‘Macchina del fango’ o la historia de Camilla Cederna

No es ni la primera vez, ni será la última, en que un político amenaza a los medios de comunicación. Pero tampoco vivimos la primera época en la que desde los medios se erigen voces para tratar de modificar o diluir actitudes críticas

La periodista Camilla Cederna

La periodista Camilla Cederna

Fue el escritor Umberto Eco el que acuñó el concepto de “macchina del fango” (máquina de barro en español) definiéndolo como una forma de deslegitimar al adversario político, utilizando información espuria, a través de los medios de comunicación, si bien el término se había inventado muchos años antes.

El escritor italiano se refería a las maniobras de Silvio Berlusconi, expresidente y magnate de los medios de comunicación], para desprestigiar a los jueces que estaban investigándole por casos de corrupción. Pero el concepto es extrapolable al modus operandi del poder mediático en connivencia con el poder político, en muchos otros casos… y llega hasta el presente.

Fue el “periodismo profesional” el que empezó a hablar de “fango” para referirse a los colegas de menor observancia deontológica ya a principios del siglo XX. De hecho, el periodista Walter Lippman ya los llamaba “muckrackers” (los que remueven el fango o la basura), y la analogía fue retomada por Indro Montanelli para señalar la degradación moral de toda la clase dirigente italiana en aquellos años.

El caso de Camilla Cederna

Hace cuarenta años que un presidente de la República Italiana fue linchado en la prensa. Se llamaba Giovanni Leone y el 14 de junio de 1978 se vio obligado a dimitir. Fue el primer presidente que sufrió el linchamiento de la prensa radical, del poder judicial y de la izquierda: dimitió para luego ser absuelto de las acusaciones difamatorias y recibir una disculpa tardía e incompleta.

Escarnecido y vilipendiado, Leone fue atropellado por la “máquina de fango” y fake news de la izquierda político-mediática; hurgaron en la vida privada de su familia, buscando fiestas, abusos y cotilleos. Leone tuvo un doble pecado original que la izquierda de aquellos años no le perdonó. Uno, el de haber sido elegido por una mayoría de centro-derecha anticomunista; dos, estar fuera de la cúpula dominada por el partido, ajeno a los «juegos conciliares», como se llamaba entonces al compromiso histórico. En los meses en que Leone fue destituido, se estaban sentando en Italia las bases del primer gobierno de solidaridad nacional con el apoyo del PCI.

La campaña en su contra empezó desde L’Espresso, el padre del actual Repubblica. Y la acusadora más famosa de Leone fue Camilla Cederna. Meses después se demostró que las acusaciones eran falsas, pero era tarde: la “máquina del fango” funciona mediante la recopilación, a veces ilegal, de noticias o informaciones sensibles y confidenciales, así como alusiones, diversamente extrapoladas, manipuladas o incluso completamente falsas relativas a la vida privada y profesional del sujeto al que se apunta, y su posterior difusión, real o simplemente ventilada, con el fin de ejercer una presión indirecta pero fuerte sobre la actividad pública y sobre la libertad personal y de expresión del sujeto al que se apunta.

Aunque muchos lo asemejan al periodismo de investigación, difiere esencialmente en los métodos: la manipulación, el chantaje y la falsificación, además de la difamación, no tienen nada que ver con la investigación periodística, que es el verdadero cuarto poder. De hecho, precisamente la campaña de desprestigio y deslegitimación suelen provocar una limitación potencial de la libre expresión de las personas afectadas, lo que se opone esencialmente al periodismo.

El efecto intimidatorio despliega sus efectos incluso en ausencia de una revelación real de noticias embarazosas o infamantes, ya que su mera existencia es capaz de influir en el sujeto. Por eso esta “máquina del fango” es aún más peligrosa: porque simplemente extendiendo su amenazadora sombra virtual sobre los objetivos potenciales, con la mera percepción de su existencia y la consiguiente posibilidad inminente de convertirse en el blanco de su acción calumniosa puede inducir a un sujeto a modificar o diluir su actitud crítica. Es decir, a autocensurarse. Es decir… a perder su libertad.