90 acuerdos comerciales antes del 1 de agosto. Ese era el objetivo -anunciado a bombo y platillo- de Donald Trump. Pero la fecha límite ha llegado y lo cierto es que Estados Unidos sólo ha cerrado ocho.
Desde la Casa Blanca, el magnate ha reconfigurado el comercio global usando el método que más domina: órdago y firma. El mismo que utilizaba en los negocios y que sirve ya para establecer a los ganadores y a los perdedores.
La Unión Europea ha firmado. Lo ha hecho como bloque -los 27 Estados miembros- para evitar quedar fuera del nuevo sistema de aranceles preferenciales. El pacto incluye un peaje: un arancel fijo del 15 % sobre la mayoría de exportaciones industriales al mercado estadounidense. A cambio, acceso garantizado, compras energéticas por más de 600.000 millones de dólares, y la sensación -compartida en Bruselas- de haber evitado lo peor.
Trump lo presentó como “un acuerdo justo para todos”. Aunque lo cierto es que mientras Estados Unidos consolida su posición en el centro del tablero, el resto del mundo, incluida la Unión Europea, gira a su alrededor.

El órdago como método
Trump no ha cambiado su forma de negociar. Ha trasladado su lógica empresarial a la política exterior: primero amenaza, luego espera a que el otro se acerque, y si firma, lo declara un éxito. Esta vez, ha fijado una fecha -hoy- como límite para aceptar sus condiciones. Quien no haya firmado, se enfrentará a aranceles superiores al 35%.
Los que ganan (o pierden menos)
La presión ha funcionado. Japón, Corea del Sur, Reino Unido, Vietnam, Filipinas, Indonesia, Vietnam y la UE han firmado. Son acuerdos distintos en forma, pero idénticos en fondo: Washington impone su estructura, fija el arancel (generalmente el 15 %), exige inversiones millonarias en territorio estadounidense, y promete acceso a subsidios o energía. No hay margen para negociar condiciones propias.
De la tabla, Reino Unido es, con diferencia, el más beneficiado. Fue el primer país en cerrar un acuerdo con Trump. Ocurrió el pasado mes de mayo y el pacto incluye aranceles de base del 10% para los productos británicos.
Europa entra, pero no lidera
La UE ha entrado en el acuerdo, pero no ha marcado su contenido. Ha evitado una guerra comercial con su principal socio, ha conseguido proteger el acceso de sus industrias clave al mercado estadounidense, y ha aceptado, a cambio, un marco que no ha diseñado.

La Comisión lo ha presentado como “una solución estable para preservar el comercio transatlántico”. Pero reconocen que Europa ha negociado desde una posición de debilidad. Con gobiernos divididos, una industria en transición y la amenaza de nuevos aranceles, Bruselas ha preferido alinearse a pelear. El resultado: forma parte del sistema, pero no del núcleo.
Este nuevo orden comercial tiene una lógica política interna. Trump no sólo impone sus reglas, sino que refuerza su relato: Estados Unidos vuelve a mandar. Controla el acceso al mercado, distribuye ventajas y castiga a quien no coopera. Aunque los acuerdos no llegan ni de lejos a los 90 que prometió, con sólo ocho ha demostrado que su presión funciona.
Los “aliados” de Donald Trump
De momento, los tres países que deberían tener mejor relación con el gigante americano tampoco han firmado. Tres de sus principales socios comerciales –México, Canadá y China– siguen atrapados en el modelo de negociación por plazos impuesto por Trump.
Tan sólo México respira por ahora. Una nueva bocanada de exactamente 90 días más. Son los días que Trump mantendrá a su vecino del sur los aranceles del 25%. La decisión, conocida en la tarde de este jueves, llegó tras una conversación con Claudia Sheinbaum, en la que ambos líderes coincidieron en seguir dialogando, aunque sin avances concretos.

Los más castigados por Trump
India y Brasil parecen, al menos de momento, los grandes perdedores del nuevo orden impuesto por el magnate. Y ambos países ilustran ya el coste de no ceder. A Nueva Delhi se le ha impuesto un arancel generalizado del 25% y una multa adicional por sus compras de energía a Rusia. En el caso brasileño, el castigo ha sido abiertamente político: un arancel del 50% tras la apertura del juicio contra Jair Bolsonaro. “Una cacería de brujas”, para Donald Trump; y un “chantaje económico” para Lula da Silva.
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