España sigue siendo uno de los destinos más populares del planeta. Sin embargo, no todos los viajeros vuelven con una sonrisa. En los últimos meses ha ganado fuerza un fenómeno al que algunos ya denominan Síndrome España. Una especie de versión ibérica del famoso síndrome de París que afecta a turistas cuyas expectativas se ven defraudadas al encontrarse con una realidad muy distinta a la idealizada.
Y, aunque el país supera cada año récords de visitas, cada vez son más los que expresan cierto desencanto con la experiencia.
El contraste entre la imagen idílica y la experiencia real
El Síndrome España surge del choque entre la imagen turística proyectada —sol, alegría, gastronomía, patrimonio— y una cotidianeidad que puede desconcertar a los visitantes. Para 2025, el Consejo Mundial de Viajes y Turismo estima un impacto de más de 260.000 millones de euros en el PIB nacional por el turismo. España podría recibir hasta 100 millones de visitantes. Pero una parte de ellos no se marcha del todo satisfecha.
Ese Síndrome España no implica necesariamente un trastorno clínico. Pero sí describe una creciente sensación de desilusión entre ciertos perfiles de turistas, especialmente aquellos poco familiarizados con la idiosincrasia local. Lo sufren en particular quienes llegan con expectativas rígidas o idealizadas. Así ocurre con los viajeros nipones en París.

Un ejemplo reciente del Síndrome España lo ofrece Allie Hubers, influencer estadounidense especializada en viajes familiares y cruceros. Pese a calificar a España como un “destino mágico”, Hubers confesó públicamente no tener intención de regresar. Ha recorrido Vigo, Barcelona, Valencia, Cádiz y Málaga. Y, aunque alabó el clima y los paisajes, terminó señalando varios factores que le incomodaron.
En particular, el Síndrome España se activó en su caso por elementos como el horario comercial y la famosa siesta. Acostumbrada a ritmos anglosajones, le resultó difícil planificar actividades en ciudades donde muchos negocios cierran a mediodía y no reabren hasta las cinco o seis de la tarde. Este desfase cultural suele ser una de las causas principales del fenómeno.
La turismofobia y la incomodidad del visitante
Otro elemento que alimenta el Síndrome España es el rechazo creciente hacia el turismo en zonas saturadas. Las recientes protestas en las Islas Canarias y en Barcelona han tenido un gran eco internacional. Hubers, por ejemplo, menciona como una de las razones de su decepción el malestar social que percibió en algunos destinos.
El Síndrome España se intensifica cuando los turistas sienten que su presencia no es bienvenida. Las pintadas de “tourists go home”, la inflación derivada de la presión turística o los límites al alquiler vacacional son señales que algunos interpretan como hostilidad. Esto genera incomodidad y un clima menos acogedor.

Para reducir los efectos del Síndrome España, varios medios extranjeros han comenzado a recomendar destinos alternativos. El Daily Mail británico, por ejemplo, sugiere evitar Madrid y Barcelona y optar por Segovia, Toledo o regiones menos masificadas como Murcia o el norte de Tenerife.
El Síndrome España no desaparecerá del todo. Pero puede mitigarse si se trabaja en redistribuir el turismo, proteger la convivencia y explicar mejor las particularidades del país a quienes nos visitan. España es mucho más que sol y tapas. Quizás ahí resida el verdadero reto: enseñar a disfrutar el país desde su realidad, no desde la postal.