Viajes

Una isla y dos capitales, la escapada redonda a Dublín y Belfast

Dos capitales, dos historias y dos maneras de vivir la música y la ciudad, con el mar y los paisajes de película como telón de fondo. Dublín y Belfast, tan cerca en el mapa como en sensaciones, son la prueba de que a veces la mejor escapada no es elegir destino… sino combinar dos

Acantilados en Howth, condado de Dublín. Fotografía: Cahir Davitt

Un vuelo corto, un cambio de hora a favor y dos capitales unidas por apenas dos horas de tren. Dublín y Belfast forman el tándem perfecto para una escapada en la que caben música, historia, paisajes de serie y mucha vida de pubs sin hacer ni un solo trasbordo complicado

Dublín suele ser la puerta de entrada. Desde España, los vuelos directos apenas superan las dos horas y, al aterrizar, el cambio de huso horario regala una hora extra de viaje. Suficiente para dejar la maleta en el hotel y salir a pisar calles. La capital de la República de Irlanda recibe con lo mejor de su carácter: cercanía, humor y música por todas partes.

Basta caminar por Grafton Street, la calle comercial más famosa de la ciudad, para entenderlo. Entre tiendas y cafeterías, la banda sonora corre a cargo de los artistas callejeros que montan pequeños conciertos a cualquier hora del día. Cuando cae la tarde, el foco se desplaza a los pubs. Temple Bar, con su fachada roja y su terraza siempre llena, es el más fotografiado (sobre todo el día de San Patricio), pero la gracia está en perderse por el barrio del mismo nombre y dejarse llevar por la intuición: casi en cualquier puerta se esconden una pinta bien tirada y un grupo tocando en directo.

Quien quiera ir un paso más allá en la agenda musical tiene dónde elegir. Salas como The Workman’s Club, Whelan’s, The Button Factory, Grand Social o Soundhouse tienen conciertos a diario. En Doyle’s los martes por la noche hay sesiones acústicas, y en The Church, una antigua iglesia convertida en restaurante y bar, donde se casó Arthur Guinness, se puede ver danza irlandesa gratis todos los días. Es la manera más sencilla de mezclarse con los dublineses y comprobar que allí la música no es un adorno: es parte del día a día.

Dublín, sin embargo, no vive solo de pubs. Es también Ciudad de la Literatura de la UNESCO y presume de haber visto pasar por sus calles a James Joyce, Bram Stoker u Oscar Wilde. En 2025, Irlanda celebra además el Año Oscar Wilde por el 125 aniversario de la muerte del escritor, una excusa inmejorable para ir tras sus pasos: posar junto a su estatua en Merrion Square, pasear por el elegante campus del Trinity College, la universidad más antigua del país, donde estudió, o visitar el MoLI (Museum of Literature Ireland), donde la literatura irlandesa se convierte en una experiencia muy visual y contemporánea.

Trinity College, Dublín Fotografía: Barry McCall

La ruta de imprescindibles sigue con la Catedral de San Patricio, dedicada al patrón de la isla; el coqueto Ha’penny Bridge, uno de los puentes más fotogénicos de la ciudad; o la Guinness Storehouse, la mítica fábrica convertida en centro de visitantes, donde se descubre la historia de la cerveza más famosa de Irlanda y se brinda con vistas sobre los tejados dublineses. Más allá de los grandes clásicos, la ciudad guarda también sorpresas culturales de acceso gratuito: la Galería Nacional de Irlanda, el Museo de Arqueología y otros espacios de la red de patrimonio irlandés que, el primer miércoles de cada mes, abren sus puertas sin coste, como el Casino Marino, la Custom House, la casa y jardines de Farmleigh o el castillo de Rathfarnham.

Cuando apetece cambiar de ritmo, la naturaleza está a un paso. Una opción muy local es recorrer la Gran Muralla Sur, un larguísimo dique que se interna en la bahía y que permite un paseo diferente desde las torres de Pigeon House hasta el faro de Poolbeg, con el viento del mar como compañía. Otra, subirse al tren de cercanías y bordear la Bahía de Dublín: en poco tiempo se llega a pueblos como Howth, Dún Laoghaire o Malahide, donde esperan acantilados, playas, castillos y marisco fresco servido sin estridencias.

Belfast Fotografía: Christopher Heaney Turismo de Irlanda

Belfast

Cuando ya se ha hecho migas con Dublín, llega el momento de cambiar de capital. El tren hacia Belfast tarda apenas dos horas en unir la República de Irlanda con Irlanda del Norte. Desde abril de 2025 es necesario llevar tramitada la Autorización Electrónica de Viaje (ETA) para entrar en el Reino Unido, incluso si se cruza la frontera por tierra, así que conviene llevar ese pequeño trámite resuelto antes de salir del hotel. El viaje termina en la nueva Belfast Grand Central Station, una estación luminosa y acristalada en pleno centro de la ciudad, perfecta para empezar a explorar nada más bajar del vagón.

Belfast es una ciudad marcada por su pasado industrial y político, pero hoy se muestra vital y creativa. El mejor ejemplo está en Titanic Belfast, el espectacular museo levantado junto a los antiguos astilleros donde se construyó el transatlántico más famoso de la historia. Entre maquetas, documentos, recreaciones y miradores, el visitante se sumerge en la historia del barco y, de paso, en la de la propia ciudad.

No muy lejos, el St George’s Market despliega puestos de comida, artesanía y producto local bajo una estructura victoriana de hierro y vidrio. Es el lugar perfecto para probar quesos, panes, dulces y platos típicos en un ambiente animado, sobre todo los fines de semana. El Museo del Ulster, los jardines botánicos o el imponente City Hall -el ayuntamiento, cuya entrada es gratuita- completan la cara más monumental de la capital norirlandesa.

La música vuelve a ocupar un papel protagonista. En 2021, la UNESCO declaró Belfast Ciudad de la Música, y no es difícil entender por qué: a las grandes salas se suma una red de pubs donde las actuaciones en directo son casi diarias. El Traditional Music Trail propone un recorrido guiado por la ciudad a través de sus canciones, sus músicos y las historias que les acompañan, un plan ideal para quienes quieran escuchar, pero también entender el contexto musical de la ciudad.

Para quien prefiera la historia reciente, los murales políticos ofrecen otra manera de conocer Belfast. Hay visitas guiadas que recorren los principales barrios, explican el significado de las pintadas y ayudan a poner en contexto el pasado conflictivo y la evolución de la ciudad en las últimas décadas.

La Calzada de los Gigantes, en el condado norirlandés de Antrim Fotografía: Sabrina Bechtold (Couchflucht)

La calzada de los Gigantes

Belfast es también la puerta de entrada a una de las rutas paisajísticas más espectaculares de Europa: la Ruta Costera de la Calzada, que discurre hasta Derry-Londonderry. A lo largo de este tramo de costa se encadenan acantilados, playas salvajes, pequeños pueblos y escenarios que los fans de Juego de Tronos reconocerán al instante: allí se rodaron muchas de las escenas más icónicas de la serie. La joya de la corona es la Calzada de los Gigantes, un capricho geológico formado por más de 40.000 columnas de basalto que se adentran en el Atlántico como si fueran una escalera de piedra hacia el horizonte.

Si después de ese festival de paisajes todavía queda hambre de ficción, a pocos kilómetros de Belfast se encuentra Game of Thrones Studio Tour, una visita inmersiva que muestra decorados originales, vestuario, atrezo, efectos especiales y todo el trabajo que hay detrás de las cámaras. Es, literalmente, entrar en los Siete Reinos sin salir de Irlanda del Norte.

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