En diciembre de 1997 España entera quedó sobrecogida ante el asesinato de Ana Orantes. Ocurrió trece días después de que narrara en televisión la violencia que había sufrido por parte de su exmarido durante 40 años. Este, en venganza, la quemó viva. Un crimen atroz que nos marcó a todos, haciéndonos ver que no era un asunto conyugal ni un asunto privado, y que cambió la percepción social y política del enorme drama que supone la violencia contra las mujeres. Un problema que debe incumbir a todos los que creemos en la igualdad y en la libertad.
Unos meses después de aquella salvajada, en abril de 1998, el Gobierno impulsó un plan de acción de lucha contra esta lacra, involucrando a cinco ministerios, las comunidades autónomas y la FEMP, y evidenciando que algo había cambiado. Tras demasiados años de sufrimiento en soledad por parte de tantas y tantas mujeres, España comenzaba a ampararlas y a protegerlas. Y a luchar con más herramientas contra los agresores.
Desde entonces, hemos seguido dando juntos la batalla. Así, se llegó seis años después a la Ley Integral contra la Violencia de Género, que el Congreso de los Diputados aprobó por unanimidad hace ahora dos décadas. Toda la Cámara se unió para dar otro paso en la ayuda a las mujeres víctimas de malos tratos, para protegerlas desde todos los ámbitos, de la mejor forma posible y para seguir lanzando un mensaje alto y claro: es inadmisible cualquier tipo de violencia y nos interpela a todos la causa de erradicarla.
Ya en 2017 vio la luz el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, aprobado también por consenso en el Parlamento. Una vez más, fuimos capaces de poner el interés general por delante de cualquier otra cosa. Y ofrecimos más recursos a quienes más lo necesitan, trabajando también en la prevención, la educación, el esfuerzo continuo para concienciar de que ninguna mano sobra en esta obra colectiva.
El asesinato de Ana Orantes marcó un antes y un después, el inicio de un camino que todos los demócratas recorremos juntos para luchar contra una lacra que no debería entender de colores políticos. Ningún partido debería intentar instrumentalizar hacia ningún lado una causa que no es otra que la de la igualdad y la libertad, no solo de todas las mujeres, sino de todas las personas. Así lo entendimos en 1998, en 2004 y en 2017 y estoy convencida de que así lo entienden hoy también la gran mayoría de los españoles.
2024 no ha sido un buen año, de nuevo el número de asesinadas ronda la cincuentena. Es insoportable, no podemos normalizarlo y tenemos que seguir luchando para asistir a cada víctima, tratar de prevenir cada caso, involucrar a toda la sociedad y sacar un tema de la magnitud e importancia que tiene este del combate partidista. Por Ana Orantes, por todas las mujeres que han sufrido violencia de género antes y después de ella. Por la igualdad y la libertad de los españoles.