Qué narices, voy al grano: el PP es un partido de panolis –¿seguro que sus siglas corresponden a “Partido Popular”?–. Al PSOE, al todopoderoso y, a la vez, tuberculoso PSOE del killer Sánchez, doctor cum fraude gracias a una tesis infestada de corta-pegas descarados, un caso como el de Noelia Núñez no le hubiera hecho ni cosquillas. Ojo: la que fuera diputada nacional, vicesecretaria de Movilización y Reto Digital del PP y concejala portavoz de su formación en el Ayuntamiento de Fuenlabrada, desde el punto de vista ético, moral o, como apuntaría el neonoventayochista Tellado, “regenerador”, hizo lo correcto dándose el piro. Cuando en una democracia sana se da la ecuación Mientes + Te pillan, X es igual a Dimisión. Hasta luego, Mari Carmen, digo, Noelia. “La responsabilidad –escribió en la nota con la que anunció su renuncia– es la esencia de la libertad y yo asumo la mía. No, no somos como ellos”. Nihil obstat a lo primero; con respecto a lo segundo…
Efectivamente: los políticos del PP no son como los del PSOE. Los socialistas golean a los peperos en astucia, en paciencia y en conocimiento del terreno. Los genoveses son unos pardos; los Sánchez Boys, astutos como serpientes. Saben que el partido no se juega en el Bernabéu, sino en un descampado de la Cañada Real, con sus zanjas, sus jeringuillas y sus litronas rotas. Que su afición no sólo busca la victoria, sino ganar sentenciando, y humillando, a ser posible, las carreras de todos los miembros del equipo rival, por lo civil o por lo criminal, yendo a romper tibias, mordiendo y agarrando del ciruelo, en plan Míchel, si es necesario. Amén de que el jefe de los árbitros, Cándido Conde-Pumpido, está más comprado por ellos que Negreira por el Fútbol Club Jordi Pujol –Fútbol Club Francisco Franco, en tiempos de dictadura–.
Hay quien apuesta, insisto, con toda la razón del mundo, por no zambullirse en la pestilente ciénaga del “y tú más“. Sucede que, en este caso, el “y tú más” tiene sus matices, y se exhibe viciado y exageradamente descompensado. La historia ha triturado, sin un ápice de piedad, a todo político pepero con un currículum falseado o sospechoso. Cristina Cifuentes y Pablo Casado, caídos por distintas razones, pero convergentes en lo antes apuntado, son los ejemplos más claros. Sin embargo, hoy continúan ejerciendo los socialistas/progresistas que, en mayor o menor medida, han maquillado con hipérboles ficticias su historial académico, con la excepción de la exministra Carmen Montón. Así, Pilar Bernabé, el ingeniero Patxi López que desconoce el principio de Arquímedes, la vicepresidenta Yolanda Díaz o el ministro Óscar Puente conjugan en presente de indicativo el verbo ejercer sin ningún escrúpulo o temor. Ahí siguen y ahí seguirán, hasta que Sánchez se canse de ellos. Ahí siguen y seguirán, a diferencia de Noelia Núñez.
Óscar Puente, que, como ministro, es una calamidad, se ha desvelado como un magnífico verdugo. El titular de la cartera de Transportes descubrió la treta de Núñez y lideró la masiva jauría virtual que, junto al incontenible vendaval mediático –noticia de apertura el miércoles en El País; especial en El Plural, etcétera–, condujo al precipicio de la dimisión a la exdiputada del PP. La jugada del exalcalde de Valladolid es impecable: le ha quitado el tapón a un sumidero que, voraz, pretende tragarse, por motivos similares, a Juan Manuel Moreno Bonilla y a Carlos Mazón. A Feijóo le coloca en una casilla complicada: si se demuestra que han mentido y se los carga, mal; si no, le tildarán de cobarde, en plan: “Se atreve con una diputada por Madrid –ella dimitió, pero se rumorea que fue invitada a ello–, pero no con dos señoros mayores”. Corrijo. Le tildarán, no: ya le están tildando.
Sólo un apunte más: a mí sí me da pena Noelia Núñez y, sobre todo, me da mucha pena su familia. Beber de este cáliz con aceite de ricino debe de ser muy, muy jodido. Ojalá pase de largo pronto para ellos esta nube negra. Y, por cierto, deshumanizar al adversario, como lleva haciendo desde hace varios días el anélido lacambro Antonio Maestre, cuando el adversario es un árbol caído, me parece cosa de miserables y de cobardes.