Con La Perla, uno de los sencillos más comentados de LUX, Rosalía vuelve a convertir el videoclip en una cartografía de símbolos: no una mera extensión visual de la canción, sino una dramaturgia del desengaño, la defensa emocional y la reinvención del yo tras una relación tóxica.
El contexto es importante: la pista de hielo donde la cantante aparece jugando al hockey —con protecciones completas— es la misma donde, según informaciones de seguidores y medios, Rosalía descubrió que Rauw Alejandro le había sido infiel, un momento que marcó su biografía pública y que ofrece un telón de fondo visceral para una canción dedicada a “un hombre que es una perla” en sentido irónico: alguien que destaca no por valor noble, sino por su falta de responsabilidad afectiva.
Dirigido por Stillz, quien trabajó con la cantante en el video Vampiros con su exprometido Rauw Alejandro (a quien va dedicada esta canción), el videoclip muestra a la cantante con diferentes armaduras —desde un traje de esgrima hasta un cinturón de castidad— para protegerse mientras lucha contra la mala energía del “ladrón de paz” del que canta.
Concebido con la dirección creativa de Pili Vila Tobella, hermana de la artista, el vídeo articula ese universo defendido como propio por Rosalía: una serie de escenas donde la artista se protege, enfrenta y desafía, más que victimizarse. Ella aparece vestida con traje de esgrima y florete en mano, un símbolo evidente de combate y defensa personal; en otra secuencia esgrimida por críticos y fans, patina sobre hielo con uniforme de hockey, deporte de contacto en el que la armadura no es opcional, sino condición de supervivencia.
La metáfora de la armadura visual se repite en otros elementos: la cantante pasea junto a un perro dóberman —tradicionalmente vinculados a la vigilancia y al control— al que ha amaestrado, y lo hace con protecciones; y aparece fumando en un Lamborghini, imagen de lujo, distancia y autoprotección, muy vinculado a sus primeros videoclips.

¿Cinturón de castidad?
Uno de los signos más comentados ha sido la presencia de un cinturón de cuero con apliques metálicos asomando por encima del pantalón, interpretado desde distintas ópticas críticas. Algunos analistas lo leen como una alusión a un cinturón de castidad, un objeto con historia de control patriarcal sobre el cuerpo femenino ahora reelaborado irónicamente por una mujer que ha declarado periodos de “celibato voluntario” tras decepciones amorosas.
Otras voces del análisis cultural han propuesto —con humor y provocación teórica— que el objeto podría sugerir un “strap-on”, un cinturón con falo usado en ciertas prácticas sexuales. En una artista consciente de su poder escénico y corporal, ese símbolo —si se sostuviera en la lectura performativa— no solo trastoca las expectativas heteronormativas, sino que desplaza la agencia sexual hacia la mujer, subvirtiendo la lógica de posesión tradicional del deseo. Aunque ni Rosalía ni el equipo creativo han confirmado esa lectura, su aparición ha alimentado un debate sobre la sexualidad, el control corporal y la representación de los roles de género en el pop contemporáneo.

El uso de estas protecciones y simbología, desde trajes de esgrima hasta accesorios que remiten a estructuras defensivas, no es gratuito. La canción y el video se articulan sobre la idea de vigilancia interna, una suerte de “estado de alerta emocional” frente a quienes fallan en el compromiso y la fidelidad, un tema que se despliega en la letra con metáforas directas e irónicas sobre la conducta del sujeto criticado.
La dimensión visual del videoclip —que incluye, además, gafas futuristas y un fuerte trabajo estilístico— se vincula con el tono del álbum LUX, donde Rosalía explora tanto la espiritualidad como las heridas del corazón con una praxis estética densa e imaginativa.

Aquí, el rechazo de la narrativa pasiva se convierte en una narrativa de confrontación, en un gesto performativo, donde cada elemento del vestuario funciona como un escudo sobre el cuerpo de la cantante. Sl provocar lecturas y discusiones incluso sobre objetos específicos del vestuario —como el cinturón metálico— Rosalía vuelve a posicionar al videoclip como un espacio de debate cultural.


