Unión Europea

El malestar con el acuerdo arancelario amenaza con reabrir el debate sobre hasta dónde debe llegar la Comisión Europea

La UE defiende el acuerdo como un escudo geopolítico frente a Rusia, pero el pacto abre una grieta entre los Veintisiete. “Es un día oscuro para Europa”, denuncia el primer ministro francés

Von der Leyen
Von der Leyen se ha convertido en el blanco de las críticas por el acuerdo con Trump
Efe/KiloyCuarto

Ursula von der Leyen ha logrado el acuerdo comercial que llevaba semanas negociando con Washington. Lo ha hecho sin demasiadas estridencias, consciente de que no es un éxito rotundo sino una solución de urgencia. El pacto impone un arancel del 15 % a las exportaciones europeas a cambio de que Trump retire la amenaza de una subida mucho más agresiva, pero también deja a la Comisión en el centro de una tormenta política dentro de la UE.

El acuerdo alcanzado permite salvar los muebles. Evita una guerra comercial con Donald Trump pero también -y sobre todo- mantiene viva una relación estratégica vital. El pacto no responde solo a cálculos económicos. Está marcado por el contexto geopolítico. Y por una idea que Bruselas no oculta: Europa no puede permitirse una ruptura con Washington mientras dure la guerra en Ucrania.

“Un día negro para Europa”

Francia ha sido la primera en levantar la voz. “Es un día oscuro para Europa”, escribió el primer ministro, François Bayrou, en sus redes sociales pocas horas después de la firma. En París consideran que el acuerdo no es equilibrado, que responde a la lógica de Trump y que deja a la UE en una posición de debilidad.

Tampoco España ha tirado cohetes. “Respaldo el acuerdo comercial al que ha llegado la UE con Estados Unidos, pero lo hago sin ningún entusiasmo”, sentenció el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, desde Moncloa.

El análisis, sin embargo, no es solo francés. En Bruselas reconocen que el pacto no es brillante, pero insisten en que evita lo peor. Trump había amenazado con aranceles del 30 % si no había acuerdo antes del 1 de agosto, y sectores estratégicos como el automóvil, los semiconductores o los productos farmacéuticos estaban en la línea de fuego. Bruselas ha logrado que esas áreas queden fuera de los peores escenarios y que se mantenga abierta la vía del diálogo. A cambio, ha aceptado un peaje arancelario que supone multiplicar por diez el tipo medio anterior.

No es lo que se logra, es lo que se evita

Porque el verdadero fondo del acuerdo no está en las cifras. Está en el equilibrio estratégico. Desde el inicio de la guerra en Ucrania, la UE ha reforzado su dependencia militar y energética de Washington. Ha asumido compromisos en gasto de defensa -el último, acordado en la OTAN-, ha financiado con fondos europeos la compra de armas para Kiev y ha apostado por mantener la alianza transatlántica como eje de su política exterior. Romper ese marco en plena ofensiva rusa habría sido un error, defienden desde el entorno de Von der Leyen.

Militares en Ucrania - Internacional
Soldados ucranianos, en la guerra
Efe

Y el pacto comercial se logra en ese contexto. Bruselas ha priorizado el vínculo político sobre la rentabilidad económica. Ha asumido un coste a cambio de mantener las buenas relaciones -o al menos no tan malas- con Washington, que sigue siendo clave para sostener a Ucrania frente a Rusia. La lógica es clara: sin el respaldo militar estadounidense, el equilibrio en Europa del este sería mucho más inestable. Y sin acuerdo comercial, el clima entre la Casa Blanca y la UE se habría deteriorado aún más.

El texto incluye además compromisos de inversión e importación por parte que muchos consideran inverosímiles. Pero el valor real del pacto no está en su ejecución inmediata, sino en lo que evita. Bruselas ha comprado tiempo, previsibilidad y margen de maniobra. Y eso, en el actual contexto internacional, pesa más que cualquier cálculo de exportaciones.

El precio del pacto

Aun así, el pacto deja heridas. Algunos sectores industriales han pedido ya compensaciones y gobiernos preparan ayudas específicas para amortiguar el impacto. Y dentro del Parlamento, el malestar francés amenaza con reabrir el debate sobre hasta dónde debe llegar la Comisión en sus negociaciones exteriores.

Von der Leyen necesitará ahora explicar por qué ha aceptado un acuerdo tan duro. Lo hará con un argumento que empieza a repetirse en Bruselas: que, frente a una amenaza global como la de Putin, la unidad con Estados Unidos no es una opción, sino una necesidad. Y que para sostenerla, a veces, hay que pagar un precio. Ya sabemos el económico, habrá que esperar, para conocer el precio político.