El PSOE y el Gobierno han vivido una semana al borde del ataque de nervios. El auto del juez Leopoldo Puente por el que Santos Cerdán pasa a ostentar la condición de investigado, así como la entrada de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil en Ferraz, servían de traca final en una semana negra para Pedro Sánchez.
Mientras tres agentes de la UCO clonaban el correo electrónico corporativo del número tres, otros tantos se personaban en el Ministerio de Transportes para requerir los expedientes de seis contratos de la Dirección General de Carreteras, y en la sede de ADIF para recabar otros cinco.
Desde el PSOE asumían que ésta era la forma de operar previsible y prevista, trataban de normalizarla e incidían en que el juez no había ordenado la entrada y registro, sino únicamente el acceso para actuaciones muy concretas y acotadas. Sí tenían que admitir que la imagen de la Guardia Civil en su sede era demoledora. Un cargo público admitía “dolor”; otro decía no haberlo asimilado.
Y llegaba después de una semana de goteo de informaciones. La crisis desatada con el informe de la UCO sobre Santos Cerdán, un tsunami para el partido y para el Gobierno, ha servido además para romper la máxima de que siempre que Sánchez sale a la palestra logra anotarse algunos tantos. A las escenificaciones de desafío y ofensiva del lunes, en Ferraz, y a la de nerviosismo y lapsus, el miércoles, en el Congreso, les sucedió su desaparición total jueves y viernes.

El presidente se borró del congreso de CCOO al que tenía previsto asistir, y fue la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, quien dio la cara sobre el escenario. Quien prometió mejoras legales para impedir a las empresas corruptoras que accedan a licitaciones públicas. En definitiva, la responsable de infundir moral a sus maltrechas tropas.
A la espera de que afloren novedades sobre las investigaciones, en el Gobierno no pueden descartar ningún escenario. Sí tienen claro que sería difícil resistir si surgieran nuevos indicios contra personas con posiciones destacadas y cercanas al presidente. En distintos niveles de mando reconocen el miedo y la paranoia que albergan por los mensajes que puedan obrar en poder de la trama.
La Generalitat dice que Sánchez se reunió con Illa para hablar de una gigafactoría
A media mañana trascendió además que Sánchez había recibido discretamente al presidente de la Generalitat de Cataluña, Salvador Illa. Con las agendas de ambos vacías esa mañana, el barón socialista con más peso y puntal de Sánchez acudió a La Moncloa para un encuentro que fuentes del Gobierno encuadraron en la “agenda privada” del presidente. “No hay nada extraordinario. Los presidentes se ven y hablan a menudo”, explicaron fuentes de la Generalitat.
De hecho, incidieron en que hay cuestiones de interés para “seguir el camino de la prosperidad compartida”. “Como la presentación de la candidatura para acoger una de las Gigafactorías Europeas de Inteligencia Artificial”, en Tarragona, con una inversión de 5.000 millones.
Sánchez se ha reunido estos días con la Ejecutiva de su partido y con varios ministros y dirigentes, en privado. Otros barones consultados niegan que el presidente les haya citado en su residencia oficial. Y en la Generalitat obvian el contexto de la más grave crisis de los siete años de Sánchez en Moncloa, para aludir a una gigafactoría cuando se les pregunta por la reunión entre el presidente y uno de los políticos que más aparece en las quinielas como su posible sucesor. Muchos lo han descartado siempre por ser del PSC, algo que dificultaría su encaje en territorios como Andalucía. Pero, sobre todo, por llevar apenas dos años al frente de la Generalitat y gozar de buenas perspectivas.
Hay dirigentes que piden normalizar este encuentro, y recuerdan la sintonía mostrada entre ambos líderes desde hace años, cuando Illa aún era ministro de Sanidad. En Madrid, pero también en Cataluña, estas voces sí reconocen que la situación del partido y del Gobierno debe haber tenido peso en la reunión.
Recuerdan que el proceder del presidente ante las grandes crisis pasa por alejarse de los focos y consultar, pausadamente, con los dirigentes en los que más confía. Cerdán, el hombre que desde 2021 dirigió el partido, permitiendo a Sánchez centrarse en el Gobierno, y que hoy ya está imputado por el caso Koldo, era uno de ellos.

