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‘Los abandonados’: los westerns femeninos solo son necesarios si no son como este

El nuevo spin-off de la serie western Yellowstone propone un novedoso enfoque femenino, pero esta perspectiva no es suficiente para mantener el interés

Fotograma de 'Los Olvidados'

Las cinco temporadas de Yellowstone alcanzaron un éxito tan monstruoso que, pese a llegar a su fin en 2024, siguieron alimentando una saga de spin-offs que sigue expandiéndose. Eso explica que Netflix se haya pasado el último año estrenando producciones que aspiran a convertirse en el nuevo gran western televisivo, entre las que posiblemente destaque American Primeval. Como la serie que volvió a poner el género de moda, la mayoría de estas émulas se articulan en torno a conflictos por la tierra entre individualistas rudos y representantes del capitalismo más voraz, dos arquetipos típicamente estadounidenses, y lo mismo puede decirse de la nueva incorporación a la galería de ficciones de Netflix repletas de caballos, revólveres Colt 45 y sombreros de ala ancha. Su creador es Kurt Sutter, en su día showrunner del western motorizado Sons of Anarchy, que aquí vuelve a subvertir ligeramente las convenciones del género al poner en el centro del relato a dos líderes matriarcales antagónicas.

Ambientada en 1854, Los abandonados se centra en la rivalidad entre la magnate minera Constance Van Ness (Gillian Anderson) y la devota irlandesa Fiona Nolan (Lena Headey), cabeza visible de una familia parcialmente putativa -a ella alude el título de la serie- que aspira a prosperar en una sociedad aún en construcción, y cuyas tierras son codiciadas por Constance. Las tensiones entre ambos bandos ya son feroces antes de que el hijo mayor de los Van Ness, un violento sociópata, ataque a la hija de facto de Fiona y acelere así el conflicto hasta límites irreversibles. Y, sin duda para complicar aún más las cosas, dos de sus hijos se ven envueltos en un coqueteo condenado de antemano.

Fotograma de ‘Los Olvidados’

Fiona y Constance representan dos visiones distintas aunque parcialmente superpuestas del modo de vida estadounidense. Constance antepone su propia prole a todo lo demás, solo se preocupa por la comunidad en la medida en que hacerlo le resulta económicamente rentable y se rige por una lógica de expansión permanente. Aunque también le da un valor incalculable, para Fiona la familia es una condición que se gana, no un privilegio heredado. Los abandonados concede un lugar central a sus dos antiheroínas, ambas viudas en posiciones de responsabilidad dentro de un mundo dominado por la violencia y el sexismo, enemigas matriarcales atrapadas en un juego de destrucción mutua. Las actrices que las interpretan se mueven cómodamente en un terreno que conocen bien: Anderson, Margaret Thatcher en The Crown, en la piel de una mujer maquiavélica aparentemente hecha de acero; Headey, Cersei Lannister en Juego de tronos, en la de una madre dispuesta a cruzar cualquier línea para proteger a sus hijos. La serie les permite lucirse a través de monólogos amenazantes y enfrentamientos mano a mano, pero el conflicto que comparten no tiene la suficiente intensidad como para sostener sus siete episodios, y su esperado cara a cara concluye irresoluto. En un intento desesperado por mantener la trama en movimiento, eso sí, Sutter adorna el relato con desmembramientos, tiroteos y violencia sexual y recurre a distracciones aleatorias como un monseñor maquiavélico, negociaciones con bandidos, traficantes de armas rusos y un vaquero completamente innecesario.

Fotograma de ‘Los Olvidados’

Conviene explicar que Sutter abandonó la producción de Los abandonados de forma abrupta y prematura después de que Netflix viera montajes en bruto de algunas partes de la serie, y que eso no solo obligó a rodar numerosas escenas más sino que redujo a siete episodios lo que inicialmente iba a ser una temporada de diez. En todo caso, nunca sabremos a quién atribuir la responsabilidad de todo lo que no funciona en ella. De entrada, muchos de sus personajes están trazados con líneas gruesas y nunca llegan a adquirir color, y se pasan el tiempo explicándose los unos a los otros qué están haciendo, adónde van y por qué. Asimismo, y pese a los majestuosos paisajes canadienses en los que transcurre, el relato transmite artificio porque desdeña el tipo de detalles que habrían dado vida a su mundo; la minería de plata que nutre el conflicto central ni siquiera se nos muestra, y tampoco el día a día de la gestión de un rancho; el relato está demasiado ocupado contemplando a los personajes conspirando y peleándose. Y aunque aborda de manera superficial tanto la inestable paz entre los colonos blancos y tribus nativas americanas como las dificultades de los esclavos negros recientemente liberados para prosperar en la nueva América, esos elementos narrativos funcionan a modo de mero atrezo más que de verdadera sustancia. 

En última instancia, los destellos de melodrama que ofrece y su suntuoso diseño de producción no logran contrarrestar la sensación de que, salvo por su enfoque femenino, Los abandonados no ofrece nada que no hayamos visto ya demasiadas veces en este tipo de series. Pero no hay problema porque Netflix, casi seguro, no tardará en encontrarle reemplazo en su búsqueda de la nueva Yellowstone.

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