La capitán Lidia de Castro, enfermera militar, y la teniente médico, Laura Pérez Rosa, forman parte de las 2.732 militares desplegadas en operaciones internacionales, de los que 226 son mujeres. Pero no les gustan las preguntas enfocadas en las diferencias de sexos. “Es cuestión de cómo te aprecias a ti mismo y autoexigirte llegar al nivel”, afirman. La capitán Castro ha estado de misión en Irak (2018), en Líbano (2020), en Mali (2022-23), en Sudán (2023) y ahora se está preparando para ir a Eslovaquia. El destino de la teniente Pérez Rosa ha sido Pakistán, en 2021 y 2022, atendiendo a familias afganas refugiadas tras abandonar las fuerzas de la OTAN en Afganistán. Ambas están destinadas en la “Brigada Almogávares” VI de Paracaidistas. ¿Alguna vez han sentido discriminación? “Nunca”, aseguran. De hecho, les molesta la pregunta. “Esto va de la persona. Cuando nos demos cuenta alcanzaremos la igualdad”.
La motivación entre ambas para querer ingresar en el Ejército fue muy distinta. “Fue por casualidad, porque no he tenido familiares que me hayan inculcado el tema militar”, explica. “Estuve trabajando unos 6 años en un hospital, y a raíz de ahí me apunté una Academia que preparaban para enfermería militar. Y la verdad que cada vez me fue gustando más a la vez que iba estudiando, y me presenté a la oposición. Probé y aquí estoy”. Por el contrario, la teniente sí lo vivió en casa. “Tengo familia militar y, desde pequeña, me inculcaron esa disciplina, esa doctrina. A mi educación uní mi vocación de ser médico. Y como me me interesaban mucho los despliegues de las misiones, pues decidí ser médico militar”.
Pese a sus diferencias, su vocación es la misma: servir a España. “No hay nada que iguale la sensación de interactuar con las personas y saber que las estás ayudando en situaciones límites”, asegura la teniente Pérez Rosa. “Tener la sensación de cuidar a todo un contingente, a cada persona, de poder ayudar y acompañar. Me llena muchísimo y me hace ser mejor persona”. A la capitán De Castro le motiva el dinamismo. “Tengo mucha variedad a la hora de de trabajar, no es como cuando trabajaba en el hospital, que hacía siempre lo mismo. Aquí tenemos la opción de distintos Ejércitos. Entonces el trabajo es muy amplio, lo mismo podemos saltar en paracaídas, que podemos hacer buceo, que podemos estar en un bar con un helicóptero o donde sea”.
Evacuación de familias afganas tras la retirada de la OTAN
El abandono de la OTAN de Afganistán fue una “tragedia”, en palabras del capitán Jens Stoltenberg. Hasta el punto de reconocer no haber sido capaces de estimar las consecuencias, entre ellas, la situación de cautiverio y pérdida de derechos total de las mujeres afganas en manos de los talibán. La teniente no encuentra “palabras” para poder describir lo que significó estar allí. “Fue mi bautizo. Había llegado apenas dos semanas antes y me dijeron: ‘despliegas'””. Los ojos de la médico militar se agrandan, se nota que se le vienen imágenes a la cabeza. “Repatriamos todo tipo de gente, desde niños, embarazadas, recién nacidos, ancianos…” Asegura que su trabajo a nivel de medicina fue básico, pero que a ella le importa la experiencia humanitaria. “Me dediqué a curar ampollas, rozaduras, atender a personas deshidratadas, repartir comida, pañales… Todo a través de las rutas que hacíamos por donde estaban alojados y ver si les faltaba algo”.
“En cuanto te veían se les cambiaba la cara”
Hay países que no se encuentran bajo el foco informativo, pero en los que se viven auténticos horrores. Tal es el caso de Sudán, que el año pasado vivió una guerra civil entre las Fuerzas Armadas (FAS) y las de Apoyo Rápido (FAR). Una guerra en la que ancianos, niños y niñas no tuvieron escapatoria a los ataques, y las Fuerzas Armadas Españolas tuvieron un papel importante en la evacuación de 300 civiles. “Cuando estás en contacto con ellos, te das cuenta de las debilidades, que están asustados, perdidos”, relata. “En cuanto te veían la cara se les cambiaba”.
La capitán formó parte de los dos equipos sanitarios destinados. “Nuestro trabajo era que una vez trajeran a ese personal al aeropuerto comprobar que a nivel de salud se encontraban bien. Fueron unos momentos de gran preocupación por saber qué nos íbamos a encontrar, pero gracias a Dios no hubo que actuar”.
“Cuantos menos lujos, más unión hay entre el personal”
En 2018, la capitán de Castro tuvo que volver a hacer las maletas. Destino: Irak. Paradójicamente, fueron las penurias que pasó allí las que le condujeron a tener un recuerdo mejor. “Era una base muy pequeña, no teníamos lujos ninguno, todo lo contrario, hacía un calor insoportable porque ahí llegó hasta 60º a la sombra. La base estaba en medio de de un campo de maniobra de ellos y tal, pero me gustó mucho porque yo creo que cuanto menos lujos tenga, más Unión hay entre entre el personal”.
Las misiones forman una gran familia
Saber convivir es una de las partes clave para cualquier militar. La enfermera militar estuvo 1 y medio destinada en un patrullero en el Ferrol. Se pasaban 15 días navegando, 15 días en tierra, a nivel nacional. “La vida en un barco es dura, afirma. “Hay gente que se marea más en la convivencia que en el mar“.
En un barco los militares comparten prácticamente todo. El camarote, el baño, la comida… en espacios muy reducidos. “Tienes que cuidar mucho el respeto con tus compañeros, porque no siempre se tienen días buenos. entonces, para evitar rencillas o aumentar la calidad de vida dentro de un barco tienes que cuidar mucho el respeto y los detalles”. ¿Por ejemplo? El mínimo detalle de encender la luz. “Si hay un compañero durmiendo, tienes que levantarte con más cuidado. El descanso de él también implica el tuyo. Él se va a levantar a las 4:00 H de la mañana, que a lo mejor yo estoy durmiendo”.
Ese respeto hacia los demás hace que, para la teniente Pérez Rosa, el Ejército sea una gran familia. “Igual llegas a una base y no conoces a alguien, pero te aseguro que al final de la misión se ha convertido en tu hermano”.