Opinión

Pato cojo o abejorro

Sánchez voló en el pasado, y puede seguir haciéndolo. Ningún pronóstico ha funcionado con él, aunque a veces la suerte no dura eternamente

Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez EFE/ Kiko Huesca

Llevo oyendo algunas semanas que Pedro Sánchez se comporta como el pato cojo, una expresión que utilizan los americanos para describir al presidente que está en la última parte de su mandato, que no espera ser reelegido, y cuya acción política es la justa para llegar al final de una legislatura que, para algunos, va a ser corta. Y en parte, podría parecer así.

El caso Koldo con todas sus ramificaciones; los precarios apoyos del Gobierno y las tres citas electorales que se nos vienen encima, han paralizado la acción de un Ejecutivo al que poca actividad legislativa se le conoce en sus escasos cinco meses de vida. Lo más reseñable ha sido la aprobación de la Ley de Amnistía en el Congreso, el salvoconducto que mantiene con vida a Pedro Sánchez; pero ya no va a haber Presupuestos en primavera, como habían prometido, y puede que no los haya este año. Todo dependerá, probablemente, de lo que pase en Cataluña.

Pedro Sánchez es consciente de que mucho no puede hacer y se ha lanzado entonces a proyectar su imagen internacional, abonando quizá sus aspiraciones a obtener un cargo fuera de España a corto o medio plazo. La semana pasada el presidente realizó una gira para recabar apoyos para el reconocimiento del Estado Palestino. El Gobierno se muestra decidido a dar ese paso, aunque Sánchez sigue sin ponerle fecha. Estados Unidos ya ha dicho, eso sí, que “eso se logra mejor a través del diálogo entre las dos partes y con otros países de la región”. Además, el ataque de Irán a Israel y la incertidumbre sobre una posible escalada en la región han hecho pasar a un segundo plano esa iniciativa diplomática.

Menos Siria, más Soria

El presidente es abucheado en España, pero se mueve muy cómodo en la esfera internacional. El problema es que pierda de vista que lo importante, para los españoles, son los problemas internos. Como le dijo en su día Jesús Posada a Aznar: “menos Siria, y más Soria”. Y a eso se ha empeñado también el presidente volviendo a sacar a colación en esta precampaña el tema de la vivienda. En abril del año pasado, ante la cercanía de las Municipales y Autonómicas, Sánchez prometió habilitar 183.000 viviendas públicas para el alquiler. A día de hoy, nada se sabe de esa promesa que, eso sí, acaparó muchos titulares.

Esta semana el Ejecutivo ha anulado la Golden Visa y se ha comprometido a agilizar la promoción de vivienda, y a revisar la normativa de los pisos turísticos. Veremos en qué se traducen estas nuevas promesas ya que, de momento, no se ha tenido en cuenta a las administraciones que tienen adjudicadas la mayor parte de las competencias en esta materia: las Comunidades Autónomas. Pero en este caso, quizá, lo importante no es hacer, sino aparentar que se hace.

Así pues, para algunos, Sánchez parece un pato cojo, pero puede no serlo. En julio de 2012, en plena crisis de la moneda única, el entonces presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, participó en Londres en un debate en el que dejó claro que el euro era irreversible, y lo comparó con un abejorro: según las leyes de la física es imposible que pueda volar, y sin embargo, lo consigue.

Sánchez voló en el pasado, y puede seguir haciéndolo. Ningún pronóstico ha funcionado con él, aunque a veces la suerte no dura eternamente. Y es que, como decía Miguel de Unamuno: “todo se acaba, hasta la pena”. Recuerdo un día en el que comentaba con un veterano político del PP vasco que Rodríguez Zapatero siempre tenía suerte. Él asintió, pero dijo de manera irónica: “también Aznar tenía baraka, y mira”. Y, a Zapatero, también se le acabó su baraka.

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