Finalizamos el año como no podía ser de otra manera. Con una auditoría forense encargada por el propio PSOE descartando la financiación ilegal del PSOE. Asume gastos llamativos, eso sí, pero rechaza de pleno que pueda existir ese mal endémico que ya supondría la guinda del pastel de la corrupción. Como ya hicieron en anteriores ocasiones, se adelantan a cualquier decisión judicial y crean un relato paralelo a la realidad. 2025 ha sido el año en el que la formación de Pedro Sánchez ha decidido emigrar casi al completo a una galaxia que pretende emular la realidad edulcorándola con sus propios guiones.
Producciones Moncloa, asociada con Ferraz, ha puesto en marcha a la desesperada una ficción basada en esos hechos alternativos que antes trataban de colar en la esfera pública. Ahora, que ya es complicado traficar con esos desvaríos tras todas las enmiendas a la totalidad que les han hecho los tribunales y la infranqueable verdad, han decidido replegarse hacia un universo victimista desde el que tratan de seducir a una parte de la población que se debate entre vivir en una mentira narcotizada o aceptar su orfandad y entregarse a la convicción de que el socialismo se está inmolando a través de los delirios de un líder que desvirtuó una ideología en aras de su propia conveniencia.

Para glosar todas las mentiras, antaño cambios de opiniones, que Pedro Sánchez ha obligado a tragarse a sus votantes, haría falta tener una memoria prodigiosa y un espacio casi interminable. Muy atrás quedan todas esas filigranas que realizó para conseguir su última investidura, muchas de las cuales se desconocen y ahora van poco a poco saliendo a la luz con el desmoronamiento paulatino del trampantojo que había creado. Quedan muy lejos todas las piruetas que usó para explicarnos que Junts era un partido de izquierdas y que Puigdemont, al que él iba a traer de la oreja, un preso político que no sólo merecía una amnistía, sino que también era totalmente libre de entrar en España, dar un mitin y con las mismas volverse dejando en ridículo al Estado.
Ahora, lo más reciente, son todos los casos de presunta corrupción que van evolucionando como los pokemons. En estos 12 meses las tramas han ido creciendo hasta el punto de dejar a Pedro en la picota, casi sin capacidad de reacción, con la única baza de aferrarse a su poder de ser quien decide cuándo convocar las elecciones. Sus dos últimos secretarios de organización han pisado la cárcel, el hombre que los iba a suceder ha tenido que salir corriendo tras las denuncias de acoso sexual, su Fiscal General del Estado ha sido condenado por revelación de secretos, el presidente de la SEPI enfangado hasta las trancas, una fontanera de su partido extorsionando a fiscales y participando también en los líos lucrativos. Su hermano y su mujer acorralados por la Justicia, y Venezuela y los negocios de José Luis Rodríguez Zapatero asomando la patita.

Con este escenario, al que hay que sumarle los añadidos del reciente batacazo extremeño y la inevitable suma de la derecha y la extrema derecha, a la que se supone que quiere frenar, Sánchez únicamente ha acertado a fundar una realidad alternativa, un imperio de las trolas en el que se ha proclamado mártir y emperador, en el que se han abolido las responsabilidades y únicamente existe un cohete económico con el que él se transporta saludando a sus súbditos. Con él se han trasladado a vivir sus fieles y una cadena pública a la que ha secuestrado, en la que solo aparecen sus teorías de la conspiración y se debate sobre cosas que a la gente no le interesan.
De la nave en la que se ha atrincherado, va lanzando poco a poco rehenes, como si quisiera alargar la agonía. Primero fue Miguel Ángel Gallardo, ahora Pilar Alegría, y pronto María Jesús Montero. Extremadura, Aragón y Andalucía. Ese es el itinerario de su calvario. Él resiste, pero ya tiene truncadas todas sus vías de escape. El feminismo repudia el trato que se le ha dado a las mujeres en su Gobierno. No solo por los hábitos de Ábalos y Koldo ni por los testimonios sobre Salazar y cómo supuestamente ha sido encubierto por la cúpula del partido, también por errores tan groseros como los de las pulseras antimaltrato.

Tampoco furula ya esa pose que le permitió llegar al poder con la moción de censura. Suena a chanza su defensa de la transparencia y la corrupción. Y su última bala, la del muro contra los ultras, ya es pólvora mojada después de que se haya demostrado que cada día que sigue regentando el Palacio de la Moncloa Vox y Abascal siguen escalando posiciones en los sondeos. Sánchez no tiene escapatoria, más que continuar vagando por esa galaxia imaginaria desde la que se graba sus tiktoks. El 2026 se le presenta como un suplicio, un camino por un desierto infernal. Lo inteligente sería poner las urnas cuanto antes y tratar de hacer control de daños. Si el 2025 ha sido el año en el que el Partido Socialista ha emigrado a un universo paralelo, el 2026, de seguir así, será el año en el que se despeñe por un barranco del que tardará más de un lustro en recuperarse.



