El 1 de octubre de 2024, Claudia Sheinbaum se convirtió en la primera presidenta de México. Un año después, su mandato se mira en dos espejos: el de las cifras, que muestran avances en seguridad y popularidad; y el de las percepciones, donde persiste la sensación de un país amenazado por la violencia. El contraste marca el ritmo de un Gobierno que heredó casi 30.000 asesinatos anuales y un territorio perforado por el crimen organizado.
Los datos oficiales registran una reducción del 25% en los homicidios en once meses, pero el promedio se mantiene en 65 asesinatos diarios.

La violencia como herencia
La encuesta de Enkoll para El País revela la paradoja: Sheinbaum goza de un 79% de aprobación, pero su popularidad no ha conseguido calmar al 68% de los mexicanos, que sigue considerando que la inseguridad es el principal problema del país norteamericano. “La mayoría de los retos son estructurales y provienen de gestiones anteriores: narcotráfico, feminicidios, desigualdad, corrupción”, enumera Iñaki Rodríguez, politólogo y profesor de Comunicación Política en la UNIR.
Su diagnóstico es claro: “El verdadero termómetro serán las legislativas de medio término, pero por ahora la oposición permanece fragmentada y Sheinbaum ha sabido construir su propia marca política: más técnica y serena que la de López Obrador”, explica en conversación con Artículo14. Esa combinación de calma y continuidad explica parte del respaldo social, pero no despeja la sombra de los cárteles, que siguen controlando amplias zonas del país mientras crecen las voces que tildan a México de “narcoestado”.

Washington, la frontera que nunca cierra
A la violencia interna se suma la tensión con Estados Unidos. Independientemente de los últimos debates -nominales- sobre el golfo de México, lo cierto es que la Administración de Donald Trump ha vuelto a abrir grietas entre ambos países con los aranceles y las deportaciones masivas. “Con Trump la relación bilateral siempre es complicada”, reconoce Rodríguez. Lo novedoso, explica, es la forma en que Sheinbaum intenta responder: “México no es el muro de nadie y la soberanía se respeta”, repite la presidenta.
La migración, coinciden los expertos, se ha convertido en la prueba de fuego. Para Mateo Villamil, sociólogo y antropólogo, “las redadas y encarcelamientos masivos de migrantes en Estados Unidos ilustran esa fricción, pero el trasfondo es mayor: casi el 20% de la población estadounidense es de origen latinoamericano”. En ese contexto, la estrategia de Sheinbaum ha sido la “diplomacia preventiva y el diálogo”, apartándose de la confrontación abierta y reivindicando la “seguridad humana” como marco de actuación.

España y la memoria
Si con Washington la disputa es frontera y arancel, con España el choque ha sido memoria y protocolo. La ausencia de Felipe VI en la toma de posesión abrió una grieta diplomática que recuerda a la carta enviada por López Obrador en 2019, cuando el entonces presidente exigió disculpas al rey por la conquista. Rodríguez, sin embargo, lo matiza: “No es tanto un gesto contra España, sino coherencia con un discurso de memoria histórica que México viene sosteniendo”.
Villamil añade que esa posición se inscribe en un marco más amplio: la diversificación de alianzas del Sur global y el cuestionamiento del pasado colonial como parte de una política exterior más autónoma. Las inversiones españolas siguen fluyendo: “España sigue siendo uno de los principales inversores en México y la relación económica funciona”, recuerda Rodríguez.

Feminicidios, el otro frente
Sin duda, la violencia machista es uno de los retos más complicados para Sheinbaum. A pesar de que el Gobierno asegura que los feminicidios han descendido, la percepción social no acompaña. “Es demasiado precipitado decir que el feminicidio disminuye en México”, advirtió hace unos días la socióloga María de la Luz Estrada Mendoza. El riesgo, señalan los analistas, es que la estadística oculte la existencia de un problema estructural que atraviesa al país desde hace décadas.
Sheinbaum ha impulsado refugios y fiscalías especializadas, pero el reto no es sólo institucional. “El proyecto corre el riesgo de apropiarse las luchas de las mujeres para proyectar legitimidad, sin tocar el modelo socioeconómico que las empujó a las calles”, sostiene Villamil. Es una contradicción de fondo: el feminismo de Estado frente a las demandas reales de las mujeres mexicanas.

Un año que anticipa el siguiente
Lo cierto es que este primer aniversario muestra a una presidenta fuerte en números, con una popularidad intacta y una oposición dispersa, pero enfrentada a dilemas que no se resuelven con encuestas. La inseguridad, los feminicidios, la migración y la fuerza de los cárteles en determinadas zonas del país siguen marcando el pulso de un país donde los avances conviven con la desconfianza cotidiana.
Para Villamil, el primer año no ha sido negativo: “Multipolaridad en ascenso y un orden atlántico cansado”. En ese clima, dice, proyectos “heterodoxos” como el de Sheinbaum encuentran aire.