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‘La vieja guardia 2’: cine de acción feminista… y muy aburrido

La película protagonizada por Charlize Theron se ha estrenado recientemente en Netflix y, a pesar de que huye de la “mirada masculina, destaca por una peripecia argumental muy básica y de lo más confusa

Entre todos los géneros que usamos para clasificar películas en función de su contenido, el cine de acción sin duda es uno de los que históricamente han estado infectados de forma más sistemática por lo que conocemos como la “mirada masculina”. Recordemos que el término, acuñado en 1975 por la cineasta Laura Mulvey, alude a un punto de vista masculino y heterosexual que representa a las mujeres como objetos sexuales con el fin de generar el placer de un espectador también masculino. Más concretamente, se refiere a la tendencia a vestir a un personaje femenino con ropa mucho más ajustada y reveladora que la de sus homólogos del otro sexo, a dejar que la cámara se detenga sin necesidad en el trasero o los pechos de esa mujer o a retratarla siempre glamurosa, incluso si está agotada, herida o molesta.

Basado en un cómic de Greg Rucka y Leandro Fernández y dirigido por Gina Prince-Bythewood, el thriller de superhéroes La vieja guardia (2020) -sobre un grupo de guerreros inmortales dedicados a luchar por la justicia a lo largo de los milenios y en todo el mundo- destacó en el momento de su estreno por mantenerse completamente ajeno a la mirada masculina a la hora de retratar tanto a su principal heroína, encarnada por Charlize Theron, como al resto de sus personajes femeninos; cada uno de ellos disponía de un arco argumental independiente y bien definido, y carente de clichés sexistas y romances forzados. Y, mientras tanto, la película lograba reflexionar sobre la soledad y el dolor derivados de vivir una vida eterna al tiempo que ofrecía emocionantes secuencias de lucha. Sus protagonistas podían manejar hábilmente cuchillos, espadas, hachas pertenecientes a la Edad de Bronce y movimientos de artes marciales mixtas y también exhibir mundos interiores marcados por el amor, la traición, la culpa y el arrepentimiento. La buena noticia acerca de la secuela La vieja guardia 2, recién estrenada en Netflix, es que en ella tampoco se detecta mirada masculina alguna -la ha dirigido Victoria Mahoney-; la mala es que, a lo largo de su metraje, una peripecia argumental a la vez muy básica y de lo más confusa, una colección puramente genérica de encuentros, conflictos, resoluciones e imágenes y demasiados personajes de utilidad cuestionable.

Charlize Theron llega a la 96ª ceremonia anual de los Premios Óscar.
EFE/EPA/KYLE GRILLOT

Como quedó claro en la primera película, en este universo la inmortalidad significa que quienes la poseen pueden morir y revivir cientos o miles de veces, pero un día su muerte será definitiva y no tienen forma de saber cuándo llegará ese momento. Andy (Theron) perdía su condición de inmortal al final de aquel relato, y eso agravaba tanto su crisis de fe -causada por la incapacidad de sus acciones y las de su equipo para mejorar el mundo- como los reproches que le causaba la pérdida de su compañera Quynh, Quynh, confinada en un ataúd de hierro en el fondo del océano y obligada a pasar cinco siglos ahogándose y volviendo a la vida una y otra vez. La trama de esta secuela empieza cuando Quỳnh escapa de su tumba y, consumida por su resentimiento contra Andy -a quien culpa de no haberla rescatado-, se une a la villana Discord (Uma Thurman) para exigir su venganza.

Considerada el más antiguo de los seres inmortales, Discord tiene el objetivo de desmantelar todo aquello por lo que Andy y los suyos han luchado durante siglos con el fin de salvaguardar a la humanidad, y el principal problema acerca de esa némesis es que nunca resulta suficientemente interesante como para justificar todo el trabajo que la película se toma para dar sentido a su historia; en general, de hecho, La vieja guardia 2 se toma demasiado en serio su propia mitología a pesar de que es rematadamente tonta, y -aunque no tanto como la primera película- pierde demasiado tiempo explicándola. Entretanto, Mahoney, orquesta una sucesión funcional pero completamente impersonal de de combates, a lo largo de la que nunca pierde la oportunidad de aplastar piernas que pueden volver a crecer, o de estrellar a alguien contra una ventana sin preocuparse por lo que pueda pasar si se raja el cuello con un trozo de vidrio. Sin duda, entre esas secuencias de acción destacan la que da inicio a la película -una vistosa mezcla de tiroteos, persecuciones entre coches y accidentes marítimos- y un duelo entre Andy y Quỳnh cuya mayor virtud es que transcurre a la luz del día y, por tanto, está suficientemente iluminada. No todas las otras escenas de ese tipo con las que comparte metraje pueden decir lo mismo.

Dado que otro de los elementos distintivos de La vieja guardia era que incluía entre sus personajes a una pareja de superhéroes homosexuales, y que ambos vuelven a estar presentes en La vieja guardia 2, resulta llamativo que la nueva película no se atreva a explicitar que Andy y Quynh son amantes, a pesar de que obviamente lo son. ¿Es una cuestión de cobardía, o es que en Netflix pensaron que dos parejas queer eran demasiadas? En cualquier caso, la reunión entre ambas proporciona al relato la promesa de un interesante arco emocional que, sorprendentemente, Mahoney no llega a explorar como requiere. En realidad, la directora no llega a exigir de casi ninguno de sus personajes más que un desánimo interminable e irritante. Ninguno de ellos cambia o evoluciona lo más mínimo, y la película no los usa para responder cuestiones interesantes como qué implica herir a alguien que vive para siempre, o cuán profunda puede llegar a ser una herida cuando el tiempo no la cura.

La actriz sudafricana Charlize Theron asiste al partido de semifinales individual masculino entre Carlos Alcaraz de España y Daniil Medvedev de Rusia durante el Abierto de Estados Unidos.
EFE/EPA/CJ GUNTHER

En su avance, ‘La vieja guardia 2’ se abre camino hacia el inevitable choque final entre Theron y Thurman que, por desgracia, de ningún modo cumple con las expectativas que la perspectiva de ver enfrentadas a la heroína de ‘Atomic Blonde’ (2017) y la del díptico ‘Kill Bill’ inevitablemente genera. Bañada en una inexplicable oscuridad, representa una resolución de lo más anticlimática para una película que, en última instancia, se muestra más ocupa más de preparar el terreno para un hipotético tercer capítulo que de resultar satisfactoria por sí sola. Lo cierto, sin embargo, es que esta saga parece haber llegado al final de su vida.

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