CASA REAL BRITÁNICA

Carlos III ya prepara su funeral (y podría reconciliar a William y Harry)

Planifica su funeral de Estado con gestos de unidad, sostenibilidad y un mensaje claro: su legado empieza en cómo quiere ser recordado

El rey Carlos III se dirige al funeral de estado de la reina Isabel II en Londres en 2022. Fotografía: EFE

En el Reino Unido, la tradición marca que el funeral de un soberano se empieza a preparar desde el momento en que asume el trono. Isabel II lo hizo bajo el nombre de Operación London Bridge, y ahora Carlos III le da forma a su propio adiós con la llamada Operación Menai Bridge, un plan de protocolo riguroso, pero con detalles profundamente personales.

Según la prensa británica, las conversaciones entre el Palacio de Buckingham y el gabinete de crisis gubernamental ya han comenzado a definir el tono y el contenido de esa última despedida que, aunque aún lejana, se construye con una intención muy clara: que no sea solo un evento histórico, sino también un gesto cargado de sentido.

Uno de los puntos más comentados por medios como The Times, Daily Mail, The Telegraph o People es la voluntad de Carlos de incluir de forma visible al príncipe Harry y a Meghan Markle en el funeral. Según estas fuentes, el monarca desea que ambos participen activamente en el cortejo fúnebre y que sus hijos, Archie y Lilibet, estén presentes tanto en Westminster como en Windsor. Se trataría del primer acto real formal en el que la familia completa se reúne desde la muerte de la reina Isabel II. Para muchos observadores, esto podría simbolizar el fin del distanciamiento con los duques de Sussex y mostrar, en su despedida, una versión reconciliada de la familia real.

Más allá de los gestos familiares, Carlos ha querido que su funeral refleje su preocupación ambiental de toda una vida. Desde su juventud ha defendido causas ecológicas cuando aún eran impopulares: agricultura orgánica, reducción de emisiones, protección de la biodiversidad. Ahora, en sus planes funerarios, ha solicitado que el transporte oficial utilice vehículos híbridos o eléctricos, que se evite el uso excesivo de flores importadas y que se prioricen elementos reciclables o reutilizables. Es decir, un funeral de Estado sí, pero sin derroche. Un adiós sobrio, elegante y respetuoso con el planeta.

El rey Carlos III. Fotografía: EFE

En cuanto al formato, el funeral mantendría los ritos tradicionales: capilla ardiente en Westminster Hall durante cuatro días, misa de Estado en la Abadía de Westminster, procesión solemne hasta Windsor y entierro privado en la Capilla de San Jorge. Sin embargo, se espera que la duración del luto nacional sea más breve que el de Isabel II. En lugar de los doce días de 2022, se plantea una jornada de duelo oficial que concluya el mismo día del entierro, mostrando respeto pero sin paralizar al país.

Lo simbólico no estará ausente. Se planea que la corona, el cetro y el orbe real —los emblemas del poder monárquico— sean colocados sobre el ataúd por sus dos hijos: William y Harry, en un gesto de unidad fraterna que evoque el momento en que juntos caminaron tras el féretro de Diana. Aquella imagen marcó a toda una generación. Y aunque hoy sus caminos son diferentes, Carlos ha expresado su deseo de que su legado no esté teñido por divisiones familiares, sino por el perdón.

El funeral también será una oportunidad para redefinir la imagen de la monarquía ante el mundo. Ya no se trata solo de pompa o solemnidad, sino de relevancia. Carlos III quiere que su partida comunique lo que fue su reinado: sobrio, comprometido y atento al equilibrio entre tradición y progreso. La música será clásica, pero intercalada con composiciones de autores británicos contemporáneos. El programa litúrgico incluiría reflexiones personales y textos poéticos, en lugar de lecturas puramente protocolarias.

Y como todo en la monarquía británica, cada gesto cuenta. La asistencia de Meghan Markle ha sido incluida expresamente en los planes como “miembro de la familia”, pese a las tensiones de años recientes. También se ha pedido que no se separen los asientos de los Windsor de los Sussex, ni en Westminster ni en la capilla privada. Es un detalle menor en apariencia, pero profundamente simbólico: la última imagen que el mundo tendrá de Carlos III podría ser la de una familia —al menos por un momento— unida.

El monarca ha insistido, además, en que no quiere una tumba ostentosa. Será enterrado, como su madre, en la capilla de San Jorge, en una tumba discreta junto a sus padres. Sus allegados aseguran que se trata de una elección deliberada, coherente con el hombre que ha sido: alguien que ha preferido el fondo a la forma, y que se ha empeñado en dar ejemplo desde la mesura.

Así, el funeral de Carlos III no será solo un acto de Estado, sino el cierre medido y reflexivo de una vida pública marcada por la tensión entre el deber y la conciencia. En su despedida, como en su vida, intentará dejar un mensaje: que el poder puede ejercerse con responsabilidad, que la historia se puede honrar sin repetirla y que incluso en el final, hay espacio para reconciliar.

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