Diez horas estuvo el pasado martes la UCO en casa de Luis Ábalos y, finalizado el registro, el exministro salió a la puerta para explicar, en tono tranquilo, que los agentes habían sido muy amables, que le habían clonado el teléfono y se habían llevado alguna memoria con fotos familiares y varios pendrives, pero que habían rechazado llevarse 5 eurillos que andaban sueltos por ahí. Ábalos atendió a los medios con unos vaqueros y una camiseta en la que ponía “Orlando, Florida, USA”, la camiseta de dormir la siesta, vamos. Menos mal que no eligió la típica de “alguien que me quiere mucho me ha traído esta camiseta de…” la República Dominicana, por ejemplo.
Viéndolo así en la tele, sin sonido, y observando el rostro inocente del protagonista, una podía pensar que, en lugar de la descripción de un registro en su domicilio ordenado por un juez, asistíamos al relato de un testigo que contaba cómo su vecina “parecía una persona normal”, antes de prender fuego al rellano del inquilino del 2ºB que ponía constantemente reguetón.
Si algo ha demostrado Ábalos en este tiempo es que tiene el cuajo suficiente para decirnos una y otra vez que su caso no es caso, que no hay nada, que se ha invadido su vida privada y que se ha vulnerado su presunción de inocencia. También por parte de sus excompañeros de partido y de Gobierno, de esos mismos que estos días se están partiendo la cara por defender al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, y que hasta le invitan a cenar, mientras que a él lo tratan como a un verdadero apestado.
Parece olvidar el todopoderoso exsecretario de Organización del PSOE, que el Supremo le está investigando, presuntamente, por varios delitos: organización criminal, cohecho, tráfico de influencias y malversación, y que pudo haber colocado a sus amantes en empresas públicas y recibido mordidas de empresas adjudicatarias de obras públicas y de empresas a las que se compraron mascarillas en plena pandemia.
A Ábalos le parecer que, quitándose el traje y hablando bajito, su inocencia se refuerza, pero a estas alturas esa pose ya no cuela, especialmente por todos los indicios que hay en su contra. Hemos sabido que, hasta el propio Koldo, su hombre de confianza, quiso garantizarse un seguro de vida por si algún día le pillaban, y habría guardado pruebas de que su jefe y Santos Cerdán formaban parte de ese entramado de aprovechados. Como dice el refrán: “Quién con niños se acuesta…” Porque, sí, todo apunta a que el siguiente en esa lista de investigados puede ser el actual secretario de Organización del PSOE, y eso que ayer mismo insistía en que no siente ningún temor, ni cree que haya nada de lo que tenga que defenderse.
Cada cual es libre de administrar sus miedos, pero, como mínimo, Cerdán debería preocuparse, ya que el hecho de que el propio teniente coronel de la UCO, Antonio Balas, se personara en el registro de la empresa navarra relacionada con el cobro de sus posibles comisiones ilegales, dice mucho de por dónde van las investigaciones de la Benemérita, y ese informe de la UCO que ya obra en poder del juez del Tribunal Supremo, Leopoldo Puente. La justicia dará o quitará razones, pero, parafraseando a Hamlet, “algo huele a podrido en Dinamarca”.