José Ángel Prenda, Ángel Boza, Jesús Escudero, Antonio Manuel Guerreo y Alfonso Jesús Cabezuelo; son los cinco miembros de la ya conocida ‘Manada’ de los San Fermines. Sus penas se vieron rebajadas gracias a la ley del ‘sólo sí es sí”, y ahora, uno de ellos ha obtenido su primer permiso penitenciario.
El caso de “la manada”, vuelve al foco mediático, un foco centrado en uno de sus agresores. Alfonso Jesús Cabezuelo es quien ha obtenido el primer permiso penitenciario después de pasar 8 años en prisión. Aún no se conoce fecha exacta para que comience a disfrutarlo, lo que sí se sabe es que podrá salir cuatro días del centro penitenciario. Los pasará en Sevilla con su familia y tendrá que seguir unas medidas de control, presentándose en comisaría cada día.

No sólo afecta a la víctima directa, si no también al resto de mujeres
Recordamos que Cabezuelo fue condenado a 22 años de prisión, recibiendo la pena más alta de entre todos los agresores; y es también el único que cuenta con un abogado diferente al resto.
Aunque este tipo de permisos están contemplados dentro del marco legal, su aplicación en un caso con tanta carga simbólica y emocional ha reabierto heridas profundas. Este caso fue cuestionado desde un principio, tanto por la sociedad como por la justicia al calificarse primeramente como ‘abuso’ y no como ‘violación’; y ahora, reabre viejas heridas.
Noemí Álvarez Boyero, psicóloga sanitaria especializada en trauma, explica que este tipo de resoluciones judiciales no sólo afectan a la víctima directa, si no también al resto de mujeres que han sufrido una agresión sexual, “es un golpe muy duro de afrontar, no sólo para las personas que han sufrido agresiones sexuales, sino también para quienes han vivido experiencias similares, aunque no hayan llegado a denunciar. Genera una sensación de desprotección que cala muy hondo”.
Situación del resto de agresores
Cabezuelo no es el único que ha visto modificada su situación penitenciaria. José Ángel Prenda, considerado el líder, vio reducida su condena de 15 a 14 años y cumple además otra pena por un abuso sexual en Pozoblanco.
Ángel Boza, el más joven, también cumple condena reducida y fue detenido posteriormente por robo. Jesús Escudero y Antonio Manuel Guerrero, el exguardia civil, tienen sentencias que incluyen años adicionales por delitos relacionados, como grabación y difusión de imágenes íntimas. A excepción de Guerrero, todos han solicitado y obtenido beneficios penitenciarios.

El permiso de Cabezuelo no significa su puesta en libertad, pero el simple hecho de que pueda salir de prisión, aunque sea temporalmente, tiene un fuerte componente simbólico. “Para una víctima, el simple hecho de imaginar que pueda cruzarse de nuevo con su agresor supone una amenaza emocional enorme. Es volver a revivir el trauma. Y no sólo en el plano racional, sino en lo más físico: miedo, ansiedad, bloqueos”, señala Álvarez Boyero.
Recaída emocional
Estas reacciones son comunes en víctimas de violencia sexual, que a menudo viven su proceso de recuperación con altibajos. La sensación de inseguridad puede permanecer durante años, y hechos como este, actúan como detonantes. “La experiencia traumática no desaparece del todo, por mucho que se trabaje en terapia. Cuando surgen noticias así, se produce una especie de recaída emocional, porque todo se reabre: el recuerdo, las sensaciones, el miedo a volver a pasar por lo mismo”.
Las víctimas y sus entornos sienten que el sistema judicial no está de su lado
Álvarez Boyero subraya que esta situación también tiene un efecto colectivo: “Aumenta la percepción de impunidad. Como sociedad, nos enfrentamos a la idea de que las agresiones sexuales no se castigan con la contundencia que deberían. Y eso, aunque sea de forma inconsciente, desincentiva a muchas mujeres a denunciar, por miedo a no ser creídas o a que el agresor regrese a la calle demasiado pronto”.
El caso de ‘La Manada’ vuelve a cuestionar el sistema de protección de las víctimas de violencia de género.
“Las víctimas y sus entornos también sienten que el sistema judicial no está de su lado. Hay una sensación de abandono institucional que deja huella. Cuando alguien que ha causado tanto daño vuelve a estar fuera, aunque sea por unos días, se revive la sensación de que la justicia no alcanza a reparar todo el daño causado”, reflexiona Álvarez Boyero.
Y resulta inevitable preguntarse ¿Quién cuida de la víctima cuando el sistema ya ha permitido que el agresor vuelva a la calle?