En París, ciudad donde la moda es religión, Giorgio Armani nos ha vuelto a recordar esta semana que el verdadero lujo no se mide en estridencias ni en grandilocuencias, sino en la capacidad de hacer que algo sea eterno. En su desfile de Armani Privé primavera-verano 2025, con motivo del vigésimo aniversario de su línea de Alta Costura, el diseñador presentó una colección que celebraba su legado y reafirmaba su convicción de que la moda es un arte.
En el Palazzo Orsini, las modelos desfilaban como en una coreografía estudiada al milímetro. No había histrionismo ni efectos teatrales; solo la belleza de un corte impecable; una extensión natural de la filosofía Armani: la elegancia como un acto de equilibrio entre la sobriedad y el detalle. Tampoco ha sido un espectáculo diseñado para impactar en redes sociales ni para viralizarse en cuestión de minutos; era moda en su estado más puro, esa que no necesita traducirse en tendencias porque ya es un lenguaje en sí mismo.
Las chaquetas entalladas, un sello inconfundible de la casa, aparecían en tonos suaves y con bordados discretos, combinadas con faldas de gasa que parecían deslizarse como una segunda piel. Los vestidos de noche, con su caída impecable y su juego de transparencias, recordaban que la sensualidad, en manos de Armani, nunca es evidente. Como guiño a su propio legado, el diseñador recuperó los tonos empolvados y las siluetas refinadas que han definido su visión de la Alta Costura desde aquel primer desfile en 2005.

Cortesía Armani
Un legado que no necesita artificios
Pero más allá de la colección, lo que Armani ha presentado en París ha sido un manifiesto contra la fugacidad de la moda. Hace veinte años, cuando lanzó Armani Privé, el diseñador dejó claro que su concepto de Alta Costura no iba a ser el de los grandes volúmenes ni el de los excesos teatrales. La suya sería una Alta Costura de precisión quirúrgica, pensada para mujeres que no buscan disfrazarse, sino vestirse. Y veinte años después, sigue cumpliendo esa promesa.
Es inevitable pensar en la figura de Armani en este punto. Un diseñador que ha vestido a estrellas de Hollywood y a aristócratas, que ha redefinido el traje femenino y que ha conseguido que el minimalismo se convierta en sinónimo de lujo. A sus 90 años, sigue trabajando con la misma obsesión por el detalle que cuando empezó, sin necesidad de reinventarse cada temporada ni de subirse a ninguna ola pasajera.
Entre las caras conocidas que no quisieron perdérselo destacaron Jessica Biel, Demi Moore, Laetitia Casta, la española Eugenia Silva. Cuando el desfile terminó, salió a saludar con la discreción de quien sabe que su legado está asegurado. El público se puso en pie para aplaudir, pero él, fiel a su estilo, no se dejó llevar por la grandilocuencia del momento. Ni falta que hacía.
Porque si algo ha demostrado Giorgio Armani en estos veinte años de Alta Costura es que la verdadera modernidad no consiste en cambiar cada temporada, sino en permanecer fiel a una idea. Y esa es la gran lección que nos deja su desfile en París: la elegancia no pasa de moda, porque no tiene fecha de caducidad.