A Sara, Noelia, Jennifer y Delia, la vida les cambió de un día para otro. A Sara, con apenas nueve años. A Noelia, a los treinta y cinco; a Jennifer con catorce, y a Delia, pasados los cuarenta y cinco. Una estaba buceando en la piscina de su pueblo, otra de vacaciones, otra se levantaba para ir al colegio. Pero a todas les ocurrió sin previo aviso. Porque ni los ictus ni los tumores cerebrales avisan.
“Una de cada cuatro personas sufrirá un ictus a lo largo de su vida, y aproximadamente la mitad de los supervivientes quedará con secuelas que afectarán su autonomía”, explica Juanjo García, pionero en el ámbito de la actividad físico-deportiva para personas con daño cerebral adquirido y cofundador de la Fundación Segunda Parte.
Jennifer recuerda con nitidez aquella mañana soleada de verano. “Me tiré a la piscina y tuvieron que sacarme porque pensaron que estaba teniendo una crisis epiléptica. Pero al sacarme, no reaccionaba”, rememora. El diagnóstico fue rápido: había sufrido un ictus, que le dejó secuelas de movilidad y visión, pero que no le arrebató la ilusión por la vida. “Me volqué en el deporte y en el fútbol”, explica.
Es miércoles y el cielo amenaza lluvia. En el campo de fútbol municipal de Sanchinarro, un grupo de mujeres practica jugadas a balón parado. Son campeonas de España, aunque su victoria pasó desapercibida en los medios deportivos. “¿Te acuerdas cuando me hiciste el pase y yo marqué el gol?”, pregunta Jennifer a Noelia durante una pausa en el entrenamiento. “¿Cómo no me voy a acordar, con lo contenta que te pusiste?”, responde Noelia.
Jennifer Viñuleas y Noelia Silva forman parte del equipo femenino de fútbol de la Fundación Segunda Parte. “Campeonas de España”, reivindican con orgullo, de una competición en la que el fútbol es lo de menos. “Aquí supero mis límites y mis propias barreras que en otros ámbitos de la vida no he podido vivir igual que otras personas”, explica Sara Fernández de la Pradilla, capitana y portera del equipo.
El equipo de la Fundación Segunda Parte está compuesto por mujeres que, a través del fútbol, encuentran una vía para mejorar su calidad de vida y recuperar su autonomía. “Estar en casa, encerrarse y frustrarse es muy malo… hay que mantenerse activa y no rendirse”, afirma Sara mientras se ajusta los guantes.
“Cuando te sucede una cosa así, te tienes que enfrentar a una vida que no conoces, en la que dejas de ser independiente”, explica Delia. Una vida en la que, incluso lo cotidiano, también cambia. “El autobús es ahora mi parque de atracciones diario”, comenta entre risas.
“Es importante que tengan rutinas, ya que en muchos casos no han podido reincorporarse a sus trabajos”, explica García. “El fútbol no sólo les ayuda a socializar y superarse día a día, sino que también mejora su estado físico, emocional, conductual y sensorial”. García reconoce que entrenarlas le ha transformado: “He aprendido a no rendirme, a disfrutar cada segundo de la vida, a ser más positivo y a no quejarme por cosas mínimas”.
El ictus no entiende de edad. En España, es la primera causa de muerte en mujeres y la segunda en hombres, según datos de la Sociedad Española de Neurología. Cada año, más de 100.000 personas sufren un ictus y una de cada seis muere. De aquellas que sobreviven, un 30% se convierte en dependientes debido a las secuelas. Pero a pesar las cifras, hay esperanza: se estima que ocho de cada diez casos podrían evitarse mejorando los hábitos de vida. “Con una buena alimentación, evitando el estrés, durmiendo adecuadamente, no consumiendo alcohol y haciendo deporte”, explica García. Que subraya la importancia del ejercicio físico “es bueno para prevenir un segundo ictus y mejora la plasticidad cerebral”.
“Con el fútbol he recuperado las sensaciones del trabajo en equipo, la complicidad de tener compañeras… Me siento muy bien”, confiesa Noelia. Su vida dio un giro inesperado en 2020. “Vivía fuera de España y estaba de vacaciones aquí cuando empecé a encontrarme mal. Me diagnosticaron un tumor cerebral”, relata. Tras la operación, decidió volcarse en el deporte como parte de su rehabilitación. “Empecé a ocupar mi tiempo con actividad física y notaba que me iba rehabilitando y encontrándome mejor a nivel físico, emocional y funcional”.
Con aquel gol, Sara, Delia, Noelia y Jennifer conquistaron mucho más que la Copa de España. Para Delia, ese tanto simbolizó la recuperación de un espacio propio: “Es la pertenencia a un grupo, nuestro sitio, nuestra parcela, nuestro mundo. Aquí, yo estoy mal del lado derecho, la otra del lado izquierdo y no pasa nada, nos entendemos. Nadie nos mira mal”, afirma. Es en este campo de césped artificial, donde las jugadoras de la Fundación Segunda Parte han vuelto a sentirse libres.