Cine

Armas de mujer y mujeres de armas tomar

Con 'Ballerina', Ana de Armas se suma a la larga lista de actrices que encarnan asesinas profesionales de cuidado, empoderadas para matar

Ana de Armas tomará el relevo a John Wick en Ballerina (2025), de Len Wiseman.

El próximo mes de junio llegará a todas las pantallas Ballerina, nueva entrega del universo de John Wick donde este, interpretado como siempre por Keanu Reeves, pasa el testigo a un novedoso pero igualmente mortífero personaje: Eve, una asesina que como él trabaja para la mítica Ruska Roma y que encarna Ana de Armas. Es el signo de los tiempos. La de Armas, bien curtida en el cine de acción gracias a sagas como la de 007, sustituye al quizá demasiado viejo ya para estas lides Keanu Reeves, demostrando que las mujeres pueden ser sicarias profesionales tan perfectas, eficaces y peligrosas, si no más, que los típicos caracteres masculinos de un subgénero cuya peculiar definición como “ejército de un solo hombre” (one man army) debería ir cambiando por la de “ejército de una sola mujer”.

Las asesinas desde Milady de Winter

Como bien saben los amantes del thriller, el film noir y el cine de acción, las asesinas profesionales son tan viejas como estos géneros, sino más. ¿Qué otra cosa es la Milady de Winter de Los tres mosqueteros de Dumas, sino una liquidadora profesional, amén de espía, al servicio de Richelieu y sus intrigas? Interpretada por damas de la pantalla como Lana Turner, Faye Dunaway o Rebecca De Mornay, algunas de las más recientes han sido Milla Jovovich y Eva Green, en producciones que casi, casi, le dan la vuelta al personaje. Lo cierto es que las primeras asesinas de película solían ser mujeres fatales, villanas de cuidado, tanto más malvadas cuanto más hermosas y seductoras.

Eva Green, una Milady de Winter para el siglo XXI.

Así ocurría con La mujer bandido (1945), interpretada por Margaret Lockwood en el clásico melodrama de época británico de Leslie Arliss, personaje inspirado en la histórica Barbara Skelton, réplica femenina de los salteadores de caminos ingleses del siglo XVII a lo Dick Turpin. Faye Dunaway volvería a encarnarla en La dama perversa (1983) de Michael Winner, aprovechando su experiencia como Milady e incluso como la estupenda, sensual y peligrosa Bonnie Parker del Bonnie y Clyde (1967) de Arthur Penn. Otro personaje real, que inspiraría la ficticia Annie Laurie del espléndido filme El demonio de las armas (1950), noir protagonizado por Peggy Cummins como el lado más peligroso de una pareja fuera de la ley.

La perversa Barbara Skelton de La mujer bandido (1945), interpretada por Margaret Lockwood.

En los años 70 se comenzaron a derribar los muros del machismo

Es obvio que la ficción cinematográfica no veía la combinación de mujeres y armas con buenos ojos. Cuando los años sesenta empezaron a derribar los muros del machismo, el cine reaccionó con títulos tan divertidos pero significativos como Más peligrosas que los hombres o F de Flint, ambas de 1967, donde héroes viriles como Bulldog Drummond y Derek Flint se enfrentaban a ejércitos de bellas asesinas conspirando para destruir el orden establecido, a las que ponían en su sitio dentro de la pantalla… Mientras fuera de esta eran ellas quienes ganaban la guerra de los sexos.

Cartel de Más peligrosas que los hombres (1967), cuando el cine de acción tuvo miedo al feminismo.

Fue quizá el cine oriental, amante de las mujeres peligrosas por encima de todas las cosas, el primero en proponer un personaje de mujer asesina “positivo”: la Yuki de las estupendas Lady Snowblood (1973) y Lady Snowblood 2: Love Song of Vengeance (1974), ambas dirigidas por el japonés Toshiya Fujita, que convirtieron a la actriz Meiko Kaji en mito erótico y modelo de guerrera implacable criada para la venganza y el asesinato (más o menos justificado). Su impacto inspiraría el personaje de La Novia en las dos entregas del Kill Bill (2003/2004) de Tarantino, inmortalizada por Uma Thurman, además de ratificar una tradición asiática seguida por la serie de películas nipona Zero Woman (1974-2007), la china de Hong Kong Black Cat (1991), el anime Kite (1998), Desnuda para matar (1992) y su secuela, también de Hong Kong; las dos entregas de la japonesa Azumi (2003/2005), además de otras más recientes como la superproducción histórica china The Assassin (2015) o las surcoreanas La villana (2017) y Boksoon debe morir (2023), ingeniosa vuelta de tuerca al personaje.

