Opinión

La elección y la lección de Bolivia

Bolivia
Actualizado: h
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Finalmente se produce el cambio electoral en Bolivia. Algo que había sido abortado hace seis años, cuando Evo Morales intentó ejecutar un fraude para impedir la segunda vuelta, lo que lo terminó sacando del poder. Ya para entonces carecía del apoyo popular suficiente para prolongar por cuarta vez consecutiva su mandato. Luego, intentó gobernar a través de un títere y al salirle mal la jugada, pretendió volver a postularse. Al no poder hacerlo, inhabilitado y sin partido, y en medio de acusaciones de pedofilia, llamó a votar en blanco para desconocer de entrada el inminente cambio.

Es el último miembro originario del “socialismo del siglo XXI” fundado por Chávez, que patentó la fórmula de cambiar la Constitución para prolongar indefinidamente los mandatos en una reedición del caudillismo absolutista más rancio. Ahora Evo quedará como Correa intentando volver al poder a toda costa, amparados por Maduro, quien ya aprendió la lección de no abandonar nunca el cargo, digan lo que digan las actas de votación.

Pero hay algunos que insisten en calificar a estas tiranías de “izquierda” y llaman “derecha” a todo lo que se les opone, prolongando una falacia que copia además el marco narrativo chavista. Como si fuera un problema de ideología. Ojalá. En Latinoamérica tienen décadas luchando por la libertad y la democracia, y por el básico derecho de los pueblos a cambiar. Es algo pre ideológico, incluso pre político.

Una mujer aimara espera frente a carteles del candidato a la Presidencia de Bolivia por el partido Alianza Popular
EFE

La eternización en el poder de los caudillos latinoamericanos

El problema es la eternización en el poder de caudillos que se creen dueños de sus países y piensan que están por encima del pueblo, incluso que son ellos el pueblo. Porque las mayorías cambian de opinión y, por ende, de opción. Por eso un principio de la democracia es la periodicidad de las elecciones. Hay elecciones cada cierto tiempo justamente porque el pueblo tiene derecho a cambiar de opinión y por tanto debe ser consultado recurrentemente. Y no es que la gente cambia de ideología, sino que hace valer su derecho de cambiar de gobierno cuando deja de gustarle, así de simple. Es su derecho y se llama alternancia democrática, conocido también como la ley del péndulo.

Evo Morales - Internacional
Evo Morales dando un discurso público
Shutterstock

Por eso la democracia es plural, o no es. En un sistema democrático se alternan gobiernos de diferentes ideologías que conviven armónicamente. El problema es cuando uno de ellos decide no dejar el poder, violando y cambiando la constitución, y hasta contraviniendo la voluntad del pueblo. En ese punto deja de ser un problema ideológico para convertirse en una lucha de resistencia democrática contra un poder absoluto que termina convirtiéndose en ilegítimo. Si lo reducimos a que el problema es que son de izquierda, le estaríamos haciendo un favor, homologándolos a cualquier otro proyecto democrático, cosa que no son.

El futuro de Bolivia

Además, Rodrigo Paz Pereira, ganador de la primera vuelta presidencial en Bolivia y que ahora debe medirse en balotaje con Tuto Quiroga, proviene de la izquierda y hoy se considera de centro democrático popular, con una propuesta de capitalismo social. Sí señores, el centro existe. Pero era quizás el más diferente, el chico nuevo de la cuadra. Con un discurso pragmático supo interpretar las aspiraciones de cambio, porque al final del día el elector escoge justamente entre esas dos opciones: cambio o continuismo. Y en democracia, cambiar es un derecho. Derecho que todavía hoy no tiene Cuba, Nicaragua ni Venezuela. Y que pretendió eliminar Evo Morales en Bolivia.

En Estados Unidos se han alternado Bush, Obama, Trump 1, Biden y Trump 2. En Argentina gobernó Macri y luego volvió el peronismo, para ensayar ahora con Milei. Y es el mismo pueblo que vota. Un pueblo que decide cambiar, porque es su derecho democrático. Toda hegemonía, de cualquier ideología, que pretenda eliminar ese derecho para perpetuar su proyecto, se convierte inevitablemente en una dictadura. Eso fue lo que intentó Evo, primero cambiando la Constitución, luego violándola, luego haciendo fraude electoral y finalmente, intentando sabotear las elecciones de este año en las que no pudo participar.

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Una mujer camina frente a un mural “Power Women”, en La Paz
Efe

A favor de la alternancia, las elecciones libres y el derecho a cambiar

Aun así, el pueblo boliviano logró la hazaña de superar ese caudillismo absolutista para finalmente imponer su voluntad de cambio. Le costó más de la cuenta por la alcahuetería de buena parte de Occidente que, justamente por ese sesgo ideológico, estaba fascinada con la idea de que un cacique de estilo precolombino gobernara para siempre de forma absoluta un país colonizado hace medio milenio. Como si la democracia, la legalidad y los derechos humanos fueran un privilegio del primer mundo, al que no pueden aspirar todos los países. Vaya racismo disfrazado de buenismo. Todo mal. Ojalá rectifiquen ahora y se pongan del lado de la democracia, que supone alternancia, elecciones libres y el derecho permanente del pueblo a cambiar. Algo por lo que sigue luchando Venezuela, por cierto.

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Jurados cuentan votos al cierre de la jornada de elecciones generales de Bolivia este domingo, en el municipio de Villa Tunari (Bolivia)
EFE/Rodrigo Sura

Por lo pronto, habrá una segunda vuelta histórica en Bolivia, entre dos demócratas que, pase lo que pase, están obligados a entenderse para refundar la democracia con un pacto de Estado incluyente, después de 20 años de caudillismo “masista”. Porque la democracia también es eso, que no se olvide, pactos de gobernabilidad. Que sirva lo de Bolivia también como lección a un mundo ideologizado, para no decir idiotizado, que se aleja cada vez más de los principios democráticos y del paradigma de la convivencia pacífica, que supone la alternancia en el poder en un marco de pluralismo ideológico y programático.