Órdago a la OTAN
El jueves, Sánchez se borró de la agenda pública pero si dio a conocer la carta remitida al secretario general de la OTAN, Mark Rutte, rechazando su exigencia de disparar hasta el 5% del PIB el gasto de España en defensa. A las puertas de la cumbre de la Alianza Atlántica en La Haya, la semana que viene, Sánchez ha ganado algo de oxígeno ante sus aliados, que cargaron contra él cuando decidió incrementar este gasto desde el 1,4% del PIB hasta el 2%.
Su socio de Gobierno ha celebrado esta deriva, y hoy se resigna a “seguir trabajando lo previsto”, como ocurre con el pulso con la OTAN, e ir “resolviendo” las situaciones que vayan produciéndose. Mientras, los dos socios asumen que seguirán aflorando revelaciones sobre la corrupción.
Por más que el presidente haya intentando acotar la trama que supuestamente se repartió mordidas por adjudicaciones de obra pública al “triángulo tóxico” -Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García-, hay partidos en las filas de Sumar que ya no disimulan su inquietud. Además, Ábalos y García declararán la próxima semana como investigados. Aunque Sánchez se esfuerce en dirigir los focos al órdago a la OTAN, la corrupción va a seguir en primera plana.
Sumar, al borde de sufrir tres escisiones
Primero fue Compromís, luego vinieron Més per Mallorca y la Chunta Aragonesista (CHA). Son tres los diputados, uno en cada una de estas formaciones, que meditan estos días abandonar el grupo parlamentario de Yolanda Díaz. El partido de la diputada Àgueda Micó (Més), dentro de la coalición Compromís, prevé someter al voto de la militancia la decisión de si Micó abandona el grupo parlamentario para pasar al mixto. Alberto Ibáñez, el otro diputado de la coalición (de Iniciativa), prevé mantenerse en el grupo.
Los diputados de Més (Vicenç Vidal) y el CHA (Jorge Pueyo) están ante una tesitura similar. La corrupción de Cerdán ha sacudido a una alianza de partidos más que tensionada, con Izquierda Unida y Más Madrid marcando posiciones propias frente a las del partido de Díaz, Movimiento Sumar. Y con tres de los 27 diputados que aún les quedan, tras la salida de los cuatro de Podemos en 2023, amagando con provocar un nuevo cisma. Si no hay acuerdo que lo evite, se prevé que muevan ficha al arranque de la próxima semana.

“Sánchez ha perdido mucho tiempo”
Más allá del riesgo a la interna, en el espacio del socio minoritario de la coalición hay dirigentes profundamente indignadas con la actuación del presidente del Gobierno ante esta crisis. “No es aceptable”, afirma una de ellas, que el presidente haya situado al Ejecutivo en un estado de incertidumbre similar al que ya vivió con sus cinco días de reflexión (abril de 2024). En esta semana, sin siquiera un compromiso de adoptar medidas concretas, “ha perdido mucho tiempo”. “Necesitamos explicaciones” y “muchos cambios”, abunda.
Esto pasaría por forjar “acuerdos en materia de lucha contra la corrupción”. Pero también por avanzar hacia el “giro social” en cuestiones como la vivienda, la prestación por crianza o la reducción de la jornada laboral. Critican que sus socios ni siquiera rindan cuentas debidamente en privado: “El primer paso son las explicaciones, el segundo es que no haya nada más grave”. “El ‘y tú más’ [con el PP] no sirve, la gente está muy cabreada” apostillan.
También advierten de que cualquier indicio claro de financiación ilegal, el escenario más temido por el PSOE, supondría el “fin” de la legislatura. Por una parte asumen que sus socios están “en shock, perdidos”; por otra, exigen una reacción urgente. “Aquí no hay maniobras posibles”, ni “excusas” asumibles. “Tienen que ir más allá”.