En medio de un Líbano (nuevamente) al borde del colapso, la voz de Nouhad Haddad, más conocida como Fairuz (o escrito a la francesa Fairouz o Fayrouz, que significa ‘turquesa’ en lengua árabe) resuena con la misma fuerza de siempre como evocación del país y la región que pudieron ser y no son. Las inmortales canciones de Fairuz, que cumplió 90 años el 21 de noviembre, acompañan estos días como las de ningún otro artista o grupo musical las imágenes o videos en Instagram o TikTik tanto de bucólicos paisajes de la costa o la montaña libanesa como humeantes edificios de Beirut después del último bombardeo israelí. Más allá de las redes sociales, la dulce e inconfundible voz de Fairuz suena cada día en comercios, hogares y taxis de todo el mundo árabe, de Bagdad a Casablanca, pasando por Damasco, El Cairo y Beirut, su Beirut. Su voz es imitada por miles de mujeres en toda esta parte del mundo.
Nadie como Fairuz, cristiana ortodoxa, ha representado al Líbano en toda su diversidad y complejidad identitaria (a menudo asesina) y religiosa. La embajadora de las estrellas nació en el barrio beirutí de Zuqaq al-Blatt en una familia humilde, hija de padre procedente de la ciudad turca de Mardin y de madre libanesa de familia procedente de la costa siria. Se hizo cristiana ortodoxa griega tras su matrimonio con el compositor Assy Rahbani. La cantante es madre de cuatro hijos: Ziad, Rima, Layal y Hali.
En Líbano se dice que si hay tres elementos que unen a todos los habitantes de este complejo y trágico país del Levante mediterráneo, esos son la bandera (y su cedro), el Ejército y Fairuz. A su vez, la identificación de Fairuz con Líbano ha contribuido, a la imagen favorable del país en el imaginario colectivo de los árabes. No hay otra figura que genere igual consenso en un país dividido. También se afirma en el Líbano que hay una canción de Fairuz para las primeras horas del día, a modo de banda sonora del desayuno, y otra para el último afán del día antes de retirarse a descansar.
Durante la guerra civil libanesa (1975-1990), la también apodada voz y embajadora de los árabes solo cantó fuera del país; se negó a hacerlo en su patria hasta que la contienda no hubo concluido. Al igual que se negó a tomar partido por ningún bando en el conflicto. Su primer recital tras la guerra se produjo en 1994 en un megaconcierto celebrado en el centro de la capital libanesa, su ciudad, a la que dedicó en plena contienda Li Beirut, convertida en un himno desde hace décadas.
Por su identificación con el país, a Fairuz se la ha comparado con Édith Piaf en Francia, Elvis Presley en Estados Unidos o John Lennon en el Reino Unido, y en el caso de España podrían trazarse similitudes con Lola Flores. Si de la ‘faraona’ dijo el New York Times (¿apócrifo?) que “ni canta ni baila pero no se la pierdan”, más de uno se atribuye en su país el dicho que afirma que “cuando Fairuz canta uno se siente transportado al interior de una iglesia”. No en vano, su música es una mezcla de ecos orientales y occidentales -como sus tangos-, que bebe igualmente de las fuentes de la música bizantina y maronita. El amor, la paz, el cristianismo y las gentes de su país y la región -Siria, Palestina, Egipto- han sido sus temas predilectos. Con los hermanos Rahbani, Assy -su esposo- y Mansour, Fairuz creará un estilo propio con influencias iniciales de la música latina. Assy y Mansour, junto a su hijo, firmaron muchas de las composiciones más populares de la diva libanesa.
Además, la cantante ha sido también icono de la lucha silenciosa de las mujeres libanesas por sacar adelante sus hogares y el país en décadas muy difíciles, que son prácticamente todas desde que la cantante comenzara a popularizarse. Fairuz es también la madre, o la abuela, de las libanesas con independencia de su filiación religiosa o identitaria.
Si Fairuz ha sido sinónimo del Líbano, sus canciones han sido también símbolo de la identidad palestina, de manera particular la de los cristianos -mayoritariamente ortodoxos- palestinos. Uno de sus mayores éxitos musicales en todo el mundo árabe ha sido la canción Zahrat el madaen, dedicada a la ciudad de Jerusalén y en el que la figura de Jesús y la virgen María son protagonistas.
Desaparecida hace casi medio siglo otra gran diva de los árabes, la egipcia Umm Kalzum (o Umm Kulthum a la inglesa), la ‘estrella de Oriente’, Fairuz es hoy la indiscutible diva del Líbano, los árabes y más allá. Como tal, Fairuz supo retirarse a tiempo de los escenarios. Su último recital público se produjo a comienzos de 2012 en la escena del complejo Platea, situado al norte de Beirut, y siete años después volvió a aparecer en un videoclip con motivo del décimo aniversario de la muerte de su esposo.
La última imagen pública de la cantante, que reside en el afluente municipio de Rabieh, al norte de la capital libanesa, fue divulgada con motivo de la visita que le cursó el presidente francés Emmanuel Macron en su domicilio del municipio de Rabieh, al norte de Beirut, a comienzos de septiembre de 2020. Hoy Fairuz vive alejada de los focos convertida su dulce voz en la banda sonora indiscutible del país que pudo haber sido y los libaneses se empeñarán en volver a serlo.