guadalajara. Este pequeño núcleo, considerado más bien una pedanía, forma parte de los conocidos “pueblos negros” de la Sierra Norte. Un conjunto de localidades que comparten una arquitectura singular basada en la pizarra.
Aunque muchos viajeros aún no lo conocen, Roblelacasa se ha convertido en un destino codiciado por quienes buscan naturaleza, autenticidad y silencio. Entre sus callejones irregulares y sus muros oscuros, se esconde una de las rutas más hermosas de la provincia: el sendero hacia la cascada del Aljibe.
Un pueblo negro con alma de resistencia
Roblelacasa pertenece administrativamente al municipio de Campillo de Ranas y se sitúa en la cara sur de la sierra de Ayllón. Como muchos de los pueblos negros de Guadalajara, su urbanismo no responde a un trazado regular. Las casas, cuadras y huertos se disponen de forma orgánica, como si el entorno hubiera dictado las normas.
Las viviendas de Roblelacasa están construidas con lajas de pizarra extraídas de la zona. Eso confiere al conjunto un aspecto sombrío y muy característico. Esta estética contrasta con la exuberancia natural de los valles cercanos. En particular, en primavera, cuando el verde se adueña del paisaje.

Uno de los mayores atractivos de Roblelacasa es que desde aquí parte una de las rutas más bellas de la Sierra Norte. Hablamos del sendero hacia la cascada del Aljibe, también conocida como los pozos de Matallana. Se trata de un recorrido de seis kilómetros entre ida y vuelta, ideal para una caminata de unas dos horas y media.
El sendero parte del mismo Roblelacasa y sigue la antigua vía de trashumancia conocida como Camino de Matallana. A medida que se avanza, la vegetación se transforma: los árboles dan paso a arbustos, sobre todo jaras, que perfuman el trayecto. En verano, la falta de sombra exige precaución. Protector solar, gorro y agua abundante son imprescindibles. No te los dejes.
Un salto de agua encadenado
La cascada del Aljibe no es la más alta ni la más caudalosa de la provincia. Pero es sin duda una de las más fotogénicas. Está formada por dos saltos de agua que suman entre 10 y 12 metros, según la época del año. La primera caída tiene unos tres o cuatro metros, y la segunda, de siete a ocho.
Este encadenamiento da lugar a dos balsas naturales de agua cristalina, que recuerdan a antiguos aljibes. De ahí su nombre, claro. En verano, tanto vecinos como visitantes aprovechan estas pozas para refrescarse. Desde Roblelacasa, el acceso a este pequeño paraíso es sencillo, aunque conviene tener precaución en los tramos de bajada.

Si hay un momento ideal para recorrer los caminos de Roblelacasa, es la primavera. Durante abril y mayo, el caudal de los ríos es generoso gracias al deshielo y las lluvias. La vegetación alcanza su punto álgido y los colores estallan por todas partes.
Es en esta época cuando la cascada del Aljibe se muestra más sonora y viva. El estruendo del agua puede oírse antes de llegar al puente que cruza el arroyo del Soto. Y el espectáculo visual se multiplica con los reflejos del sol sobre la corriente. Sin duda, uno de los puntos fuertes de cualquier escapada a Roblelacasa.