En el corazón de una Inglaterra sacudida por la Reforma, el miedo a la damnación eterna y los rumores de ejecuciones públicas, un hombre llamado John Reynolds firmó una obra que pasaría a la historia por inaugurar, sin saberlo, uno de los géneros más adictivos de la literatura moderna: el true crime.
Corría el año 1635 y la imprenta ya empezaba a democratizar el acceso a la palabra escrita. Pero nadie imaginaba que, entre sermones, tratados morales y crónicas cortesanas, emergería un libro que retrataba el crimen con un realismo descarnado y una intención ejemplarizante.
El crimen como advertencia divina
La obra se tituló The Triumph of God’s Revenge Against the Crying and Execrable Sin of Murther, y su autor, John Reynolds, la publicó como una colección de historias “verídicas” sobre asesinatos ocurridos en Europa. En cada relato, el pecado del homicidio se narra con una minuciosidad que anticipa el periodismo de sucesos. Pero con un marco moral que responde al espíritu de su tiempo. Cada crimen es un acto de rebelión contra Dios y cada castigo. Una manifestación de Su justicia.
Lo fascinante es que John Reynolds no recurrió a la ficción. O no del todo. Aunque el autor se tomaba licencias literarias, sus textos se basaban en hechos reales, en muchos casos adaptados de crónicas judiciales, informes parroquiales o correspondencias privadas. Esa combinación de crónica, drama y lección moral convirtió el libro en un éxito editorial.
Se reeditó en varias ocasiones y fue traducido al francés, al alemán y al italiano. Sin embargo, con el paso de los siglos, su nombre quedó relegado al olvido, eclipsado por los gigantes del siglo XIX y los fenómenos editoriales del XX.
John Reynolds, pionero de la oscuridad
Pese a su desaparición del canon literario, John Reynolds fue, en muchos sentidos, un precursor. Donde luego Truman Capote buscó la belleza en la tragedia o Janet Malcolm el alma del asesino, Reynolds buscaba a Dios. Pero el mecanismo era el mismo. Un suceso brutal. La exploración psicológica del criminal. La reconstrucción del entorno. El dolor de la víctima. El juicio. La caída. El castigo. Todo eso ya estaba en las páginas del inglés.
Cada uno de los relatos escritos por John Reynolds gira en torno a la misma estructura narrativa: crimen, castigo y redención —o su imposibilidad. Pero no se trata de simples ejercicios retóricos. La sangre salpica cada párrafo, las pasiones humanas se desbocan y el lector, atrapado entre el horror y el morbo, asiste a la disección moral de un mundo que no ha cambiado tanto como quisiéramos.

El estilo de John Reynolds es denso, recargado y profundamente barroco. Pero también prefigura los recursos del reportaje criminal. Hay detalles minuciosos de las escenas del crimen, nombres completos de los protagonistas, fechas, ubicaciones geográficas y hasta confesiones directas. En ocasiones, se intercalan citas de testigos o se reproducen pasajes judiciales. Todo ello contribuye a esa atmósfera tan característica que hoy identificamos como true crime. Pero que en el siglo XVII era una forma de moralizar a través del miedo.
El lector moderno puede encontrar en las historias de John Reynolds ecos de la narrativa sensacionalista de los tabloides. Pero también un testimonio histórico de cómo se percibía el crimen en una sociedad religiosa y fuertemente estratificada. El asesinato no solo era una transgresión contra la ley, sino una afrenta contra el orden divino. Y debía ser castigado con la máxima severidad para que el ejemplo sirviera a otros.
La sombra alargada del primer ‘true crime’
El legado de John Reynolds se mantuvo vivo durante más de un siglo gracias a las reediciones constantes y a su influencia en otros escritores. Autores como Thomas De Quincey, con su célebre ensayo On Murder Considered as One of the Fine Arts (1827), se nutrieron de esa mezcla entre horror y fascinación que Reynolds supo encapsular. Más adelante, en el siglo XX, William Roughead o el propio Capote reconfigurarían el género, pero sin negar esa deuda primitiva con el moralismo truculento del siglo XVII.
Curiosamente, en la era del podcast, de las plataformas de streaming y de las series documentales sobre crímenes reales, el nombre de John Reynolds ha comenzado a reaparecer tímidamente. Universidades anglosajonas han digitalizado sus textos, algunos especialistas en historia cultural han reivindicado su figura y no faltan quienes consideran The Triumph of God’s Revenge como una obra fundacional en la historia del periodismo narrativo.