Opinión

Del peloteo al servilismo

Trump
María Dabán
Actualizado: h
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Donald Trump, paladín de la diplomacia, tuiteó el martes un mensaje privado que le había mandado el secretario general de la OTAN, Mark Rutte. Al margen de la indiscreción que supone que un líder haga público un mensaje enviado por otro mandatario, fijémonos en el texto, que rezuma elogios empalagosos hasta el extremo hacia el presidente norteamericano y un nivel de servilismo más propio de una épica medieval, que del texto de un mandatario de la Alianza. Entre otras cosas, le decía, por ejemplo: “Conseguirás algo que NINGÚN otro presidente pudo hacer en décadas. Europa va a pagar a lo GRANDE, como deberían, y será tu victoria”. Rutte utilizó la misma técnica que Trump, la de escribir en mayúsculas para subrayar el agrado que algo le produce (o, en el caso del presidente norteamericano, en la mayoría de las ocasiones, el desagrado). Y no contento con eso, en su comparecencia con el presidente norteamericano justificó sus andanadas diciendo que “papá a veces tiene que usar un lenguaje fuerte”.

Rutte, el ex primer ministro holandés, que tan duro fue con España en la anterior crisis, demostró ser servil con el poderoso y desleal con los socios europeos que apoyaron su nombramiento para liderar la OTAN. Su cometido cuando fue designado era apaciguar a Trump, que había amenazado con abandonar la Alianza, pero sus críticas veladas a los demás socios en ese mensaje rozaron la deslealtad.

A las personas narcisistas como Trump les encanta que elogien todas sus supuestas virtudes y que exageren e incluso inventen sus “logros”, logros que a veces nadie más acierta a ver. En alguna ocasión él mismo ha llegado a compararse con Washington y con Lincoln. En su primer mandato, se rodeó de profesionales de prestigio que acabaron huyendo de su administración asombrados de la incompetencia de su jefe. El exsecretario de Estado, Rex Tillerson llego a decir de él que era “idiota”, aunque luego intentó retractarse porque todavía estaba al frente de la diplomacia norteamericana (estuvo poco tiempo más, claro). En este segundo mandato Trump no ha querido que le pase lo mismo y se ha rodeado de colaboradores serviles. Prueba de ello fue la reunión televisada de su gabinete en la que sus secretarios elogiaban todas las decisiones de su jefe.

A los malos líderes, en general, les agrada el elogio y les molesta la crítica. El escritor William Somerset Maugham decía: “La gente te pide críticas, pero en realidad sólo quiere halagos”. Y, si no, que se lo digan a Santo Tomás Moro, que, siendo canciller de Inglaterra, acabó decapitado por oponerse a los deseos de Enrique VIII de disolver su matrimonio con Catalina de Aragón. Otros, como el presidente norcoreano, Kim Jon-un, ni siquiera pide críticas, sólo que le llamen “amado líder” y que lloren de emoción cuando aparece en cualquier acto público. Hubo épocas en la que sólo los bufones eran capaces de decir las verdades a los reyes, ahora ni siquiera podrían hacerlo delante de determinados dirigentes.

Trump se ha ido de la cumbre de la OTAN pensando que ha doblegado a la vieja Europa y que, efectivamente, sus socios gastarán el 5 por ciento de su PIB en Defensa para el 2035, aunque el resto de mandatarios es consciente de que, para ese año, el presidente norteamericano ya no ocupará la Casa Blanca y entonces, ya si eso… tal. El que no ha tardado en decir aquello de “donde dije digo, digo, Diego”, es Pedro Sánchez, que ha insistido en que España sólo gastará el 2,1 del PIB. También él ha buscado el elogio, al menos del electorado de izquierdas, en un tiempo en el que ya todo el mundo le dice al rey que va desnudo, pero Trump le ha advertido que pagará por las buenas o por las malas y que será él en persona quien negocie.

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