Opinión

León XIV, víctima de un bulo infame

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Al flamante León XIV le conoceremos por sus frutos. Este jueves, el regimiento mediático de todólogos colapsó las tertulias con análisis precipitados y simplistas, con la urgencia ceniza de colgarle una etiqueta y/o un sambenito ideológico. Robert Francis Prevost decepcionará a quienes busquen en el sucesor de Pedro, que no de Francisco, a un trasunto pontificio de Yolanda Díaz. Ha declarado que la ordenación de mujeres para el sacerdocio “no necesariamente soluciona un problema, podría generar uno nuevo”, y que la “promoción de la ideología de género es confusa, porque busca crear géneros que no existen”. Por otro lado, el nuevo Papa ha convertido en gremlins mojados a no pocos fachas. La bloguera trumpista Laura Loomer le atizaba en X por ser “un marxista total, como el papa Francisco”: “Los católicos no tienen nada bueno que esperar. Sólo otra marioneta marxista en el Vaticano”. Qué gente, Señor.

El catolicismo más ultramontano, carpetovetónico e, importante, microscópico y marginal, detesta a León XIV. Sus enemigos han propagado, y siguen extendiendo, un bulo terrible e infame: ha sido acusado de encubrir casos de abuso mientras fue obispo en Perú. Se ha publicado que la Congregación para la Doctrina de la Fe investigó a fondo los casos y concluyó que la conducta del ahora Santo Padre fue intachable. Tal y como declaró el periodista con nombre de poeta Pedro Salinas en Religión en Libertad, estas denuncias “surgieron de las canteras del Sodalicio” y “son absolutamente falsas. Así se verificó, se constató, se corroboró y se comprobó que no tenían ningún asidero en la realidad”.

Rebobinemos. El papa Francisco ordenó en enero la disolución del Sodalicio de Vida Cristiana (SVC), una tenebrosa organización fundada en Perú en 1971 por el laico Luis Fernando Figari, admirador de Falange Española y pederasta condenado. Según El País, el grupo admitió al menos 83 víctimas atendidas desde 2016, tanto menores como adultos. De nuevo, Salinas: “Prevost siempre puso en el centro a las víctimas y fue uno de los que defendió a los sobrevivientes y víctimas frente a los ataques del Sodalicio”. No es complicado atar cabos, ¿verdad?

Este rhabdovirus odioso y vengativo también cuenta con una cepa española. Una cepa ridícula y, en cierta medida, hasta divertida… por fracasada. El 7 de mayo, la web Infovaticana esputaba: “Prevost parece que anulado. Y él mismo es consciente de ello. Y no poco se debe a Gurpegui”. El tal Gurpegui publicó el día 3 el supuesto informe, que “recopila más de 40 páginas de documentación, testimonios, cronologías y referencias que acusan al cardenal Robert Prevost de haber encubierto”, y blablablá. Menuda tarde debieron pasar el jueves…, pero bueno, los antiácidos son baratos.

El Papa Juan Pablo II y un joven Robert Prevost.

Por sus frutos, ya digo, conoceremos a León XIV, pero los que ha cosechado hasta el momento Robert Francis Prevost son más que interesantes y me despiertan una enorme simpatía. Su formación académica es extraordinaria, ha elegido el nombre del Papa que formuló la Doctrina Social de la Iglesia, conoce tanto la misión como la curia, ha sido un diplomático hábil, un gestor solvente y rebosa humanidad y sensatez. Además, tiene don literario, como demostró en su primera misa como Vicarius Christi el viernes. Lírico, pero sin abusar, pidió por una Iglesia que sea “cada vez más una ciudad situada sobre un monte –esto es del Evangelio de san Mateo–, un arca de salvación que navega en las olas de la historia, un faro que ilumina las noches del mundo”. De un mundo que está anémico de líderes así. Dios le guarde.

Y a ver si dejan de decir algunos medios que su abuela materna es española. Chicago no está en la provincia de León, carajo.

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