Cada diciembre, The Economist publica uno de sus veredictos más leídos: su país del año. Un premio que no se da ni al estado más feliz (Finlandia) ni al más poderoso (Estados Unidos o China), sino al que más ha mejorado -medida política, económica o socialmente- durante los doce meses anteriores.
La revista enmarca su elección en un contexto mundial sombrío y pesimista. El retorno de Donald Trump a la política comercial abrupta desestabilizó los mercados internacionales. Los conflictos en Gaza y Sudán siguieron causando devastadores costes humanos. La democracia, en muchos lugares, parece estar sometida a una presión constante. En medio del caos, The Economist buscó países que hayan mejorado de forma apreciable.

Los países candidatos
En los primeros compases del análisis se citan varios países candidatos. Se elogia a Canadá por elegir a un “tecnócrata sobrio” (Mark Carney) en lugar del populismo y por plantar cara a las presiones de Washington. Los votantes de Moldavia rechazaron a un partido prorruso a pesar de la desinformación y las amenazas de Moscú. Se destaca a Corea del Sur como un caso de estudio de resiliencia democrática: después de que un expresidente intentara imponer la ley marcial y cerrar el Parlamento, las instituciones se mantuvieron firmes y, en 2025, fue juzgado por insurrección.
Brasil también llama la atención como ejemplo de responsabilidad democrática. El expresidente Jair Bolsonaro -que intentó revocar una derrota electoral- fue condenado a 27 años de prisión, la primera vez en la historia del país, propensa a los golpes de Estado, que un golpista ha sido debidamente castigado. El éxito del Gobierno en frenar la deforestación del Amazonas en 2025 reforzó aún más su caso, aunque The Economist señala que su política exterior favorable a Rusia socavó su historial general.

De este amplio campo surgieron dos finalistas, que representan tipos de progreso muy diferentes.
Argentina, en términos económicos
Uno de los candidatos es evaluado principalmente por motivos económicos. Tras más de un siglo marcado por el estatismo, la inflación y crisis repetidas, en Argentina se llevaron a cabo reformas radicales de libre mercado con una determinación política inusual. Se eliminaron los controles de precios, se recortaron las subvenciones, se redujo el gasto público y se eliminaron en gran medida los controles de capital. A pesar del dolor social que estas medidas conllevan, los votantes siguieron respaldando el programa en 2025. Los resultados citados por The Economist son contundentes: la inflación cayó del 211% en 2023 a alrededor del 30%, la pobreza se redujo en 21 puntos porcentuales y se controló el presupuesto, con la ayuda de un rescate financiero de 20-000 millones de dólares de Estados Unidos. La revista se cuida de señalar los riesgos que se avecinan -intolerancia política, escándalos de corrupción y una oposición poderosa-, pero sostiene que las reformas podrían alterar de forma permanente la trayectoria del país si se mantienen.
Siria, el país del año según The Economist
El otro finalista representa un tipo de transformación diferente que aún no es económica, pero dramáticamente más política. Hace poco más de un año, el país estaba gobernado por Bachar al Asad, un dictador atrincherado, respaldado por Irán y Rusia, cuyo régimen se basaba en la represión, la tortura y la violencia indiscriminada. Trece años de guerra civil habían causado la muerte de más de medio millón de personas y obligado a huir a más de seis millones.

En diciembre de 2024, ese régimen se derrumbó. Cuando The Economist realizó su selección anterior, el futuro era profundamente incierto. El nuevo gobernante, Ahmed al Sharaa, tenía un pasado yihadista, lo que suscitaba temores de un autoritarismo islamista o del colapso del Estado. En cambio, señala la revista, el primer año de la nueva Siria ha traído consigo una serie de medidas estabilizadoras inesperadas. El entretenimiento y el alcohol siguieron siendo legales y el país evitó la fragmentación. Las relaciones con Estados Unidos y los Estados del Golfo mejoraron, se suavizaron las sanciones occidentales y la economía comenzó una tímida recuperación.

Los riesgos en la nueva Siria
La publicación no pasa por alto los peligros. Recoge dos horribles matanzas de minorías llevadas a cabo por milicias, en las que murieron alrededor de 2.000 personas, y señala el gobierno exclusivista y la fragilidad actual. Sin embargo, su valoración fundamental es comparativa: a pesar de los inmensos problemas sin resolver, la vida en 2025 en Siria es “mucho más feliz y pacífica” que un año antes. El miedo ya no es universal y unos tres millones de refugiados han regresado, lo que supone un voto de confianza implícito.
La reforma económica puede inspirar esperanza, pero la transición de la dictadura y la guerra civil hacia una sociedad más normal y pacífica es, en opinión de la revista, la mejora más notable del año. En un mundo en el que escasean las buenas noticias, es ese cambio político en Siria el que le vale al país el título de país del año.