La mortífera Lady Snowblood (1973), que inspiró a Tarantino su Kill Bill (2003).

El genio Luc Besson

Paradójicamente, algunos de estos títulos orientales encontraron inspiración en una película francesa de éxito internacional: Nikita, dura de matar (1990), donde Anne Parillaud dio cuerpo al moderno mito de la asesina profesional que consigue superar y vencer no solo a sus oponentes masculinos, sino al propio mundo machista, violento y patriarcal que intenta convertirla en mero instrumento de muerte sin voluntad propia. Luc Besson, genio poco reconocido pero genio, supo crear el arquetipo perfecto del género (en ambos sentidos del término), provocando un aluvión de remakes y series televisivas, así como de imitaciones más o menos descaradas.

Anne Parillaud, la Nikita de Luc Besson, el arquetipo de asesina moderna definitivo.

El propio Besson, cuya El profesional (1994) se atrevió a introducir a toda una precoz sicaria entrenada por un asesino entrañable, personificada por Natalie Portman aún niña, insistiría en este modelo con producciones, a veces dirigidas por él, a veces no, como Colombiana (2011), Lucy (2014) o Anna (2019), variaciones sobre un mismo tema, cada una con sus matices, protagonizadas por Zoe Saldaña, Scarlett Johansson y Sasha Luss, respectivamente.

Asesinas de todo tipo

Clara, o quizás oscuramente, en el siglo XXI el cine de acción con protagonismo de profesionales a sueldo, sea de mafias, gobiernos o sociedades secretas, pertenece a la mujer. No son pocas las estrellas femeninas que se han prestado gozosamente a matar a sangre más o menos fría, más o menos caliente, para alegría tanto de la espectadora liberada del nuevo milenio empoderado como, quizá más todavía, para la del espectador masculino.

Jennifer Garner (Elektra, 2005), Keira Knightley (Domino, 2005), Saoirse Ronan (Hanna, 2011), Gina Carano (Haywire, 2011), Jennifer Lawrence (Gorrión rojo, 2018), Jessica Chastain (Ava, 2020), Mary Elizabeth Winstead (Kate, 2021), Maggie Q (La protegida, 2021)… Algunas, le han cogido el gusto: Charlize Theron lo ha sido en Aeon Flux (2005) y Atómica (2017); Angelina Jolie en Wanted (2008), Salt (2010) y Sr. y Sra. Smith (2005), y Kate Beckinsale a lo largo de la saga fantástica Underworld, iniciada en 2003, y en la reciente Canary Black (2024). Aparte de la citada Scarlett Johansson, tanto en Lucy como dando vida a la Viuda Negra del Universo Marvel.

Angelina Jolie como Mrs. Smith, una veterana en el negocio del asesinato.

Las asesinas de película pueden ser divertidas, como la sicaria adolescente de Barely Lethal (2015); raciales como la Miss Bala (2011) del filme colombiano original y su versión hollywoodiense de 2019. Han dado la vuelta a la tortilla con remakes como El baile de los sicarios (2001) o The Killer (2024), donde el japonés Seijun Suzuki y el chino John Woo, respectivamente, recrean sus clásicas películas de asesino profesional cambiándolo de sexo. Se han extendido a las series de éxito, como Hanna, inspirada por la película del mismo título —alguien estudiará un día por qué tantos de estos personajes se llaman Ana, en sus diferentes versiones—, Cleaners (2013-14), la popular Killing Eve (2018-22) o la oscura serie rusa Hope (2020).

A todas ellas se añade ahora Ana de Armas como la nueva Eve de Ballerina, que dirige, por cierto, Len Wiseman, responsable de Underworld. Han pasado muchos años desde que una mujer con licencia para matar se convirtiera de inmediato en “la mala” de la película. Ahora, las armas de mujer son también otras. Al fin y al cabo, lo que importa es que si tiran a matar, den en el blanco. Es decir, que protagonicen buenas películas de acción. El gran triunfo de la mujer asesina, al menos en la ficción, es ese y no otro.

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