En el interior del cónclave

Parolin le cedió el papado a Prevost: así consiguió los votos León XIV

El cardenal Prevost desbancó al cardenal Parolin en la cuarta votación del cónclave al lograr el apoyo transversal de cardenales progresistas, moderados y algunos conservadores

El Papa León XIV junto al cardenal Parolin en el balcón de la basílica de San Pedro
El Papa León XIV junto al cardenal Parolin en el balcón de la basílica de San Pedro

La elección del cardenal Robert Francis Prevost como Papa León XIV ha sido el resultado de una negociación interna en el cónclave. Sin embargo, a diferencia de quienes dibujan un colegio cardenalicio enfrentado y dividido, el nombre del purpurado norteamericano sonó desde el principio: era una apuesta segura. Si bien Parolin partía con cierta ventaja, la votación se vio marcada por un giro inesperado: la retirada voluntaria del cardenal Pietro Parolin, uno de los favoritos en las primeras votaciones.

Prevost, que apareció en la Logia de las Bendiciones acompañado por Parolin (a quien le correspondía salir al balcón por ser el primero entre los obispos) antes de impartir la bendición Urbi et Orbi, quiso dejar claro que entre ambos no había ni habrá hostilidad. Fue un gesto para indicar que la política exterior del Papa Francisco —el diálogo con China, el acercamiento al Sur Global— se mantendrá sin cambios. Y también para subrayar que la “paz desarmada y desarmante”, evocada en su primer discurso como pontífice, comenzará dentro de la misma Curia.

Según fuentes cercanas al cónclave, las primeras votaciones mostraron un apoyo relevante pero insuficiente para Parolin. Él mismo habría sido el primero en entender que no lograría una mayoría sólida capaz de cohesionar a una Iglesia que busca y camina en la unidad. En un gesto de generosidad, habría entregado su candidatura en favor del entonces ascendente Prevost. Algunos incluso señalan que esa decisión de última hora fue la causa del retraso de la fumata negra del primer día.

Pietro Parolin
El cardenal Pietro Parolin

Prevost, misionero durante dos décadas en Perú y estrecho colaborador de Francisco, ha sabido navegar el equilibrio entre los bloques de cardenales del norte y del sur de América. Su firme condena a la decisión de Donald Trump de suprimir más del 90 % de la ayuda internacional gestionada por USAID —a la que calificó de “criminal”— resonó con fuerza en América Latina y entre los sectores sociales de la Iglesia. Esa postura clara reforzó su perfil como un defensor de los más pobres, sensible a los desafíos globales y con una visión pastoral coherente con la doctrina social.

Prevost también fue bien recibido por los cardenales africanos de habla francesa, posiblemente por sus raíces multiculturales: hijo de Louis Marius Prevost, de origen italo-francés, y de Mildred Martínez, de ascendencia española. Según los medios italianos, su candidatura fue vista con buenos ojos por el ala más conservadora del Colegio Cardenalicio, que prefería su perfil moderado al de otros posibles candidatos más “de periferia”, designados en los últimos años por Francisco.

Su capacidad de mediación fue especialmente valorada tras el último Sínodo, donde logró tender puentes entre los obispos, como los alemanes que pedían la ordenación diaconal —o incluso presbiteral— de mujeres. Esa habilidad lo consagró no como un simple continuador de Francisco, sino como el hombre capaz de consolidar sus reformas sin provocar rupturas.

El nombre elegido para su pontificado, León XIV, no es casual. Remite tanto a San León Magno —defensor de la ortodoxia católica frente a Atila— como a León XIII, el Papa de Rerum Novarum, la encíclica fundacional de la doctrina social de la Iglesia. León XIII también fue el primero en recibir en el Vaticano, en 1880, a un grupo de nativos americanos que llegaron con Buffalo Bill, gesto que revela su apertura hacia los pueblos del otro lado del océano. Con el paso atrás de Parolin, el respaldo de los sectores tradicionales y su propia autoridad moral y pastoral, Robert Prevost logró lo que parecía imposible: reconciliar las Américas y encarnar un consenso más que deseado en la Iglesia. 

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