Metoo en el Ejército

Aurora G. Mateache: “Los protocolos de acoso fallan cuando una mujer militar denuncia”

"En el ejército se valora mucho la lealtad y, por miedo, muchas denuncias son entregadas al denunciado antes que a la Justicia", ha comentado Mateache

La capitán Cebollero, durante un momento de la entrevista
Javier Cuadrado

El Metoo en el Ejército destapado por Artículo14 continúa en la palestra. Samanta Villar ha entrevistado en RNE Cataluña, en el programa L’Entrellat, a la capitán Lourdes Cebollero, que sufrió acoso sexista dentro del Ejército español, y a Aurora G. Mateache, periodista de Artículo14 que ha destapado este caso.

Mateache ha puesto el foco sobre los protocolos de acoso dentro de las fuerzas armadas: “Los protocolos de acoso fallan cuando una mujer militar denuncia”. Las entrevistadas han explicado que estas denuncias van a parar antes a los acosadores que a la Justicia o a los organismos que se pudieran ocupar de ello dentro de las fuerzas armadas: “En el ejército se valora mucho la lealtad y, por miedo, muchas denuncias son entregadas al denunciado antes que a la Justicia”, ha comentado Mateache.

La excapitán Cebollero

Lourdes Cebollero ha recordado cómo fue su experiencia: “Nos integrábamos en un terreno totalmente colmado de hombres. Entonces chocaba mucho que la mujer entrara en el Ejército, era mediados de los años 90”. La capitán ha relatado que, cuando tuvo a su primer hijo, tuvo que renunciar a la lactancia. “Una militar es militar las 24 horas del día”, le dijeron.

Ya sobre el año 2000 Cebollero cuenta que se fue dando cuenta de la apertura de expedientes por acoso. “Yo denuncié porque escuché a un militar decir que un hombre podría entrar en cualquier momento en un vestuario de mujeres…”, ha relatado. Cebollero fue de las primeras en denunciar pero no la única. Entre 2016 y el 2022 se registraron 219 denuncias por acoso sexual en las Fuerzas Armadas. “Hay un caso escabroso de un señor que se masturba delante de una chica soldado y que hasta que esta chica no se atrevió a grabar con una cámara que lleva escondida en su móvil en el bolsillo del pantalón, no pudo denunciar”, ha contado también.

El caso de la capitán Lourdes Cebollero es el ejemplo claro de cómo un conflicto de “tamaña nimiedad”, como expresó el juez militar que dictó sentencia, puede convertirse en un ataque de galones contra una denunciante, a la que se le cerraron las puertas del cuartel de Torrero (Zaragoza) para abrírsele las del Tribunal Europeo de Estrasburgo. La corte internacional sólo admite el 3% de las denuncias particulares que le llegan. Entre ellas, la de Lourdes.

Ya no está en activo. Fue declarada discapacitada psicológica para su profesión por “trastorno adaptativo ansioso depresivo” y dada de baja en el Ejército sin reconocer que la enfermedad fue contraída en un acto de servicio. Dice que no va a callarse ya. El objetivo de su denuncia es “demostrar la farsa de la UPA” –Unidad de Protección frente al Acoso“- del Ministerio de Defensa. Su batalla se ha convertido en un ejemplo para otras militares que, explican, han vivido cómo presentar una denuncia por acoso se convierte en un revulsivo contra ellas que las relega al silencio y a la calle sin reconocimiento de servicio y sin pensión, en caso de ser una soldado raso. “Me contactan por privado. En redes sociales”. Asegura que, más de un centenar de casos han llegado a sus manos en 20 años de servicio. “Esto no lo hago sólo por mí, lo hago por todas las mujeres vejadas y silenciadas”, afirma. “Alguien tiene que explicar por qué de 84 denuncias presentadas en los dos últimos años –según datos del Observatorio de Vida Militar– no hay ninguna condena”.