Ayer acabaron las sesiones para escuchar a las víctimas de la DANA en la comisión de investigación del Congreso de los Diputados. Y después de las tres jornadas, se evidencia la dignidad incuestionable de las víctimas, que han tomado la palabra atravesando el dolor para exigir verdad, reparación y memoria. Y el enorme contraste de su postura con la vergüenza de la polarización política que sigue generando la gestión de la emergencia.
Solo por un momento, el clima de tensión política pareció quebrarse ayer, gracias a Toñi García, portavoz de la Associació Víctimes de la DANA 29 d’Octubre 2024. Tras varios días en los que los diputados del PP y Vox permanecieron impasibles ante el testimonio de los afectados, García cerró su intervención con una súplica tan sencilla como cargada de fuerza: pidió un aplauso por quienes perdieron la vida, por la verdad, la justicia, y la reparación. Su gesto finalmente fue correspondido por PP y VOX, pero cuando la víctima tiene que rogar por un aplauso para sentirse reconocida, sabemos que algo ha fallado.

La dignificación de los fallecidos no será completa hasta que se conozca toda la verdad, pero estamos cerca. La comisión ha citado al ya presidente en funciones de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, el 17 de noviembre. Será un día para recordar las diferentes versiones que ha ofrecido a la cuestión de cuál fue su paradero el día de hechos.
En un primer momento afirmó que se encontraba en el Palau de la Generalitat a media tarde, después reconoció que mantuvo un almuerzo prolongado en el restaurante El Ventorro con la periodista Maribel Vilaplana, pero que había llegado al CECOPI sobre las 7 de la tarde. Más tarde afirmó haber llegado a las 20:28, 17 minutos después del envío de la alerta a la población. Además, su equipo alegó que las llamadas telefónicas o mensajes fueron continuos entre las 17:00 y las 20:00 horas, sin embargo los registros oficiales muestran un vacío de comunicación de 37 minutos en las horas críticas.
El 17 de noviembre, Mazón tiene la oportunidad de explicar ante los diputados por qué fue cambiando de explicación acerca de su paradero la tarde fatídica, por qué no mandó enviar el mensaje de alerta más temprano, por qué tardó un año en asumir responsabilidades y por qué lo hizo de una manera tan vergonzosa, ahondando en la ignominia, cuando la única despedida correcta habría constituido admitir sus errores, pedir perdón y ponerse a disposición para reparar a las víctimas.

Quizás la dignidad la encontremos en la causa que instruye la magistrada del juzgado de Cataroja, que ha ampliado de manera significativa el foco de investigación al citar como testigos clave al círculo más próximo de Mazón, así como al dueño del restaurante El Ventorro. Se trata de altos cargos que mantuvieron comunicaciones con el entonces president aquel fatídico 29 de octubre, cuando el temporal ya provocaba inundaciones letales y el sistema de emergencia coordinado por el Cecopi comenzaba a actuar. El propietario del restaurante, que estuvo presente durante la prolongada comida en la que Mazón participó, ha sido citado por la posibilidad de que escuchara conversaciones relevantes para la cronología de los hechos. La investigación busca esclarecer cómo fluía la información entre los responsables públicos mientras la emergencia escalaba, y por qué la alerta a la población se emitió cuando ya la tragedia había causado decenas de víctimas.
La dignidad que se quedó bajo el barro ha empezado a emergir. Son las víctimas y la jueza quienes la están sosteniendo. Ellas han devuelto el sentido de humanidad a un proceso que durante demasiado tiempo ha estado dominado por la evasión, la soberbia y la lucha partidista. Cada palabra en la comisión y en los tribunales es un paso hacia la justicia, hacia la verdad, que dignifica.



