José Luis Ábalos ha abierto fuego contra el Gobierno y ha logrado descolocarles, además de generar nerviosismo en sus filas y en las del PSOE. El Ejecutivo y el partido llevan semanas vendiendo que los casos de corrupción que presuntamente afectan a Ábalos y Santos Cerdán, los últimos números tres socialistas, les quedan muy lejos.
Por más que les resulte “duro” pensar en la posible entrada en prisión provisional del exministro de Transportes, este jueves, la consigna es clara: “Que se las apañen”, resume un dirigente del partido.
Lo que no esperaban es que Ábalos iniciara su particular ofensiva en redes sociales, que le ha llevado a rebatir al propio Pedro Sánchez y al líder de EH Bildu, Arnaldo Otegi. Afirma que ambos se reunieron en 2018 para preparar la moción de censura que auparía al PSOE hasta La Moncloa, contradiciendo las declaraciones de los líderes de ambos partidos. “Sólo puedo decir lo que me contaron fuentes presenciales, y es que esa entrevista existió”, insistió el exnúmero tres del PSOE desde su perfil en X.
Gobierno y PSOE niegan temer próximas revelaciones, pero en privado admiten su desconcierto ante los movimientos del todavía diputado del grupo mixto. Ábalos debe comparecer este jueves ante el juez del Tribunal Supremo Leopoldo Puente, el instructor del caso mascarillas.
No creen que Ábalos les esté amenazando, aunque no saben explicar sus motivos
El magistrado revisará las medidas cautelares sobre él y sobre su exasesor en el Ministerio de Transportes, Koldo García. Teniendo en cuenta que la Fiscalía Anticorrupción reclama para ellos penas de 24 y 19 años y medio de cárcel, y que aboga por endurecer las cautelares -las acusaciones particulares hacen lo propio-, en el PSOE admiten que verlo salir del Supremo en un vehículo policial es una posibilidad que gana enteros.
Se resisten a leer como una amenaza la actuación de su exnúmero tres. Pero tampoco saben aclarar a qué obedece que, a 24 horas de que se decida si ingresa en prisión, Ábalos haya empezado a contradecirles públicamente, a desvelar información que afecta al Ejecutivo.
Un dirigente del Partido Socialista niega que pueda tratarse de un “aviso” para navegantes. Una señal de alerta para empujarles a que intercedan o maniobren a su favor, si no quieren que desvele más información. Y asegura que no lo entiende así porque cree que no hay nada que puedan hacer por él. “No controlamos a los jueces”, afirma, recordando la condena al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz.
Su lectura es que Ábalos está intentando “enturbiar el ambiente”, desviar los focos sobre otras cuestiones “para que no se hable de su proceso”. En su partido le retratan “solo” , “muy frágil”, y comparan su estrategia mediática con la que sigue de Koldo García.
Su exasesor es quien ha desvelado esa supuesta reunión entre Sánchez y Otegi, y hoy en el PSOE leen que ambos hacen movimientos desesperados, a escasas horas de que el juez decida si enviarlos a prisión. También ven paralelismos entre la actuación de Ábalos y la del empresario Víctor de Aldama, sobre el que critican que siga en libertad, lanzando ataques “sin pruebas”, pese a su vinculación con dos causas judiciales de enjundia.
Según esta interpretación, Ábalos podría estar intentando trasladar al juez y a la Fiscalía que está dispuesto a revelar cuestiones comprometedoras para el Gobierno si le permiten seguir en libertad. Allanar el terreno para un posible acuerdo por el que el exnúmero tres socialista acabe regalando munición contra sus excompañeros de Consejo de Ministros, a cambio de apurar su tiempo en libertad. Y de hacer méritos para lograr una futurible pena algo menos estricta.
“Estamos en un momento en el que vale más la palabra de un presunto delincuente que la del presidente”, criticaba un dirigente socialista con galones. Más allá de desacreditar a Ábalos, no hay un diagnóstico concreto sobre los motivos que han llevado a su exnúmero tres a operar de este modo.

Moncloa: “La gente se transforma”
Como ocurre en el PSOE, desde el Gobierno intentan vender calma. Disparan contra la credibilidad de Ábalos, que reconoce que no estuvo presencialmente en la supuesta reunión de la discordia. El propio presidente calificó de “mentira” las informaciones sobre este encuentro. “Lo hubiera reconocido”, afirman los suyos.
Interpretan que el exnúmero tres socialista debe estar “muy preocupado” por su situación. Que las personas “evolucionan” a pasos agigantados cuando se enfrenta a una situación como la que hoy debe asumir Ábalos. “La gente se transforma”. Así, sostienen que en realidad está “dolido”, que no es su “estilo” entrar en guerra abierta, por más esté “mosqueado”.
Durante la tarde, Ábalos ha dejado nuevos recados, en este caso para la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. “Quizás usted nos debería aclarar si la vivienda asignada para los ministros y ministras, y sus familias podía ser usada por otras personas sin derecho a ello”, acusó a Díaz. Aludió al inicio de la pandemia de Covid-19 (2020).
Los mismos cargos públicos que afirman que la supuesta corrupción de Ábalos es únicamente “cosa suya” son los que hoy evidencian su nerviosismo. En el Gobierno esperan que renuncie a su acta de diputado si finalmente tiene que entrar en prisión: “Sería inaudito que entre en la cárcel con el escaño”, inciden.
No sería el primer escenario “inaudito” que deben asumir. La previsión en el Congreso de los Diputados es suspenderle como diputado, quitándole el derecho a cobrar su salario y a votar, si el juez decide privarlo de libertad. En su partido, pero también en el Ejecutivo, entienden que Ábalos se ha aferrado a su escaño por dos únicos motivos: el aforamiento y su necesidad de seguir percibiendo ingresos.
En febrero de 2024, cuando estalló el caso Koldo, ya le exigieron que entregara su acta, sin éxito. Y hasta junio de 2025 no saldaron el expediente que le habían abierto año y medio antes, decretando su expulsión del partido. No anticipaban que sólo cuatro meses después estarían recibiendo sus dardos a horas de que se decidiese si entrará o no en prisión.



