Incendios

Cultura y patrimonio en llamas: de Numancia a Trepucó, la fragilidad de la memoria histórica en España

Los recientes incendios que se han cebado en el patrimonio histórico español desatan la alarma: ¿cuidamos de nuestra herencia cultural como deberíamos?

Tres personas observan este martes, el incendio cercano a la localidad de Pombriego (León).
EFE/ Ana F. Barredo

El viernes 8 de agosto, las llamas amenazaban ni más ni menos que la emblemática Mezquita-Catedral de Córdoba, una de las joyas del patrimonio histórico no sólo de nuestro país, sino de la humanidad. El incendio, que pudo ser originado por una vieja máquina barredora en desuso, se inició en un espacio entre capillas destinado a almacén, donde se apilaban descuidadamente utensilios de limpieza, mobiliario de madera y objetos de diversa procedencia. La rápida intervención de los bomberos evitó que el fuego se extendiera causando una verdadera catástrofe.

Aún así, las capillas de La Encarnación y del Espíritu Santo resultaron afectadas, desplomándose el techo de la primera. El foco del fuego quedó gravemente dañado y varios muros ennegrecidos por humo y llamas. El Cabildo afirmó rápidamente que dicho almacén estaba a punto de ser limpiado y clausurado. La oposición acusa al Cabildo de uso indebido de espacios, descuido y mala gestión. El resultado: la aprobación para instalar un sistema de nebulización similar al de la catedral de Notre Dame, que costará más de un millón de euros. La pregunta está en el aire: ¿Por qué no existía ya este sistema u otro similar?

Al día siguiente, sábado nueve, el incendio declarado en Yeres alcanzaba la zona de Las Médulas, en El Bierzo. Aunque el centro de interpretación y el Domus de las ruinas de la mayor mina de oro romana a cielo abierto se han salvado, sí han sido dañados tanto el entorno natural como el Aula Arqueológica y el mirador de Orellán. Si bien las labores de limpieza, recuperación y restauración del patrimonio cultural dañado han empezado de inmediato, se estima que las visitas guiadas a la mina romana y otras actividades relacionadas quedarán suspendidas por tiempo indefinido, con la consiguiente merma de ingresos. Los vecinos, entre ellos más de setecientas personas evacuadas, han manifestado su indignación porque no se actuara con mayor rapidez. También la UNESCO, Las Médulas son patrimonio universal, se mostró asombrada de que no existiera un plan integral propio contra incendios en el Municipio.

Los múltiples incendios que arrasan en estos momentos Galicia, extendiéndose también por Asturias, causan estragos no sólo en áreas de bosque y monte, sino también en las proximidades de las iglesias de las parroquias afectadas, algunas de origen románico. Algo a lo que gallegos y asturianos están acostumbrados.

El otro día, el párroco de Cangas del Narcea y Arcipreste de El Acebo, Juan José Blanco Salvador, fue noticia al colaborar a pecho descubierto en la extinción de las llamas que se acercaban al santuario asturiano de El Acebo, templo del siglo XVI que da cobijo a la estatua de la Virgen del mismo nombre. Milagrosamente, muy apropiado adjetivo, tanto iglesia como estatua, evacuada por el propio párroco, han resultado intactas.

Es obvio que el problema de los incendios veraniegos resulta de difícil si no de imposible solución. No obstante, pareciera que este fogoso asalto a varios monumentos que forman parte de lo mejor de nuestra herencia artística y cultural nos estuviera diciendo algo. Algo diferente aunque, sin duda, relacionado también con los sempiternos fuegos que asolan España, año tras año.

EFE/ Brais Lorenzo
EFE/ Brais Lorenzo

¿Está debidamente preservado y custodiado nuestro patrimonio histórico? ¿Existen planes específicos para su protección? ¿Se asignan suficientes partidas presupuestarias para ello? Si es así, ¿se gastan debidamente?

Aunque es de esperar hayan cambiado las cosas, hay un recuerdo personal que no se me va de la cabeza. Haciendo el servicio militar obligatorio, vulgo mili, en 1984, en la bella isla de Menorca, pasábamos las tardes fuera de servicio fumando, bebiendo y jugando a las cartas junto y dentro del conjunto megalítico de Trepucó, compuesto por taula, naveta y talayot, sin que hubiera la más mínima vigilancia que nos lo impidiera.

Todo recluta pasaba por la novatada de meterle en el estrello pasillo que da entrada a la naveta, sobre cuyo techo nos tumbábamos a tomar el sol mediterráneo. No eran pocos quienes se llevaban de recuerdo alguna piedra chica o fragmento de cerámica extraído del suelo, bajo los impresionantes megalitos milenarios. Como digo, espero haya cambiado la situación.

Como también espero que el yacimiento y museo al aire libre de la antigua ciudad de Numancia, la de la célebre resistencia celtíbera contra Roma, no esté a día de hoy como lo encontré en mi visita al mismo a comienzos de la década de los noventa. Sucio, descuidado, sin vigilantes, sin tienda o punto de información turístico alguno, parecía que no había pasado nadie una escoba por allí desde el siglo II a. c. Hoy, al parecer, el yacimiento numantino, declarado Bien de Interés Cultural desde 1882, sigue amenazado por un proyecto de la Junta de Castilla y León para construir un polígono industrial en sus proximidades. De momento, nada se ha hecho. Pero igual un incendio podía echar una manita…

Reconozco mi ignorancia, como la de tantos otros ciudadanos, respecto al estado real de conservación, preservación y protección de nuestro patrimonio, que tan fácil parece prender últimamente. No quisiera pecar de alarmista, cuando hasta a los parisinos se les quemó Notre Dame (y poco sabemos del cómo). Pero tengo para mí que algo falla en nuestros políticos e instituciones cuando un país, el nuestro, que podría prácticamente vivir de una correcta e inteligente explotación de su patrimonio histórico-artístico, superior al de Inglaterra o Francia y casi equiparable al de Italia, sólo se acuerda de este, como de Troya, cuando arde.

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