Detrás de un lenguaje sencillo y una narración cargada de ternura, se esconde una de las obras más influyentes y citadas del siglo XX. Aunque muchos la descubren en la infancia, su verdadera profundidad se revela con los años. La historia de un pequeño viajero que recorre planetas y conversa con adultos aparentemente absurdos ha traspasado fronteras, culturas e idiomas. Hablamos, cómo no, de El principito, escrita por Antoine de Saint-Exupéry en 1943.
Este pequeño libro ilustrado, que apenas supera el centenar de páginas, se ha traducido a más de 500 idiomas y dialectos, lo que lo convierte en una de las obras literarias más traducidas de la historia, solo superada por textos religiosos como la Biblia. Sin embargo, su éxito no fue inmediato.

Un clásico nacido en el exilio
El principito fue escrito durante el exilio del autor en Nueva York, en plena Segunda Guerra Mundial. Saint-Exupéry, piloto de profesión y francés de corazón, había huido del régimen nazi tras la ocupación de Francia. En ese contexto, alejado de su tierra y profundamente melancólico, comenzó a trabajar en esta historia. El manuscrito original fue redactado en francés, pero la primera edición se publicó en inglés en 1943 en Estados Unidos, donde pasó inicialmente desapercibido.
La obra no fue bien recibida en su momento: demasiado infantil para los adultos, demasiado filosófica para los niños. No fue hasta años después de la muerte del autor, cuando su avión desapareció en una misión sobre el Mediterráneo en 1944, que El principito comenzó a recibir el reconocimiento que merecía.

Fábula, filosofía y crítica social
A primera vista, El principito parece un cuento lleno de fantasía: un niño llega a la Tierra desde un asteroide, tras visitar planetas donde conoce a un rey, un farolero, un vanidoso, un bebedor o un geógrafo. Pero en cada encuentro hay una crítica profunda al mundo de los adultos. La obra plantea preguntas existenciales, critica la lógica del poder, el ego, el materialismo, la rutina y la incapacidad de ver lo esencial.
“La gente grande no comprende nada por sí sola”, dice el narrador en uno de los pasajes más recordados. Y es que el mensaje central de la obra se resume en una de sus frases más célebres:
“Lo esencial es invisible a los ojos.”

Curiosidades que (probablemente) no sabías
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Las ilustraciones originales son del propio autor. Saint-Exupéry, además de piloto y escritor, era un dibujante aficionado. Los icónicos dibujos del principito, la rosa o el zorro son suyos.
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Su rosa estaba inspirada en Consuelo, su esposa, con la que mantuvo una relación intensa y tormentosa. Muchos expertos creen que la relación del Principito con su rosa refleja el amor y la fragilidad de su vínculo con ella.
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Ha sido objeto de múltiples censuras. En algunos países fue retirada de las escuelas por tratar temas considerados “existencialistas” o “demasiado filosóficos” para niños.
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En Japón, existe un museo dedicado por completo a El principito, situado en la ciudad de Hakone. También hay parques temáticos, sellos, billetes conmemorativos y hasta óperas basadas en su historia.
Un mensaje que no caduca
Décadas después de su publicación, El principito sigue tocando corazones de todas las edades. Su mensaje sobre la amistad, el amor, la pérdida y la importancia de mirar con el corazón ha hecho que generaciones enteras se identifiquen con sus palabras. No importa cuándo se lea: siempre dice algo nuevo.